Los derechos humanos suscritos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos están asociados con la pobreza de manera bidireccional. Entendida como un fenómeno multidimensional, la pobreza es efecto y causa de violaciones a los derechos humanos.
Para ejemplificar, revisemos el artículo 25 de la Declaración Universal: «Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios».
Es decir, las personas que viven en situación de pobreza, que día a día tienen dificultades para asegurarse condiciones mínimas de bienestar, ven vulnerados sus derechos. Si a esto sumamos que esta condición de pobreza los excluye constantemente de ejercer otros derechos que les posibilitaría superar sus condiciones materiales, como acceder a un trabajo digno y bien remunerado, a educación, o participar en la vida pública, estamos frente a una especie de círculo vicioso. En definitiva, las condiciones materiales afectan el acceso a derechos y, a su vez, sin un catálogo de derechos no es posible reparar el estado de pobreza.
Frente a esto, una manera de robustecer el ejercicio de los derechos es enfrentar la pobreza con políticas públicas integrales, entendiendo que los derechos de las personas más vulnerables son trasgredidos constantemente en sus experiencias vitales por diversos factores que se sobreponen.
En el caso particular del FOSIS, esta perspectiva es fundamental para abordar la pobreza y entregar respuestas pertinentes, ajustadas a la experiencia de vida de las personas. Por ejemplo, no es lo mismo ser mujer y vivir en pobreza por falta de ingresos, que ser hombre. En el caso de las mujeres, los estereotipos de género limitan su capacidad de generar ingresos como un hombre y —sin duda— la edad, el origen étnico, la discapacidad y la ruralidad profundizan más esa brecha. Si a esto sumamos las labores de cuidado, la brecha puede ser mayor aún.
Entonces, esta perspectiva nos permite tener programas más fuertes y eficaces para la superación de la pobreza. Solo por mencionar algunas iniciativas que permiten un abordaje interseccional, podemos considerar: cuidado infantil durante la ejecución de nuestros programas; horarios adecuados a la necesidad de las personas; material didáctico traducido a lenguas originarias y redactado en lenguaje claro; uso de instalaciones accesibles y universales, en caso de actividades presenciales; transporte para quienes viven en localidades alejadas, entre otras cosas que asumimos como necesarias en cada una de las iniciativas que desarrollamos en el Servicio.
Junto con ello, entendemos que la superación de la pobreza considera, bajo esta mirada multidimensional, otros factores más allá de la entrega de bienes y recursos que se orientan a fortalecer lazos y redes. Así, en el FOSIS en nuestros programas EcoMercados Solidarios y Juntos Más Barato, se pretende no solo entregar ayudas —ya sea en entrega de alimentos gratuitos o en compras colectivas respectivamente —, sino que también generar sentido de comunidad y redes solidarias entre vecinos y vecinas.
Sin duda, nuestro país ha avanzado para mitigar los múltiples factores de vulneración de los derechos humanos de las personas y familias más pobres; no obstante, las brechas y falencias que todavía existen, debemos reconocer los avances en temas de provisión de salud, acceso a la vivienda, aumento de ingresos, entre muchos otros, que se vienen desarrollando desde el retorno a la democracia.
En este Día de los Derechos Humanos coincidimos con las palabras del secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, “los derechos humanos son la base de sociedades pacíficas, justas e inclusivas” y reafirmamos nuestra confianza en que su respeto nos permitirá avanzar hacia un país más justo, inclusivo y solidario.
Por Nicolás Navarrete Hernández, director nacional del FOSIS.