En estos días que se mira con óptica histórica el golpe militar y sus efectos posteriores, para no repetir sus atrocidades y construir un mejor país, poco se ha hablado de una consecuencia material de la dictadura cívico-militar. Ciertos comentaristas tratan de instalar la idea de una bonanza económica sin igual, producto de la aplicación intensiva de políticas neoliberales. Poco, casi nada, se dice sobre una herencia de pobreza extrema a la que se sometió a amplios grupos de la población.
Mientras Pinochet dejaba el poder, en 1990, entregaba también un Chile que contaba con 5.3 millones de compatriotas en la pobreza, casi cuatro de cada diez chilenas y chilenos no tenían recursos mínimos para vivir dignamente. Según estudios del economista Ricardo French-Davis, el salario mínimo real era más bajo que en 1974 y la desigualdad de ingresos entre el quintil más rico y el más pobre era de 20 veces. El panorama social era desastroso y había que tomar cartas en el asunto. Por ello, y dada la magnitud de las cifras, el recién asumido gobierno del presidente Patricio Aylwin marcó como una de sus prioridades hacer frente a esta alarmante pobreza. La estrategia escogida no sólo se enfocó en políticas públicas que hicieran aumentar los ingresos de los más pobres; sino que también apuntó en la generación de iniciativas más integrales, en vivienda, salud, educación, capacitación y desarrollo económico. Y bajo ese contexto, nace el Fondo de Solidaridad e Inversión Social (FOSIS).
La nueva mirada para enfrentar la pobreza traía nuevos aires y un novedoso estilo de trabajo, basado en el respeto y la dignidad de las personas. En el discurso del 26 de octubre de 1990 para inaugurar el FOSIS, el presidente Aylwin expresó: “Ayúdate que yo te ayudaré”. Ese fue el espíritu que inundó esta nueva herramienta para combatir la pobreza y que aspiraba dejar atrás una política paternalista instalada junto al modelo neoliberal y subsidiario. Había que dar un giro para enfrentar este grave problema social. Había que creer en las personas, apoyarlas para que salieran adelante con políticas innovadoras.
Bajo esa perspectiva, los tres primeros programas que dieron vida al FOSIS fueron: “Alimentación a menores y ancianos”, a través de las organizaciones de Ollas Comunes; “Micro-riego campesino”; y
“Capacitación y Formación Laboral de Jóvenes”. Programas que buscaban generar un sentido de comunidad, bajo el alero y el apoyo del Estado. Un espíritu que, hasta el día de hoy, acompaña la labor del FOSIS a través de sus diferentes programas. De esta forma, nuestro servicio ha sido un aporte sustancial para la disminución de los índices de pobreza durante las últimas décadas, reflejada en la última encuesta Casen 2022, que arrojó un 6,5% de la población en situación de pobreza.
Hoy, a 50 años del Golpe de Estado, es importante reflexionar sobre cómo durante estos últimos 33 años, Chile ha logrado enfrentar la pobreza con una mirada integral, respetuosa por la dignidad de las personas y la resiliencia de sus comunidades. Creemos firmemente que la pobreza es, también, una vulneración a los derechos humanos que no debemos permitir. Por ello, debemos seguir trabajando, con una visión de Estado, para la construcción de una patria justa y buena donde nadie se quede atrás.
Nicolás Navarrete Hernández
Director Ejecutivo del FOSIS