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Año XVI, 18 de abril de 2024


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Nuestra grandeza

Columna de opinión por Vivian Lavín A.
Martes 24 de noviembre 2009 16:34 hrs.


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Ascendiendo  un cerro, en el Archipiélago de los Chonos, frente a la gran Isla de Chiloé, dijo: “Es una excusión muy penosa, porque los flancos son de tal manera abruptos, que en ciertos lugares me veo obligado a trepar a los árboles. Me es preciso también atravesar muchos campos de  fucsias de admirables flores colgantes, pero donde no puede uno arrastrarse sino difícilmente. Se experimenta una gran sensación de placer alcanzar la cumbre de una montaña (…) de orgullo y de triunfo (…)un poco de vanidad viene a unirse a ese sentimiento; uno se dice, en efecto, que quizás es el primer hombre que haya puesto el pie en aquella cumbre o que haya admirado tal espectáculo”.

No piense usted que esta cita corresponde a uno de nuestros valientes montañistas ascendiendo alguna de las más altas cumbres de nuestra geografía. Tampoco crea usted que quien se atreve a realizar tal excursión sea una persona que al menos, calce un par de zapatillas o calzados de “trekking”, como los llamamos hoy. Ni menos que lleve una parka para protegerse del viento y la lluvia de esas latitudes.

La cita corresponde al diario de viaje del naturalista inglés Charles Darwin cuando un 18 de diciembre de 1834 se encontraba explorando el sur de nuestro país. El joven Darwin apenas superaba los 20 años de edad y se encontraba realizando un viaje maravilloso junto al capitán del barco HMS Beagle, Robert Fitz-Roy, quien dispuso de una plaza adicional a la tripulación habitual para albergar a un científico que pudiera sacar buen provecho de la oportunidad de recorrer toda la costa americana mientras confeccionaba un mapa que le encargara la corona británica.

El espíritu de aventura de Darwin no deja de sorprender. Hace 175 años, las condiciones de exploración no eran las actuales. Hoy, contamos con todo tipo de equipamientos y facilidades que hacen incluso grata una exploración que entonces, era “muy penosa”, como lo describía el científico inglés. Sin embargo, esto no era obstáculo para subir la montaña más escarpada ni para dejar de gozar con la flora y fauna del lugar hasta en sus más mínimas expresiones.

La idiosincrasia chilena, nuestra educación, nuestras costumbres no incluyen el disfrute y aprendizaje de la naturaleza en estas condiciones. Unos pocos preferimos leer las fascinantes páginas de Darwin, y el resto, ni siquiera eso. En tanto, nuestra geografía desde el extremo norte hasta el extremo sur, es recorrida por turistas extranjeros de todas las edades hambrientos de paisaje y experiencias.

Nosotros, en tanto, copamos los vuelos a Buenos Aires o partimos jubilosos a las playas caribeñas apenas el dólar baja. Con dificultad consideramos un viaje del tipo que sea, en pareja, en familia o en solitario, como se suele ver, a visitar nuestras maravillas naturales. Para qué decir de la educación en las aulas que prefiere proyectar fotos en las actuales pizarras blancas antes que pensar en un viaje de menos de una hora y media a la Cordillera de la Zona Central para que los niños conozcan la nieve…bueno, y si lo hacen alguna vez, será para que se deslicen en bolsas de basura, pero escasamente para aprovechar de manera didáctica y con espíritu científico una visita de este tipo.

Cuando leo a Darwin pienso que las naciones no la hacen unos pocos hombres iluminados que con arrojo son capaces de conquistar territorios o los espacios del saber. Creo que las grandes naciones están integradas por los anónimos habitantes y ciudadanos de un territorio que saben reconocer, conocer y, finalmente, apropiarse de lo que se les ha dado y que además son capaces de transmitir estos hábitos a sus descendientes. 

La idea es que ni la Cordillera  o el mar, sean para nosotros ni  paredes ni muros sino una invitación a subir y a navegar, a experimentar ese sentimiento de “orgullo y de triunfo” y también “de vanidad”, como lo señalaba Darwin, para sentirnos verdaderamente grandes.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.