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Año XVI, 28 de marzo de 2024


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El ghetto de Gaza

Columna de opinión por Hugo Mery
Viernes 4 de junio 2010 9:49 hrs.


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A un “liderazgo de tontos”  atribuyeron varios medios israelíes la decisión de interceptar el paso de una flotilla humanitaria a la bloqueada franja de Gaza. Se quisieron referir con esto a las malhadadas consecuencias políticas, diplomáticas y de reputación internacional que trajo el ilegal ataque militar en aguas internacionales, con su secuela de muertos, heridos y prisioneros.

Pero la verdad es que la acción de Tel Aviv debe inscribirse en un diseño que va mucho más allá de un incidente de previsibles proporciones: es la aplicación sistemática de una política de asedio al pueblo palestino, para anular el apoyo que pueda darle a grupos como el Hamas, que se oponen a la existencia del Estado judío.

Si quienes están hoy a la cabeza de éste arguyen que fueron víctimas de una trampa, no es que sean tontos porque cayeron en ella: Benjanín Netanyau y sus aliados están determinados en llevar adelante una política de fronteras seguras sin importarles las consecuencias, tal como lo probaron en la represión al pueblo de Gaza de hace un año y medio, arrasando con viviendas donde había niños y mujeres, no sólo potenciales terroristas.

En este cuadro de condiciones infrahumanas llevadas al límite no vale el otro argumento de Tel Aviv: de que a bordo de los seis barcos iban “activistas”. Y claro que los había: la ayuda humanitaria la llevaba gente que cree firmemente en que toda la situación es intolerable y así lo declaró antes de partir de Chipre: su acción no sólo buscaba llevar alivio transitorio a una población, sino poner fin al bloqueo que tiene confinados a un millón y medio de palestinos en lo que puede llamarse con propiedad “el ghetto de Gaza”.

Estos activistas de una causa humanitaria pueden ser más eficaces que guerrilleros y terroristas y los estrategas nacionalsionistas también lo saben y por ello los consideran también sus enemigos. Tal vez ejercen “el liderazgo de la tontera” cuando creen que esta vez tampoco sucederá nada, que las condenas internacionales caerán en el olvido, en la misma medida que algunas declaraciones cruciales -como las de EEUU y el Consejo de Seguridad de la ONU- fueron tibias e insuficientes.

Pero aunque haya muchos intereses políticos, de defensa, económicos y electorales en juego (como lo prueba en especial la actitud pública del gobierno de Obama), algunas ventajas empiezan a resquebrajarse. La aliada Turquía no tuvo otra opción que “maldecir” el ataque, ya que el barco abordado y la mayoría de las víctimas eran de ese país, y Egipto debió abrir el paso que controla y permitir el acceso (permanente o transitorio, no se sabe) a Gaza.

Y se reabrió la incógnita de hasta dónde Washington tolerará la el rechazo de Tel Aviv a su demanda de detener los asentamientos en Cisjordania, mejorar la situación de los palestinos y reconocer su Estado. Los chocolates, materiales a construcción, juguetes y sistemas de electricidad no llegaron a puerto una vez más, pero puede que se haya abierto un boquete en esa franja de la vergüenza.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.