Por estos días, el guitarrista chileno Luis Orlandini tiene preocupaciones variadas. Además de sus habituales conciertos y grabaciones, por ejemplo, debe planificar una gira por Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia, junto a su colega Romilio Orellana; y preparar las obras que los compositores Pablo Aranda y Jorge Pepi están componiendo para él.
Sin embargo, tiene también que atender un asunto más inmediato: el próximo martes se inicia el nuevo Ciclo de Guitarra Clásica del Teatro Municipal de Santiago, que nació luego que él se lo propusiera el año pasado a Frédéric Chambert, poco después que éste había asumido la dirección del recinto de calle Agustinas.
“La guitarra clásica ha tenido un desarrollo muy importante en Chile y eso no se ha correspondido con los espacios que tiene en su propio país -asegura de entrada Orlandini, sentado junto a su guitarra y algunas partituras, en la oficina que ocupa en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, donde es profesor titular. En este momento, quizás los guitarristas chilenos pueden mostrarse más en el extranjero que en Chile mismo”.
Según dice, el Municipal era un caso emblemático de esa postergación: “El piano tuvo una tradición fundamental en Chile, desde la época de Rosita Renard, de Claudio Arrau, de grandes pianistas que fueron universales y muy importantes, y esa tradición está afianzada en el Teatro Municipal con su ciclo de Grandes Pianistas. La guitarra, sin embargo, no tiene un espacio equivalente”.
Ante eso, Orlandini concibió un ciclo de cinco conciertos, que se inician este martes con Carlos Quezada, en la Sala Arrau. Luego, se presentarán Romilio Orellana, Sebastián Montes, Katrin Klingeberg, Óscar Ohlsen, Eduardo Figueroa y el propio Orlandini (ver detalles abajo).
La selección, señala el intérprete, busca ser “una muestra lo más representativa posible de lo que están haciendo los guitarristas chilenos”.
“Óscar Ohlsen y Eduardo Figueroa muestran a una generación y tocan música antigua, con instrumentos asociados, como la guitarra barroca y, probablemente, el laúd. Después hay otro dúo, de otra generación, que son Sebastián Montes y Katrin Klingeberg, con un repertorio más dirigido a la música del siglo XX, incluso a la raíz folclórica. Por otro lado, tenemos dos representantes muy importantes: Romilio Orellana, profesor de esta universidad y muy orientado a los autores chilenos y latinoamericanos; y Carlos Pérez, uno de los grandes solistas que tenemos en Chile, que tiene una presencia en todo el mundo. También participo yo, que hago un repertorio específico, que es música del periodo clásico romántico”.
“Lo interesante es que la guitarra no tiene una cosa tan monolítica como el piano. El repertorio transita por los géneros. Lo popular y lo clásico, de repente, como que se difuminan un poco. Eso es sano y es parte de nuestra identidad. La guitarra permite una apertura a un público que eventualmente no iría a un concierto de piano a escuchar a Chopin, Schumann y Beethoven”.
¿Cómo se proyecta este ciclo en el futuro? ¿La idea es que se establezca como el ciclo de pianistas?
Claro, la idea es generar una tradición y hacer un ciclo anual. Hay que ver cómo funciona. Si tiene el mínimo éxito de convocatoria que se espera, se va a proyectar en el tiempo y quizás se podrían incorporar otras variables, como tener invitados del extranjero o utilizar agrupaciones más grandes.
¿Y usted confía en tener convocatoria?
Siempre es un aspecto fundamental. Yo lo veo bien. El peligro que tenemos, en nuestra sociedad artística en general, es que la gente está muy mal acostumbrada a ir a conciertos gratis, entonces cuando la entrada vale una cantidad de dinero, se tienden a complicar un poco. Yo confío en que la tradición del Municipal va a apoyarnos también.
¿No hubo antes en el Municipal un ciclo como éste? ¿Por qué?
