A lo largo y ancho del mundo, la syrah da vinos de gran categoría en Australia, Francia, España, Sudáfrica, California y Argentina, entre muchos otros países. Sus vinos son muy diferentes, la syrah suele ambientarse muy bien en climas mediterráneos cálidos, y sus identidades son muchas.
Uno de los caracteres distintivos de un buen pinot noir es el entregar mucha intensidad de aromas y sabores a frutas rojas y berries frescos, frutillas, frambuesas, cranberry, cereza, entre otros, con un cuerpo mucho más ligero que un cabernet sauvignon y una consistencia que tiende a ser jugosa, sedosa o aterciopelada en la boca, sin los excesos de cuerpo y peso que se suelen encontrar en cepas como el cabernet sauvignon o el syrah de tierra semi desértica.
Hoy el sauvignon blanc chileno, con variados estilos, valles e identidades, es un blanco de verdadera clase mundial que, paradojalmente, apreciamos y bebemos poco en Chile, básicamente por mitos arraigados: que el blanco es “cañero”, “mal vino” y que es sólo para ensaladas, pescados y mariscos; ya desmitificaremos ello. Además, el consumidor chileno es más de chardonnay que de sauvignon blanc. Hace 45 años las uvas de sauvignon blancas no deben haber sido más del 5 por ciento del total de lo plantado en Chile, hoy es la dominante. Antes de ello hagamos un poco de historia.