Diana Frida Arón Svigilisky, periodista, judía y miembro del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), tenía 24 años y estaba embarazada cuando fue apresada por agentes de la DINA en la tarde del 18 de noviembre de 1974. Desde ese día, su nombre pasó a formar parte de la enorme lista de detenidas y detenidos desaparecidos que dejó la dictadura civil-militar chilena, y cuyos cuerpos todavía no han sido entregados a sus familias.
Su historia, llena de diversas dimensiones que vinculan aristas tan potentes como el derecho al duelo y la represión política, impactó profundamente en las integrantes del Colectivo Natuf, un espacio de investigación y creación escénica que agrupa a artistas de origen judío y palestino. Ese fue el primer paso para el nacimiento de “La música de Diana“, obra dirigida por Andrea Giadach, montada en el Teatro Mori y protagonizada por Shlomit Baytelman que, a partir de la figura de Arón, indaga también en las tensiones del judaísmo frente al genocidio desatado en Gaza.
“Conocí a Diana gracias a AJDA, que es la Agrupación Judía Diana Arón, donde relevan su vida como una mujer mirista, detenida desaparecida”, compartió Giadich, también dramaturga de la obra. “Me alucinó ella porque, investigando, empezamos a ver el giro que tuvo su mirada, y que es una de las premisas de nosotras y nosotros en Natuf. Cómo se gira la mirada, cómo se observa la construcción del enemigo, cómo puedo ponerme también en el lugar del otro sin perder mi punto de vista político”.
Esto, a partir de un hecho puntual de la biografía de la mirista, y que tiene que ver con una visita que realizó a Israel que cambió su perspectiva en torno a las relaciones del país con Palestina. Tensiones que hoy son más vigentes que nunca.
“Esta es una obra que se amplió no sólo a la figura de Diana, sino que también a lo que está aconteciendo hoy en día en Palestina con el genocidio de parte de Israel”, explicó al respecto Christian Godoy, asistente de dirección y co-productor de la obra. “De alguna manera, la historia se amplió a tocar y a tratar esa situación a propósito del viaje que Diana realizó en algún momento a Israel y donde ella se da cuenta de la realidad que ocurre en 1967, en la Guerra de los Seis Días. Ahí es cuando gira la mirada, y nosotros hacemos ese link con lo que ocurre ahora”.
Por eso es que, además, tomaron la decisión de hablar solo de Diana, sin apellido. “Porque Diana empieza a ser una figura que se abre. Ya no estamos solamente hablando de ella, sino que de miles de personas y mujeres desaparecidas antes y ahora también en Palestina.
Música y el duelo inmaterial
Otro punto que toma un protagonismo particular en la obra es el rito del duelo. Uno de los gestos definitorios de nuestra especie como seres humanos y que se ve totalmente frustrado en contextos de dictaduras y guerras.
“En una de las entrevistas de nuestra investigación supimos que, en la Palestina de antes de la generación del Estado de Israel, los judíos tocaban la música con los palestinos, aun siendo judíos. Tenían ciertas variaciones, pero lo bello es que todos tocaban la música árabe de Palestina, había una desfronterización. Y lo que hicimos acá es que Eleonora Coloma, que es una compositora musical que nos acompaña, hiciera el ejercicio de aprender a tocar el laúd. Y Alejandra Díaz, que es judía, toca el clarinete recordando esta música klezmer que escuchaban sus antepasados de Rumanía, hablando en idish“, explicó Giadich sobre la forma en que la música se pone en función de aquel proceso.
“Por otro lado -sumó-, está la música que toca Simona Ibarra en la guitarra, que es el canto de los años 70. Es muy potente y bello cómo se cruza eso con imágenes. Es muy importante esa música que se va entrelazando con estas sonoridades. Shlomit canta unos cantos judíos muy potentes que, de alguna manera, alimentan este rito del duelo que estamos haciendo. Aquí, nos basamos en el rito del duelo judío Shiva para hacernos la pregunta de cómo se despide un cuerpo sin ese cuerpo, pensando en Diana y en los miles de mujeres y personas desaparecidas, y en las personas que hoy no tienen derecho al duelo en Palestina. Porque incluso los cuerpos son raptados, no son entregados, son entregados en estado de descomposición o están bajo los escombros”, conectó la dramaturga.
