Más de veinte universidades se encuentran movilizadas exigiendo una educación no sexista, un movimiento que ha develado un sinfín de casos de acoso sexual, abuso de poder y una forma institucionalizada de silencio que hoy tiene voz.
Durante los últimos días, Chile ha sido testigo de escenas históricas, como la primera toma feminista en la Universidad Católica, donde sus estudiantes sentaron a negociar a la rectoría, consiguiendo nada menos que la acogida inmediata de sus demandas. Según expresó el rector de dicho plantel, Ignacio Sánchez, las peticiones del estudiantado “serían abordadas en el corto, mediano y largo plazo”.
Catalina Cabello, vocera del movimiento feminista lideró la toma expresando que“la Universidad Católica es una de las principales cómplices de la violación de los derechos de la mujer, lo que se ve reflejado en que continúe la objeción de conciencia de la red salud UC Cristus, a pesar de que todo el estudiantado votó en contra de esta medida, solo por responder a un conservadurismo obsoleto”.
Este escenario de movilización estudiantil ha tenido como parte de sus protagonistas a las universidades privadas, planteles que hace cerca de diez años se han incorporado como uno de los actores principales dentro de las demandas sociales. Aun cuando en estos contextos institucionales la organización de los estudiantes no es tan natural como en universidades públicas.
Privadas movilizadas
El sistema de educación superior chileno cuenta con cerca de 150 planteles que hoy forman a estudiantes en diferentes disciplinas. Durante los últimos meses hemos sido testigos de cómo algunas de estas casas de estudios han sido tomadas o se encuentran movilizadas.
El contexto institucional de las universidades privadas es diametralmente diferente al de las universidades públicas, ya que en estas últimas, por lo general, existe una política partidista activa con representantes federados dentro de una organización mayor. Por el contrario, en las instituciones privadas de educación, el desarrollo de federaciones de estudiantes está en construcción, aunque algunas ya han logrado desarrollar esta lógica de trabajo político.
Sin ir más lejos, en las movilizaciones desarrolladas por estudiantes de la Universidad Andrés Bello durante el año 2016, se constituyó la primera federación que congregaba a los diferentes campus que hoy mantiene dicha casa de estudios. Durante dicha movilización nacional de la UNAB se sumarió a 21 estudiantes que participaron en las protestas, aludiendo al reglamento interno de conducta de la institución, específicamente al artículo 17 del reglamento de disciplina.
Dicho instrumento institucional sigue vigente y es parte de las condiciones a las que se deben enfrentar los estudiantes cuando deciden movilizarse. Estas presiones no son las únicas barreras que deben sortear los jóvenes, ya que según explica Paulina Arancibia, estudiante de cuarto año de derecho de la UNAB, “lo más complejo es que las bases consideren la necesidad de movilizarse cuando están suscritos a un modelo educativo como el de la universidad privada”.
“En general los centros de alumnos casi todos los años, desde 2014, que es la época en que yo he sido alumna, han sido movidos y entregan información. El punto es llegar a las bases, porque existe un individualismo que los lleva a pensar solo en ‘yo vengo a estudiar y quiero mis clases y me voy’. Muchos de nuestros compañeros no vienen a formar comunidad, no vienen a construir una conciencia social, es bastante difícil llegar a los compañeros”, plantea la estudiante de derecho.
El año 2017 la Universidad Andrés Bello contaba con más 43 mil alumnos, seguida por Inacap (36 mil), la Universidad de Chile (31 mil), Santo Tomás (28 mil) y San Sebastián (27 mil). Según explicó la estudiante de derecho de la UNAB, una barrera con la que se encuentran para desarrollar una organización estudiantil es que los alumnos “no tienen experiencia, ya que la mayoría de los estudiantes son de colegios subvencionados, colegios de clase media o municipales de comunas periféricas en los que no se viven los movimientos sociales”.
El caso de la Universidad Andrés Bello se repite en la Universidad Alberto Hurtado, que durante 2016 también persiguió estudiantes a través de sumarios, y la Universidad Católica Silva Enríquez que, según planteó el sociólogo Miguel Urrutia, ha acabado con todos los focos de organización estudiantil, yendo en contra del planteamiento de su fundador.
En el caso de la Universidad Diego Portales, específicamente en la facultad de Arquitectura, Diseño y Arte, que se encuentra en toma, las alumnas que han levantado la movilización feminista dicen que las relaciones con la rectoría están totalmente rotas, que no existe comunicación, y lo que es peor, se informa a través de correo electrónico que se retomarán las clases y las evaluaciones, aunque la toma siga.
Según cuentan las estudiantes, las estrategias para terminar con la movilización son variadas, por ejemplo, revisiones de evaluación fuera de los edificios en toma o la obligación para los funcionarios de trabajar en otras sedes mientras sus puestos de trabajo son parte de la movilización.
