El conocido sociólogo Francés Pierre Bourdieu escribió un texto titulado: “La juventud no es más que una palabra”. La tesis principal que se propone es que la juventud se define de modo histórico y depende del contexto social. Así, no es lo mismo tener 20 años en 1924 que en 2024. Una persona de esta edad un siglo atrás no sería joven, sino que un adulto, posiblemente con familia y responsabilidades laborales. En 2024 el abanico de opciones es más amplio y una persona de 20 años puede que esté en la Universidad o quizás trabajando (por eso las variables sociales son relevantes). Pero en cualquier caso el consenso actual es que se trata de una o un joven.
Además de eso, Bourdieu discute los conflictos intergeneracionales entre el mundo adulto y el mundo juvenil, que se reflejan en tensiones del tipo “ustedes no tienen experiencia” (adultos sobre los jóvenes) o “ustedes no entienden el mundo actual” (jóvenes sobre adultos). Sin duda, un lugar privilegiado en el que se reflejan estos conflictos es en el ámbito político, donde el mundo adulto critica a los jóvenes por su falta de experiencia e incapacidad de liderar procesos políticos. Por su parte, los jóvenes reprochan a los adultos su conformismo y su incapacidad de cuestionar (y transformar) el status quo.
Para profundizar en estos conflictos, pensemos en el estallido social y algunas de sus interpretaciones. Una lectura realizada desde el mundo adulto es la que elabora el rector Carlos Peña, para quien este fenómeno histórico (o histérico), se explica por la explosión de energías pulsionales (recordemos que esto “prende” en primavera), por el narcisismo de los jóvenes, y su uso intensivo de las redes sociales. Por otro lado, la lectura de los jóvenes explica el estallido como una fuerza transformadora, para construir una sociedad más justa y donde se reconozcan y realicen los derechos de las personas. Así, según los jóvenes los adultos se resignan a aceptar los abusos, mientras que ellas y ellos (jóvenes) no los aceptan y se manifiestan.
Más allá de polemizar con las distintas interpretaciones del estallido, lo que me interesa destacar es el contraste de miradas sobre el mismo fenómeno social, y cómo esto refleja los conflictos intergeneracionales. Considerarlos o al menos reconocer su existencia es un buen punto de partida para entender al mundo juvenil desde el mundo adulto y viceversa. Reconocer la validez de las posiciones del otro, es un requisito fundamental para la construcción de un orden democrático. Por lo mismo, tenemos una responsabilidad ciudadana de comprendernos entre generaciones y no caer en las simplificaciones. Un ejemplo de lo último es calificar a los jóvenes como una generación de cristal, porque no es capaz de soportar extenuantes horas de trabajo, o en la universidad, exámenes difíciles y extensos, o porque se siente ofendida con facilidad. Dialogando con estudiantes universitarios sobre estos temas me quedó rondando la siguiente pregunta: “¿no será que la de ustedes es la generación de cristal que es incapaz de adaptarse a los cambios?” Entre estos cambios posiblemente estamos frente a una ciudadanía que demanda mayor reconocimiento de sus derechos y que tiene una mayor sensibilidad frente a situaciones abusivas ¿No sería esto algo positivo? Usted es libre de sacar sus propias conclusiones.