Daniel Mansuy sobre Allende: "Nunca tuvo el liderazgo interno para ser el líder de la revolución"

El autor de "Salvador Allende. La izquierda chilena y la Unidad Popular" dijo que el exmandatario tuvo muchos problemas de conducción sobre sus partidos. Pero destacó que la manera en que enfrentó el 11 de septiembre "lo elevó a otra dimensión".

El autor de "Salvador Allende. La izquierda chilena y la Unidad Popular" dijo que el exmandatario tuvo muchos problemas de conducción sobre sus partidos. Pero destacó que la manera en que enfrentó el 11 de septiembre "lo elevó a otra dimensión".

En la primera edición de Radioanálisis el doctor en Ciencia Política y profesor de Filosofía Política de la Universidad de los Andes, Daniel Mansuy, comentó sobre su libro “Salvador Allende. La izquierda chilena y la Unidad Popular” publicado por sello Taurus de Penguin Random House Chile.

El también investigador del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES) relevó la importancia de que las distintas posiciones políticas e/o ideológicas se “miren desde veredas cruzadas con respeto y sobre todo con ganas de comprender a quien está en otra trayectoria”, lo cual señaló también como una de las razones que lo motivó a escribir el libro.

Si pudiera definir a Salvador Allende como Presidente de la República en los mil y tantos días ¿cómo lo haría?

Como un presidente que siempre quiso ser presidente, que lo buscó con mucho ahínco y alguien que tenía mucha conciencia de la institución de la presidencia. Era un parlamentario y político de muchos años, pero fue un presidente que tuvo muchos problemas de conducción sobre su coalición. Tuvo un liderazgo difícil sobre los partidos y sobre el suyo propio (el PS), que fue el que más problemas le dio. Como gobernante, la verdad es que tuvo carencias que están a la vista.

Al mismo tiempo que sostengo lo anterior, hay que afirmar que su actitud, sus gestos y la manera en que enfrentó lo que ocurrió el 11 de septiembre lo elevan a otra dimensión, ahí están los dos personajes que cuesta tanto juntar. Por un lado, el gobernante, el presidente que durante los mil días enfrentó dificultades, problemas, traiciones, silencios, a quien le costo mucho liderar y es responsable de un proceso. Por otro, el personaje que se eleva y se convierte en mito, porque el 11 de septiembre tiene un actitud que uno no puede sino admirar aunque uno este parado en otro lado, porque el hombre tiene una serenidad, una decisión y una conciencia histórica que lo eleva bien arriba en la historia de Chile.

Jorge Arrate -quien fue su asesor- ha expuesto que Allende se preparó toda su vida para ser presidente, pero no solo él, sino que también los cuadros que lo rodeaban se habían preparado por muchos años para ser gobierno. La misma izquierda había tenido un proceso de maduración en tanto coalición política, por lo tanto, la Unidad Popular es cualquier cosa menos algo espontáneo. ¿A qué atribuye que habiendo ocurrido un proceso de tan larga preparación, luego se hayan producido las dificultades que señala? 

La izquierda tenía una división táctica respecto de qué hacer o cómo acelerar el advenimiento de la revolución, que toda la izquierda consideraba como algo ineluctable que iba a llegar. Había una ala de la izquierda, que es donde está parte relevante del Partido Socialista, el MAPU (Movimiento de Acción Popular Unitaria), la Izquierda Cristiana después, que estaba obnubilada o maravillada por el ejemplo cubano, lo que Gonzalo Vial llama el guevarismo de la izquierda. Y para qué decir el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), que no forma parte de la UP pero que hace un papel de presión indudable. Ese mundo quiere acelerar la revolución porque cree que el enfrentamiento tiene que venir cuanto antes para que muera la vieja sociedad y nazca la nueva. Y hay otro mundo, que es el Allendismo y el Partido Comunista pero no por los mimos motivos, que no quieren ese enfrentamiento, no lo quieren producir y tampoco precipitar.