Pero más allá de lo que representan explícitamente estos ritos, tanto Giadich como Godoy concuerdan en que, una vez más, se trata de un elemento que se abre como un punto de unión. “Es un gesto sumamente unificador, noble, que no se atrinchera. Y creo que interpela a toda la comunidad a que podemos dialogar y no meter a todos en el mismo saco”, compartió Christian.
“Permite ver que hay cosas culturales que nos unen y que lo que separa son elementos políticos, económicos, estratégicos. Por eso nos interesaba explorar cómo la obra podía mostrar eso. Andrea antes creó la obra ‘El círculo‘ junto con Alejandra y era una obra muy confrontacional, donde estaban judíos y palestinos constantemente confrontando sus ideas y sus culturas. En cambio, esta propuesta hace otro movimiento, que es abrazar una cultura, aceptarla y con eso poder reflexionar en torno a lo que está haciendo un Estado que se dice judío. Desde ahí es súper potente ese mensaje”, afirmó.
Judíos contra la indiferencia
Para Andrea Giadich, el impacto que generó la figura de Diana en su vida personal es clara: “Me conmovió profundamente su capacidad de girar la mirada. Porque ella podría haber seguido en la misma construcción, obedeciendo, pero tenía una sensibilidad tan grande. Todos nos hablaban de esa sensibilidad de Diana, esa sensibilidad social, esa mirada que permitió que ella dijera ‘esto no está bien'”.
“Una de sus grandes amigas y compañeras nos contó que, en la primera clase de periodismo, cuando retorna de Israel, Diana se presenta y cuenta esta historia de cómo llega decepcionada. Otro amigo periodista nos cuenta que ella le decía que el problema era que acá estaba metido Estados Unidos y que había un entramado mayor, donde lo que se pretende finalmente es tener un aliado esa zona. Me impactó mucho esa lucidez porque es algo que yo siempre he perseguido en el teatro”, sumó la directora.
Sin embargo, igualmente confesó que el camino no fue del todo sencillo. “Cuando empezamos la investigación les dije ‘yo no sé si vamos a lograr hacer una obra juntos, pero tratemos de mirar o de ver lo que antes no veíamos’. Y hacer ese ejercicio tan concreto y tan honesto me fue cambiando, flexibilizando. Pude observar que el ser judío o judía, la mirada de la judeidad o la ‘judería’, como decía Hannah Arendt, es diversa y realmente hay que separarla del sionismo, porque si no, va a desaparecer así como están haciendo desaparecer a los palestinos”, afirmó.
Así es como se configuró otro de los pilares que sostienen a “La música de Diana”, y que tiene relación con la pregunta sobre cómo se es judío o judía ante lo que sucede en Gaza. “Qué posición tomo, cómo reviso mi judeidad. Yo soy palestina y no hay ninguna persona palestina en escena. Eso, para mí es un ejercicio muy importante a nivel personal también. Y a nivel artístico, hablar desde lo judío es un acto muy grande para mí. Difícil y también maravilloso. Nunca pensé que iba a ser capaz de hacer esto. Yo soy activista pro Palestina y hacer esto, para mí, habla de todo lo que me ha nutrido el arte, el esfuerzo por ser coherente con las preguntas que nos planteamos en el colectivo e ir más allá de lo propio, pero de verdad”.
“Creo firmemente en que aquí nos tenemos que unir las personas judías conscientes y críticas con las personas palestinas y con las personas del mundo para decir qué somos, en qué estamos, cómo vemos el mundo, cuáles son nuestras acciones, hasta donde nos utilizan y hasta dónde nos están borrando a todos. Porque la cultura judía es diversa, apela mucho, históricamente y por siglos, a la discusión, al no estar de acuerdo. Es algo que aprecia. Y en este minuto. vemos que esa opinión está siendo coaptada por un Estado que exige que todos piensen lo mismo, digan lo mismo y defiendan lo mismo. Ahí está también la gestión política que estamos haciendo“, concluyó Giadich.
Cabe destacar que “La música de Diana” tendrá sus últimas funciones en el Teatro Mori del 3 al 6 de octubre a las 20:30 horas. Las entradas ya están disponibles a través de Ticketmaster.