La sensación en las filas de la administración es de desgobierno total. Una asesora del Ministerio de Hacienda se queja que están siendo pauteados –y presionados- por economistas y ex jefes de esa repartición que salen a dar entrevistas a El Mercurio. Un importante asesor del Ministerio del Interior bromea con que lo único que falta para empeorar las cosas es que un meteorito caiga sobre Santiago.
En otras palabras, el programa reformista de la Nueva Mayoría quedó reducido a gestionar la crisis política que azota el país.
Mientras tanto, todos aprovechan de sacar ventajas políticas coyunturales. El caso más evidente es el de la Democracia Cristiana. Pese a una actuación insignificante en las primarias de 2013, ese partido que históricamente ha anhelado conducir de manera hegemónica al país, actualmente se siente empoderado para imponer sus puntos de vista. Un ejemplo de ello es el aborto terapéutico, una práctica introducida por el propio héroe DC Eduardo Frei Montalva, y mantenida durante toda la dictadura hasta 1989, cuando fue abolido. Los príncipes demócrata cristianos y los seguidores del “gutismo” DC, en cambio, se oponen a lo que su propio fundador impulsó. Es decir, la DC está retrocediendo 40 años en la historia de nuestro país.
Y lo mismo sucede con los partidos de derecha. Pese al descalabro electoral de fines de 2013 y el caso Penta, parecen estar imponiendo su ideología en el devenir diario del país. Con la ayuda de los medios de comunicación tradicionales, lograron introducir el concepto de la “gradualidad” al pensar común de la gente, concepto que traducido a lenguaje común, significa frenar las reformas que impulsó el año pasado la Nueva Mayoría.
Entonces, ¿ quién manda políticamente en Chile? La triste respuesta: nadie.
Hoy en la noche se reunirán en la casa del presidente de la DC, Jorge Pizarro, todos los jefes de partido de la coalición oficialista. Será el petit comité llamado a reemplazar a la Presidenta Michelle Bachelet.
En efecto, la presidenta Michelle Bachelet parece haber soltado todas las riendas y ahora son los caciques los que dictan la política en este país. Es más, según fuentes al interior de La Moneda, la mandataria quedó tan afectada con el caso Caval, que involucra a su hijo y nuera, que actualmente está tomando medicamentos para contrarrestar su ansiedad y depresión. “Una salida a la crisis política es que Bachelet renuncie por temas de salud”, afirma el director de un medio de prensa influyente a nivel nacional.
En un sistema presidencial como el chileno, el peso político mayor recae en la presidencia. Cuando éste no funciona o muestra signos de debilidad –cono sucede actualmente- todo parece derrumbarse como un castillo de naipes. Y es justamente eso lo que está sucediendo en el país. Con una presidenta que apenas supera el 20 por ciento de aprobación, todos –incluyendo adversarios y simpatizantes políticos- buscan sacar provecho de la debilidad presidencial.
Lo hacen los propios correligionarios de la mandataria y también el empresariado.
Mientras tanto, Michelle Bachelet da palos de ciego. Mientras en Chile promete gradualidad, dejando contentos a los grandes empresarios y a la derecha, en su gira por Centroamérica habla de Salvador Allende y el Estado de bienestar de la República Democrática Alemana. Aunque este último aspecto espanta a varios columnistas de derecha, lo cierto es que muestra la confusión e indefinición ideológica de la mandataria.
Como asegura una persona que trabaja en La Moneda: “Al final del día, todos trabajamos para ella, aunque ella no lo sepa”.