Han pasado cinco años de un momento histórico para Chile. Para muchos, se siente como si hubiera pasado ayer, pero para otros, ha sido una eternidad, especialmente si pensamos en las víctimas y familiares de las graves violaciones de derechos humanos que se cometieron durante el estallido social y que aún siguen esperando justicia. El tiempo pasa volando y Chile sigue atrapado en una especie de ciclo en el que las voces que clamaron por justicia, dignidad y derechos fundamentales han sido silenciadas o ignoradas.
Resulta frustrante ver cómo ciertos grupos políticos y algunos medios de comunicación intentan ensuciar lo que fue una movilización legítima y genuina, un grito ante los problemas estructurales que unió a millones de personas como una gran fuerza ciudadana. El 25 de octubre de 2019 fue un día muy importante para la historia de Chile. La movilización de millones de personas reclamando cambios estructurales por mayor justicia e igualdad no es algo que podamos pasar por alto. Fue la fuerza ciudadana la que llamó la atención del gobierno y puso sobre la mesa lo realmente importante: la dignidad de las personas.
Los espacios públicos se llenaron con la esperanza y la convicción de que el cambio era posible. En este tiempo se desarrollaron dos procesos constitucionales sumamente relevantes para Chile que han dejado muchos aprendizajes, y desde Amnistía Internacional seguimos confiando en que este proceso continuará hasta tener un marco constitucional acorde a las necesidades de todas las personas en el país. Jamás dejaremos de luchar por ello.
La solidaridad y la empatía fueron las protagonistas de un periodo que será recordado en la historia del país. Pero aquí estamos, cinco años después, y nada parece haber cambiado en lo esencial. La falta de voluntad política está frenando e impidiendo el avance hacia los cambios estructurales que tanto necesitamos.
¿Dónde quedaron esas demandas? Porque si bien Chile se atrevió a soñar despierto, la represión y criminalización fue brutal. Prueba de ello son las más de diez mil denuncias de violaciones a los derechos humanos que se realizaron en ese periodo. Cinco años después, seguimos esperando verdad, justicia, reparación integral y garantías de que lo que ocurrió no se repetirá. Y, lo más grave, las causas que motivaron el estallido social siguen ahí, latentes, como una herida abierta que nadie quiere ver y sanar.
Pero no todo está perdido. Millones de personas aún piden salud de calidad, mejor educación, pensiones dignas y muchas cosas más. Seguiremos alzando la voz cada vez que tengamos oportunidad porque a casi cinco años de la marcha más grande de Chile, todavía queda mucho por hacer.
Nuestros derechos no siempre han existido como tal. Por lo mismo, siempre los tendremos que exigir. Ya lo aprendimos de las generaciones pasadas y desde ya se lo enseñaremos a las generaciones futuras. A no retroceder. ¿Qué pediría nuestro cartel hoy?, lo mismo que hace 5 años: Dignidad. Sin ella, no podremos construir un país justo, ni un futuro que valga la pena soñar.
Por Bernardita Boock, presidenta de la Junta Directiva de Amnistía Internacional Chile