Se han hecho ciclos, pero nunca prendieron como una cosa estable. El Municipal nunca se hizo cargo de que fuera permanente, esa es la cuestión que me interesa. Lo hicieron como una cosa esporádica, para ver qué pasaba y después no siguieron. Quizás encontraban que no era rentable y, por otro lado, pudo haber una minusvaloración del instrumento. Para las personas que están acostumbradas al Teatro Municipal, la gran música, como se suele llamar, está asociada al piano y la orquesta. La guitarra es mirada con recelo porque está en todos los ámbitos, pero yo creo que el cambio viene por ahí. Este instrumento hay que valorarlo por su amplitud, por su versatilidad.
Esta minusvaloración es algo que ha ocurrido históricamente, ¿no? No es del Municipal solamente.
No, claro. Yo ya llevo hartos años en esta cuestión y una de mis misiones fue ir rompiendo un poquito ese esquema en Chile. La Sinfónica lo rompió hace mucho tiempo. La Orquesta de Cámara, la Orquesta de la Usach, también. Siempre los guitarristas están en todas partes. En el fondo, el Municipal era el punto negro.
¿Por qué ha ocurrido ese fenómeno?
Habría que aventurar una explicación media sociológica. De acuerdo a mi experiencia, hay una tergiversación del valor que puede tener un instrumento en relación al arte. Como te decía, en el Municipal, el piano está asociado a la gran música de concierto; la guitarra, no. Lo que pretende este ciclo es cambiar ese fenómeno y que la gente aprecie este instrumento en toda su dimensión, como un instrumento de concierto que tiene amplias posibilidades, pero que transita por los géneros. Esa es una virtud, no un defecto.
En el siglo XIX, cualquier casa tenía un piano, incluso en las casas de gente que no tenía tantos recursos había un piano sencillo, no tan afinadito. Hoy la gente tiene una guitarra, se transformó en un instrumento que es parte de nuestra identidad cultural. No mostrar todo ese potencial, en nuestro principal teatro, era un gran pecado.
¿Se puede decir que hay un auge de la guitarra ahora en Chile?
Sí, está ocurriendo hace mucho tiempo. Hay muchas personas que han ido aportando su grano de arena, desde los años 50 hasta ahora, pero desde los ‘80 hubo como una explosión en número, en calidad y en reconocimiento internacional. Ha habido una labor mancomunada y hay un talento en las personas que permiten que esto vaya aflorando. En esta facultad, por ejemplo, hay 60 alumnos de guitarra clásica, que pretenden hacer una carrera con el instrumento. Es muchísimo. El maestro Ernesto Quezada, que fue mi profesor también, generó gran parte de este movimiento. Ahí hay un punto de explicación del auge de la guitarra.
¿Es el instrumento con mayor presencia entonces?
A nivel internacional, con toda confianza, te diría que sí.
¿Y qué tienen los guitarristas chilenos que los distingue en el extranjero?
Lo que puede identificarlos, además del talento natural ejecutarla, es una buena formación. Yo he viajado harto y me doy cuenta que a veces la formación no es tan buena en otros lugares. Si vas a Ecuador, a Bolivia, a Perú, a varios lugares, no es tan buena. Incluso hay lugares que tienen más visibilidad, porque trabajan mejor el marketing. Venezuela, por ejemplo, es muy conocida porque tiene a Gustavo Dudamel, pero en el ámbito de la guitarra clásica, a pesar de que tienen una tradición importante, no pasa mucho. Aquí la formación ha dado frutos.
Eso plantea un problema: ¿dónde van a tocar todos esos guitarristas que se están formando?
Bueno, por eso abrir espacios es una prioridad. Escenarios hay. Chile ha construido toda una infraestructura cultural que me parece destacable, pero muchas veces no hay tantos recursos para generar una parrilla programática en esos mismos teatros. Eso ya es un problema.
Programación
El ciclo se inicia a las 19:30 horas de este martes 4 de abril con Carlos Pérez, quien tocará composiciones de Domenico Scarlatti, Johann Sebastian Bach, Ernesto Nazareth e Isaac Albéniz.
Las siguientes fechas son:
6 de junio: Romilio Orellana.
29 de agosto: Sebastián Montes y Katrin Klingeberg.
3 de octubre: Óscar Ohlsen y Eduardo Figueroa.
21 de noviembre: Luis Orlandini.
Más información en Teatro Municipal de Santiago.