Si hay algo que muestra cuán profundo ha penetrado la ideología neoliberal en el ADN de Chile, fue la manera como la diputada comunista Karol Cariola defendió su decisión de cotizar en el sistema privado de salud en vez del público. Karol Cariola, ex presidenta de la federación de estudiantes de la Universidad de Concepción […]
Gran parte de la clase política y empresarial del país ha identificado al Ministerio Público como su principal enemigo. Y tienen razón. Después de todo, las investigaciones, citaciones y formalizaciones tienen al establishment chileno de cabeza. La Fiscalía ha destapado la olla dentro de la que había una cazuela rancia e incomible. Ahora se trata de volver a poner la tapa.
La derecha permanente de nuestro país –léase los grandes empresarios y El Mercurio– continúa con su campaña del terror en contra de las reformas y en contra del espíritu de nuestros tiempos.
No hay que ser ni experto ni economista para darse cuenta que el sistema de las AFP no es realmente un modelo de pensiones, sino que es un mecanismo de acumulación y redistribución del capital.
Los grandes empresarios chilenos son especialistas en convertir sus problemas gremiales en temas-país, en equiparar su bienestar con la supervivencia misma de toda la patria.
Muchos se quieren ir del gobierno, mientras los que quedan están en una encarnada lucha por mantener y ampliar sus parcelas del poder. Y para las vacantes que quedan, no existen apenas postulantes. En otras palabras, estamos vivenciando una masiva fuga de cerebros, y casi nadie se percata de ello.
Lo que estamos viviendo hoy es una farsa histórica: La agenda de reformas del gobierno está lejos, de la radicalidad del programa de la Unidad Popular. Mientras la derecha, comandada por El Mercurio, hace creer que lo importante para el país son 13 camiones, es decir aquellas cosas que afectan su billetera.
Michelle Bachelet da palos de ciego. Mientras en Chile promete gradualidad, dejando contentos a los grandes empresarios y a la derecha, en su gira por Centroamérica habla de Salvador Allende y el Estado de bienestar de la República Democrática Alemana.
No es casualidad que en los últimos meses el sector empresarial haya levantado artificialmente la potencial candidatura presidencial del ex mandatario Ricardo Lagos. Después de todo, la presidencia de Lagos fue el Jardín de Edén para ellos: férreamente pro-empresarial y al mismo tiempo capaz de contener a la izquierda y las reivindicaciones sociales.
Una clara señal de la confusión ideológica del gobierno fue la entrevista que Michelle Bachelet concedió al diario La Tercera y que fue publicado el domingo pasado. En pocas palabras, la Presidenta trata de “nunca quedar mal con nadie”.
Mientras la derecha piensa que el retorno del tema es un salvavidas desesperado de un gobierno sitiado por la baja aprobación, lo cierto es que es un asunto que incomoda a La Moneda. Porque, guardando las proporciones, muestra que ha desempeñado un papel secundario, ciertamente menor, en el gran pacto de silencio que encubre la historia contemporánea de Chile.
Mientras que el gobierno trata de recuperar con cierto desespero la “cariñocracia” que ha marcado la relación entre Michelle Bachelet y el pueblo, La Moneda ha ejecutado en paralelo una estrategia comunicacional desesperada: lanzar frases y conceptos que cada uno puede interpretar a su antojo.