En tanto, la situación se mantiene tensa entre el gobierno y los sindicatos. Estos últimos intentan bloquear la actividad económica y tienen paralizado el puerto de Marsella, el principal del país. En Marsella reina la fetidez de las calles donde se amontonan toneladas de basura. Y frente al puerto hay más de 60 barcos esperando que termine la huelga de los estibadores. Las 12 refinerías petroleras de Francia están paralizadas. Grupos de camioneros bloquean carreteras. En las cinco o seis manifestaciones realizadas participan empleados públicos de diversos sectores y también hasta quinceañeros alumnos de liceos. Con el paso de las semanas la huelga va más allá de las jubilaciones y deja el paso a toda clase de descontentos.
Beneficio electoral
Este movimiento es vital para los sindicatos y para el partido socialista, que se frota las manos en espera de un beneficio electoral. Pero también es vital para el gobierno. Y sobre todo para el presidente Nicolás Sarkozy. La reforma del sistema de jubilaciones es una de sus promesas electorales fundamentales. Si Sarkozy es derrotado ahora podría perder su reelección en el 2012 y dejar el lugar a los socialistas.
En tanto, se descubrió una manipulación de gran magnitud perpetrada por los dirigentes sindicales. Pero es difícil saber exactamente quiénes y cuántos participan en los desfiles. Sobre todo después que hace unos días se descubrió que la opinión pública era manipulada por los sindicales que daban enormes cifras de manifestantes. Las cifras resultaron falsas gracias a que un diario contrató por primera vez a una empresa española especializada en la contabilidad mediante cifras e informática. Y también por una contabilidad realizada por un sitio periodístico e izquierdista, Mediapart.
Datos oficiales
En Francia, la prensa no hace su propio conteo sino que se limita a publicar los datos oficiales de los sindicatos y de la policía, limitándose a concluir que hay “una guerra de cifras”.
La manipulación de la opinión pública por los sindicatos quedó en evidencia. En otro país industrializado habría habido un escándalo. Pero en Francia –tratada desde hace años de “país bananero” por ciertos críticos virulentos franceses- no pasó nada. Y “la guerra de cifras” como si no pasara nada.
De todos modos, más allá de la impopularidad evidente de Nicolás Sarkozy, la manipulación sindical de las cifras no es decisiva.
Pues el verdadero desenlace de la huelga no dependerá de la gente en la calle sino del bloqueo económico del país por los sindicatos que controlan sectores claves como los puertos, las refinerías petroleras, los camioneros, los transportes en general y otras actividades.
Una parálisis de la actividad económica podría derrotar al gobierno.
Pero la batalla no está todavía ganada. El gobierno reitera que no se dejará dominar. Y este lunes se anunciaban primeras fisuras entre los sindicatos. Entre ellos hay quienes sostienen que en un país democrático como Francia, si el Senado aprueba el miércoles el proyecto de ley en cuestión, habrá que cambiar de estrategia por respeto al Poder Legislativo. Mientras que otros dirigentes proponen continuar y endurecer la protesta y los choques con las autoridades.