No hay proceso revolucionario sin un liderazgo super claro, extraordinariamente claro, que fije la táctica. Es el líder el que fija: aquí están los que están conmigo, y los que están más allá son heréticos. Allende nunca tuvo el liderazgo interno para ser el líder de esa revolución, porque para ser candidato se sometió a la condición de estar sometido a la unanimidad del comité político de la Unidad Popular. Eso lo deja condicionado a él con los líderes de la UP y no la UP a él. Eso es lo que a mi juicio le termina cortando las manos, porque no tiene instrumentos o herramientas para imponerse. Él pensó que su talento político, su famosa muñeca, le iba a permitir navegar. Creo que eso fue un error de juicio que tuvo con su propio talento, que era real, pero no le alcanzaba para tanto porque el problema era más estructural.

Hablemos de esa idea de revolución que concibió Allende -la vía chilena al socialismo- que fue mirada con tanta admiración a nivel mundial, porque parecía una experiencia única e inédita. ¿Cuál era la solvencia de ese concepto?

Allende tiene esta idea, no teoriza, porque tampoco hay que pedirle algo que no tenía y esto él lo decía, que no era un teórico, era un político. Le faltaba sustento teórico, Joan Garcés se lo intenta dar, no era fácil, pero él tiene esta idea de llegar al socialismo por vía pacífica, por la vía institucional. ¿Qué problemas tiene eso? Que para eso necesitaba una mayoría institucional nítida que nunca tuvo. Por tanto, había que hacer un plebiscito y esto se lo dice a Régis Debray en su famosa entrevista, por lo que había que presentar una reforma constitucional, el parlamento naturalmente la iba a rechazar y había que llamar a un plebiscito. Ese plebiscito tenía que ganarse y la UP tuvo un momento breve en el primer semestre del año 71, donde la UP es directamente mayoritaria o está en el 50 por cierto. El momento para hacer el plebiscito era ése, porque sino se iba a perder, la UP no se puso de acuerdo, pasan los meses y la cosa empieza a degradarse muy rápidamente. Dicho eso, Salvador Allende nunca pudo darle contenido a su revolución, Joaquin Fermandois siempre llama la atención sobre esto, nunca logró dibujar el modelo ¿Era como la RDA (República Democrática Alemana)? ¿Era Cuba? ¿Tenía instituciones democráticas? ¿Tenía contrapesos? ¿Tenía libertad de prensa?

– ¿Era un concepto feble la vía chilena al socialismo? 

A mi juicio era un concepto muy débil y que no estaba suficientemente teorizado. En todo caso, su sustentación teórica no alcazaba para lo que Salvador Allende quería hacer.

 La Constitución de 1925 no le asigna la atribución a las Fuerzas Armadas de zanjar problemas institucionales, ninguna constitución latinoamericana lo ha hecho, pero las FF.AA. en el continente sí intervienen. Hay una tensión entre lo que la institucionalidad señala y lo que opera de facto. ¿Cómo veía Allende ese dilema?

Tienes toda la razón, no estaba en la Constitución porque sino no lo llamaríamos golpe de Estado, tendría otro nombre esa intervención. Yo diría que Salvador Allende es plenamente consiente de que requiere al menos la neutralidad benevolente de las FF.AA., porque un proyecto así naturalmente va producir nerviosismo o inquietud. Las FF.AA. miran esto y, si bien había gente que no le gustó nada, en un principio no estaba la voluntad de intervenir directamente, sino que es un proceso que va decantando. Simplemente recordaría que el mismo Salvador Allende, porque quizás no tenía más alternativa, llama a las FF.AA. al gabinete cuando no logra controlar bien el paro de octubre ni logra darle garantía a la oposición. Llama a los comandantes en jefe y les pide que asuman puestos importantes.