En términos académicos, Gabriela Toro, estudiante de la facultad de Arquitectura de la UDP planteó que “en ese sentido hay mucha desinformación con lo que se habla, con lo que se sabe, porque desde ahí nace el descontento. En mis cuatro años aquí me ha costado mucho, desde la institución, adoptar ciertos conocimientos que tienen que ver más con las luchas sociales, con el feminismo, con la educación o el movimiento estudiantil, y he tenido que hacerlo desde el autoeducación”.
“Tampoco hay una cultura de la política, muchas veces se confunden en hablar de política con el discutir, pero cuando uno se empieza a cuestionar las cosas y empiezas a tener tus propios planteamientos vas visualizando ciertos problemas sociales, y eso nunca se ha dado, puedes hablar algunas palabras sueltas con los profesores, pero no te enseñan a tener un planteamiento crítico respecto al entorno”, explicó Valentina Fuentes.
Una de las estrategias que la administración de la UDP tiene para deponer las manifestaciones es “mandar información que no es real, también así tratan de controlar a las personas que están asustadas por el tema académico y también se crea una animadversión contra nosotras, con esto crean una segregación de las personas que quieren seguir con su vida académica normal y las que quieren seguir movilizadas”, denuncia Francisca Malagueño.
Corriendo el cerco institucional
La experiencia de estudiantes de la Universidad Andrés Bello y Diego Portales reflejan una realidad latente para los movimientos estudiantiles. La oposición a la expresión de los jóvenes frente a reivindicaciones sociales y derechos fundamentales se vuelve un reflejo de nuestra sociedad, que en una adultez próxima, se podría repetir como un patrón.
Es necesario considerar que en las universidades públicas la triestamentalidad sigue siendo un punto histórico en las luchas por conseguir representatividad en las instancias de decisión, aun cuando existe una participación instituida de parte del estudiantado.
El punto es que en las privadas aún se sigue luchando para que los estudiantes tengan voz. Miguel Urrutia, sociólogo y académico de la Universidad de Chile señaló a nuestro medio que“un mundo con tantas restricciones de organización, con tanta restricción para la acción colectiva como es el mundo de las universidades privadas, tiende a reinstalarse como pregunta no solo los beneficios de que gozan los estudiantes, sino que si dispone o no de los medios de una determinada forma metodológica que permita expresar cualquier posición colectiva. El solo hecho de ir a paro por fuera de las restricciones estatutarias que tienen esas universidades, de sus propios cánones internos, ya se podría decir que es un hecho constituido de política de trasformación en las relaciones de poder al interior de esas universidades independientemente de los fines, de los logros y conquistas. Hay ahí una conquista en sí misma, por el cerco que está tendido sobre la posibilidad de organización estudiantil en las universidades privadas”.
Por otra parte, es necesario fijar muy bien el ojo, ya que tal como ocurre con los sindicatos en las empresas “hay federaciones amarillas formadas por las instituciones privadas de educación y que trabajan en esos términos, y aunque aceptan todas las normas, hay autoridades que les parece que ese espacio no se debiera conceder y que los estudiantes no tienen que vincularse”, explicó Miguel Urrutia.
Aunque el sociólogo hace la salvedad que este panorama no se puede generalizar, sino que es necesario hablar de una heterogeneidad, que por lo actual del fenómeno social nos permite ver sobre la base de algunos ejemplos un problema que podría abordarse complejamente.
Según planteó Urrutia, existe un modelo de politización sacrificial que marca sus avances mediante “sacrificios que pagar, cancelaciones de matrícula, se pierden clases, dinero, calificaciones, y ese modelo hoy lo encarnan fuertemente las universidades privadas por razones estructurales, están determinadas a ser el chivo expiatorio de esto y su manera de hacer política es bien sacrificial. No digo que sean los únicos, también están las universidades públicas que usan esto como una puerta flexible que no solo se basa en sostener este gesto de sacrificio, sino que el combinar herramientas en operar practico- estratégicamente, voltear, replegarse, conseguir, conquistar, volver a plantear, procesar. No todas las conquistas son buenas a veces renunciar a ciertas conquistas para luego ir a una conquista más profunda, van contribuyendo a una nueva forma de politización”.
“Para los que estamos acostumbrados, hay una historia reciente con un enorme despliegue de los sectores dominantes que se ha traducido en una capacidad muy fuerte para recuperar terreno, incluso, desde los movimiento contestatarios en torno a sus intereses. Aun así sabemos que el cerco se ha corrido, que la imaginación avanza, que se generan condiciones para una sociedad de tipo diferente, a lo menos post neoliberal, en esa historia de marcha lenta y que tiene pequeños pasos como el movimiento que estamos viendo ahora, quizás, el más importante de los hitos que vamos a reconocer hasta estos minutos. En los cambios que se están consiguiendo, este movimiento tiene una relevancia mayúscula”, finalizó el sociólogo de la Universidad de Chile.