Muchos tenemos recuerdos cercanos o hemos escuchado experiencias sobre situaciones en las que alguien ha tenido que recibir a un familiar o conocido por un tiempo determinado en su hogar. Los motivos varían, desde el primo que llega a estudiar a la universidad proveniente de otra región, al apoyo que emerge ante una situación extrema que hace que tengamos que abrir las puertas de nuestra casa al familiar que viene atravesando una situación difícil, dada alguna contingencia que de pronto la vida nos impone.
Esta práctica ,más menos arraigada en la cultura, más menos corriente según el contexto social, es lo que podríamos denominar en términos amplios como acogimiento familiar, es decir, otorgar un lugar dentro de la intimidad de mi hogar a un otro que por distintos motivos lo necesita por un tiempo determinado, otro que se caracteriza por ser familiar o conocido, que se basa en la solidaridad, el afecto y los vínculos previos.
Desde la creación del actual Servicio Nacional de Protección Especializada a la Niñez y Adolescencia, el segundo semestre del año 2021 se ha puesto el énfasis en el fortalecimiento del sistema de cuidado alternativo, con los programas Familias de Acogida, proyecto clave que busca dejar atrás la institucionalización y los efectos que esta conlleva por defecto en la subjetividad de los niños y niñas que debían esperar en esos espacios por el desenlace de su situación proteccional.
Aciertos más aciertos, aciertos menos en relación con este fortalecimiento, lo claro es que hoy por hoy el sistema de protección en su conjunto se encuentra en deuda respecto de la restitución del derecho de niños y niñas a vivir en familia.
Al instalar el foco en la temática del acogimiento familiar -en la medida que se establece como una alternativa a la internación residencial- observamos una fragilidad sustancial en diversos componentes que sostienen el dispositivo, lo que dice relación en términos amplios y desde el punto de vista de las instituciones en áreas como recursos humanos y herramientas con los que cuentan los equipos profesionales para dar respuesta y sostén a lo que las dinámicas de las experiencias de acogimiento imponen, observando a su vez, un bajo número de familias de acogida que logran finalizar los procesos de postulación y evaluación de manera exitosa y que son en definitiva, las familias con las que el sistema cuenta para dar solución a la demanda de los lactantes, niños, niñas y adolescentes que son parte del sistema.
Lo anterior, nos obliga a preguntarnos cuáles son las condiciones, estrategias, acciones, mensajes, políticas, y llamados que las instituciones y el sistema en su conjunto deben realizar para convocar a personas, grupos familiares para incrementar el número de familias disponibles para la experiencia como una alternativa posible, promoviendo con ello, la implicación de la sociedad civil en la responsabilidad que nos compete a todas y todos en el cuidado de nuestras infancias, generando paulatinamente la construcción de una ética del cuidado, permitiendo que transitemos del acogimiento como práctica familiar al acogimiento como ejercicio ético del cuidado de nuestras niñeces.
Unidad de Evaluación Formativa para la Adopción y el Acogimiento
Dirección Regional Metropolitana
Servicio Nacional de Protección a la Niñez y Adolescencia