En plena tregua pactada con los hutíes, el mandatario Abed Rabo Mansur Hadi ha decidido dar un paso al costado, delegando todos sus poderes “de forma irrevocable” en un consejo presidencial encabezado por un hombre de confianza de Arabia Saudita.
El crimen del profesional, colaborador asociado del Washington Post, generó indignación internacional. Agencias de inteligencia occidentales no dudaron en asegurar que el heredero saudita, Mohamed bin Salman, habría autorizado el brutal homicidio.
Gobiernos de ese continente repudiaron el asesinato cometido en el consulado de ese país en Turquía e incluso emplazaron a terminar con la venta de armas comprometidas. Mientras, el príncipe heredero Mohamed bin Salman se reunió con el secretario del tesoro norteamericano en Riad.
Arabia Saudita sigue desmintiendo categóricamente su implicación en el caso de la desaparición del periodista Jamal Khashoggi y responde a las amenazas de sanciones del presidente estadounidense Donald Trump, prometiendo contraatacar. El mandatario norteamericano había considerado que el país petrolero podría estar detrás de la desaparición de Khashoggi y el pasado sábado amenazó con un “castigo severo”, aunque al empezar de la semana bajó el tono evocando la posibilidad de que el periodista fuera sido asesinato por el “hampa”.