El general Prats asume el Ministerio de Interior, ni más ni menos, el 2 de noviembre del 72. Con eso lo que quiero decir es que fueron los civiles, para ponerle la responsabilidad a todos, porque también fue una exigencia de la oposición en ese minuto, los que llamaron a las FF.AA. a intervenir y con eso el Gobierno muestra su vulnerabilidad. Las invita, inevitablemente, a cierto nivel de deliberación, porque las FF.AA. tienen que preguntarse ¿Por qué estamos haciendo eso? Y vamos a poner ciertas condiciones, no vamos a apoyar a cualquier costo. Eso genera tensión interna en las FF.AA. y a partir de eso se empieza a generar una dinámica donde los altos y medios mandos empiezan a preguntar qué costo estamos pagando por estar apoyando, qué deberíamos hacer y qué no. En esto juega un papel fundamental el Tanquetazo, que es cuando los altos mandos se dan cuenta que los mandos medios se están empezando a sublevar y lo que quieren evitar las FF.AA. a toda costa -esto incluye a quienes eran más y menos proclives a Allende- es una guerra civil, o sea una división de las FF.AA.

Hay una tesis que dice que Prats se va por eso, porque si se queda el Ejército se va a quebrar. 

Sin duda, Prats se va por eso. Porque él entiende que su permanencia quiebra a las FF.AA. y no podía sacar a los golpistas porque precipitaría la sublevación. Prats tenía simpatía por Salvador Allende y él mismo lo admite en sus memorias, pero no mueve un dedo para evitar el golpe ni para dividir al Ejército, ésa es su línea roja siempre. Por tanto, a lo que las FF.AA. le tenían terror era a una guerra civil con enfrentamientos entre fuerzas armadas profesionales. Al final, es tanta la energía que viene desde abajo en las FF.AA., cansancio por la situación, que termina habiendo una convicción de que esto ‘o lo hacemos desde arriba o va a nacer desde abajo’. Fíjate que todo indica que Pinochet se suma al golpe a última hora y a mi juicio, es una hipótesis, se sube en parte porque si él no lidera el golpe lo van a meter a una salita, le van a poner llave y ya está, como ocurrió con el comandante en jefe de la Armada. Pinochet se sube porque entiende que esto está en curso, se suba o no se suba él.

El diputado Guillermo Ramirez (UDI) señaló que no estaba claro si la democracia se había quebrado el 11 de septiembre de 1973 o antes. En esa afirmación se entraña una oportunidad para legitimar el golpe. Es decir, si fue Allende quien quebró la democracia, entonces a todo lo que venga después no se le puede pedir que se ajuste a la institucionalidad ¿Qué podría decir sobre esa afirmación? 

Nuestro desacuerdo fundamental, que no pretendo zanjar aquí ni en el libro pero que sí creo que hay que comprenderlo para entender bien los términos de la discusión, no remite al 11, remite al 10 por así decirlo. ¿El 10 de septiembre Chile era una democracia sana donde las instituciones funcionaban, por tanto todo estaba en orden y llegaron los militares a destruirla? ¿O el 10 de septiembre esa democracia ya estaba quebrantada por el enfrentamiento del Presidente con el Parlamento, con la Corte Suprema y la Contraloría? El juicio que cada uno tenga respecto del 10 por supuesto que tiñe inevitablemente el juicio que usted tenga del 11. Porque la Democracia Cristiana (DC), para poner al grupo político que inclina la balanza y que le abre la puerta a la intervención militar, porque yo creo que sin el apoyo de la DC esto no ocurre, Patricio Alwyn cree desde julio que el orden institucional está quebrantado. Por tanto, es muy distinto, y esto hay que entenderlo en primera persona, para un militar es muy distinto intervenir en un orden que está quebrantado que quebrantarlo. Con esto no estoy justificando ni no justificando, sino tratando de comprender cómo los actores el 10 de septiembre hacen su composición de lugar con respecto a lo que ocurre en Chile ese día.

