Regular a Generales Políticos

  • 14-04-2010

Un número significativo de ex jefes de las Fuerzas Armadas chilenas han colgado el uniforme de cuatro estrellas y charreteras para vestir trajes de funcionarios o parlamentarios de la derecha. Ha quedado comprobado, en muchos casos, que ideológica y doctrinariamente, quienes tuvieron la responsabilidad de comandar tropas al servicio “de todos los chilenos” y de la Patria, tenían su corazón y su cerebro junto a las ideas y las políticas de la derecha.

Los últimos casos son recientes, elocuentes y alarmantes. El jefe del Ejército, Oscar Izurieta, no tardó ni un mes de haber dejado el sensible y estratégico cargo, para asumir como subsecretario de Defensa del gobierno del derechista Sebastián Piñera. Y no pasó un par de semanas para que nombra como jefe de gabinete de esa subsecretaría del gobierno piñerista a Mario Larenas, otro general en retiro.

En las mismas semanas, el general ®, Juan Emilio Cheyre, que había sido comandante en jefe del Ejército antes que Izurieta, realizaba ácidas críticas a la ex Presidenta de la República, Michelle Bachelet, por supuestas deficiencias en la atención de la emergencia del terremoto de febrero, y lo hacía desde una posición ya habitual en este militar: como comentarista y entrevistado en medios de comunicación. Por cierto, Cheyre al poco tiempo de dejar la jefatura del Ejército, se puso a la cabeza de un área de estudios internacionales estratégicos de la Universidad Católica donde, obviamente, tenía la ventaja de manejar información, antecedentes, cifras, referencias, documentos de alta sensibilidad, incluso de Estado, al haber sido uno de los comandantes en jefe de las FF.AA.

Es un hecho de la causa que de los tres jefes del Ejército posteriores a Augusto Pinochet, dos han asumido posiciones comprometidas con la derecha y distanciadas de la Concertación.

Años antes, jefes de la Armada, la Fuerza Aérea y Carabineros, postularon al Parlamento desde las filas de los partidos conservadores y derechistas liberales (UDI y RN) o se alienaron con la derecha siendo “senadores designados”, representados en casos notorios como el almirante Armando Arancibia o Rodolfo Stange.

Una de las escasas excepciones la produjo en la pasada elección parlamentaria el ex director general de Carabineros, Alberto Cienfuego, quien postuló a la Cámara de Diputados como independiente en un cupo de la Democracia Cristiana.

A pesar de que hay voces militares, como las del ex capitán de Navío, Fernando Thanby que hablan de “cooptación” de jefes militares por parte de la Concertación, lo más gravitante es la conexión de los generales y almirantes con la derecha.

Es menester recordar que el golpe de Estado de 1973 y el posterior periodo dictatorial de 17 años materializó una innegable alianza entre el conjunto de la derecha chilena con las Fuerzas Armadas que, para sintetizar en una anécdota, se revela en aquella foto de decenas de legisladores y dirigentes de RN y la UDI, apretujados para salir cercanos a Augusto Pinochet.

Como sea, en la actualidad, cuando se reivindica la necesidad de una “democracia moderna” en el país y el funcionamiento transparente y responsable de las instituciones formales, parece necesario analizar los roles que pueden llegar a cumplir quienes han recibido la responsabilidad de comandar las Fuerzas Armadas.

Una medida que se antoja sana, conveniente y profesional, sería que los comandantes en jefe al pasar a retiro no puedan asumir cargos públicos, políticos, legislativos y en entidades académicas a cargo de ciertas áreas y estamentos, hasta dos años después de dejar sus cargos militares.

Ello apuntaría a que no puedan hacer uso ni tener la ventaja comparativa de haber tenido acceso a información de Estado, mucha de ella confidencial sino secreta, políticas y planes estratégicos del país, referencias de relacionamientos y conflictos con países fronterizos, adquisición de material de guerra que en general se hace con empresas trasnacionales privadas y relacionamiento con Presidentes de la República en materias altamente sensibles.

Habría que regular de manera más eficaz el paso a retiro de los altos jefes militares porque por doctrina y funcionamiento, por lo demás, la carrera militar no está concebida como posibilidad de carrera política ni académica, muchos menos a partir de potenciarse por un rol que le otorgó la República en tanto miembros de las FF.AA.

Esto podría dar pie incluso a que se hable de “conflictos de intereses” al interior de las Fuerzas Armadas. Sin olvidar que, por ejemplo, hay regulaciones para que funcionarios de ciertas entidades del Estado puedan pasar a directivas de empresas.

No hay que olvidar detalles no menores como que los ex generales y almirantes reciben una jubilación y tienen varias prerrogativas previsionales y de respaldos institucionales, como la atención médica, que provienen del Estado, estando protegidos en su supervivencia.

Dada la historia reciente de Chile, parece aconsejable que comandantes en jefes del Ejército, la Fach y la Armada pasen realmente a retiro cuando cumplen el ciclo establecido por norma. Ayudaría a la sanidad democrática.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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