El cultivo y la enseñanza de la filosofía, la literatura, la ciencia, los saberes clásicos y las disciplinas artísticas constituyen “el líquido amniótico ideal en el que las ideas de democracia, libertad, justicia, laicidad, igualdad, derecho a la crítica, tolerancia, solidaridad, bien común, pueden experimentar un vigoroso desarrollo”.
Quien nos asegura esto es el filósofo italiano de corte humanista Nuccio Ordine. El pasado sábado 10 de junio falleció a sus 64 años. Yo me entero recientemente, sumido estos días en la vorágine de las clases universitarias de fines de semestre, las tantas otras ocupaciones personales de la semana y las visitas a acompañar y regalonear a mi pequeña nieta.
En una de las asignaturas académicas que dicto, estoy trabajando con mis estudiantes las ideas de Ordine vertidas en su libro-manifiesto La utilidad de lo inútil (Acantilado, 2014). Cuando leí sus páginas me impresionó positivamente su defensa de las disciplinas destinadas al cultivo del espíritu humano, mismas que la lógica utilitarista del mercado tacha de inútiles por no acarrear provechos económicos inmediatos. En obras posteriores, Ordine continuó con esta misión de amparo y reconocimiento de los saberes humanistas “inútiles”, pero que en verdad son imprescindibles para ayudarnos a ser mejores personas.
En nuestra sociedad del rendimiento pareciera que las cosas que valen son las que muestran una inmediata utilidad. ¿Sirve o no sirve esto ahora? es la pregunta del momento ante nuestras ideas, discursos , proyectos y acciones. Impera por todas partes el valor de la eficacia, entendida como lo que demanda el mercado. ¡Todo tiene que servir ya! Todo tiene que ser útil a corto plazo… o no vale nada.
Esta visión o modelo servicial se ha extendido también al ámbito educativo. Los estudios tienen que ser rentables laboralmente o se convierten en pérdidas de tiempo injustificables. La curiosidad intelectual o el afán de conocer no bastan para legitimar los años y los gastos invertidos en cualquier esfuerzo académico. Las carreras universitarias provechosas son las que atienden a las exigencias de las empresas. La educación humanista –o sea, no directamente instrumental– parece ya no servir.
En La utilidad de lo inútil, Ordine llama a esta visión servicial “la lógica del beneficio” y nos asevera que está corroyendo por su base las instituciones (escuelas, universidades, centros de investigación, laboratorios, museos, bibliotecas, archivos) y las disciplinas (humanísticas y científicas) cuyo valor corresponde al saber en sí ajeno a finalidades utilitarias e independiente de la capacidad de producir ganancias inmediatas o beneficios prácticos a corto plazo.
En el contexto del paradigma economicista dominante –que privilegia tan solo la producción y el consumo, despreciando todo lo que no sirve al utilitarismo del mercado–, la educación se dirige más bien a la formación de sujetos laborales aptos. Este es, sin duda, uno de los motivos (y no el menor) que guían los intentos, cada cierto tiempo en nuestro país, por quitar las asignaturas de filosofía y de historia del currículo escolar de enseñanza media.
Ordine nos enseña que la utilidad dominante, en nombre de un exclusivo interés económico, elimina de manera creciente “la memoria del pasado, las disciplinas humanísticas, las lenguas clásicas, la enseñanza, la libre investigación, la fantasía, el arte, el pensamiento crítico y el horizonte civil que debería inspirar toda actividad humana”.
Nos dejó tempranamente este valioso pensador y echaremos de menos sus ideas y su pluma. Hoy, en momentos de crisis, de turbulencias sociales y de retos enormes al intelecto humano, honremos su memoria abogando sin claudicar por aquellos conocimientos “inútiles” que nutren el espíritu, que invitan al amor por el bien común, al respeto del otro, a la solidaridad, a la paz y que claman, sobre todo, a luchar contra la corrupción del dinero, de los privilegios y del poder.
(*) Licenciado en Filosofía, U. Chile.
Magister en Educación, U. Chile.
Académico de la USACH y de la UDP.