Por tanto, lo que tenemos que tratar de entender es por qué actores demócratas muy relevantes el 10 de septiembre pensaban que el orden ya estaba quebrantado, por qué habían llegado a esa conclusión. La DC reconoció su error después, no en el sentido de reconocer que estaba quebrantado porque de eso Patricio Alwyn no tuvo ninguna duda, pero sí reconocen el error de pensar que los militares después de unos meses o en un par de años iban a volver a la institucionalidad. El 10 de septiembre todos ellos piensan que el orden ya está roto, no por exclusiva responsabilidad de Salvador Allende porque en esto todos jugaron un papel.

La crítica más coincidente que se le hace al libro es que en su esfuerzo por analizar críticamente a la Unidad Popular y al liderazgo del Presidente Allende no se aprecia debidadamente el boicot al Gobierno desde antes de que asumiera: la mítica afirmación de Nixon de hacer ‘chillar’ la economía chilena, la intervención de la CIA, el asesinato de  Schneider, el bloqueo económico, el actuar sedicioso de la extrema derecha y de sectores de la oligarquía. Para resumir, cualquier gobierno difícilmente pudo haber sido exitoso con esos niveles de desestabilización. A ese respecto, ¿qué decir?

Agradezco la oportunidad de explicarlo porque creo que ha sido mal comprendido. Lo primero es que el libro no es una historia general de la Unidad Popular o de los mil días, para eso hay libros muchos mejores que el mío y que deben leerse en conjunto. Yo intento ponerle una pieza a un puzzle que tiene muchas otras. No soy historiador, por lo que no tengo la capacidad de contar la historia entera. Si me dicen que en mi libro no está la intervención, por supuesto que no está porque yo miré otra cosa. Si usted quiere mirar la intervención, hay otros libros muy buenos que la cuentan y deben leerse en conjunto con el mío. No pretendo dar la historia exhaustiva.

Dicho eso, mi punto con la intervención y por qué no me pareció indispensable en la historia que yo estaba contando es el siguiente: los Estados Unidos quieren terminar con el gobierno de Allende desde la noche del 4 de septiembre del 70, o sea, dos meses antes de que asuma quieren que no asuma. De hecho, intervienen en dos tipos de caminos: uno es lo que se llamó el “gambito Frei”, o sea que Jorge Alessandri fuera electo por el Parlamento y que renunciara de modo que se diera otra elección presidencial donde Eduardo Frei pudiera ir a su propia reelección. Frei coqueteó con esta idea pero se echó para atrás. Lo otro fue secuestrar al general Schneider de manera de precipitar una intervención militar, lo que terminó con su asesinato. Esas dos intervenciones terminaron muy mal. ¿Qué es lo que pasa y qué es lo que me interesa a mi? Que Nixon no tiene un botón para acabar con Allende porque hay una mediación y hay actores en Chile que juegan. Estados Unidos tiene toda la intención de terminar con esto pero no tienen  la capacidad operativa ni política para hacerlo porque son torpes, esto lo cuenta muy bien Antonia Fonck en “Mirada desclasificadas” ¿Dónde me interesa llegar a mi? Por qué el 4 de septiembre del 70 no pueden y el 73 ocurre, aunque no es que Estados Unidos pueda, porque el Golpe no fue digitado materialmente por la CIA, fue hecho por militares chilenos, por su iniciativa y la responsabilidad es de ellos. Lo que pasa en esos mil días es que la dinámica interna cambia tanto que ya los militares se convencen que hay que acabar con el gobierno de Allende. Eso es lo que me interesa explicar, porque el factor Nixon es estable durante esos días, pero el Gobierno no se acaba el 70, sino el 73. Entonces, dado ese factor estable, hay algo en la dinámica interna que cambió que lo hizo posible.

Mi libro tiene que ser leído en conjunto con “La revolución inconclusa” de Joaquín Fermandois, “La conjura” de Mónica Gonzalez, el extraordinario libro de Alfredo Sepúlveda y un largo etcétera, porque no pretendo contar la historia completa, sino la relación de Allende con los partidos de izquierda. Eso es lo que me interesó examinar, porque todo libro tiene una ventana por donde uno entra, porque es imposible contarlo todo.

Escucha la entrevista completa aquí:

 

 





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