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Los franceses otra vez

Columna de opinión por Hugo Mery
Viernes 22 de octubre 2010 11:35 hrs.


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Cada cierto tiempo, los franceses demuestran que no han sucumbido del todo a los principios del neo liberalismo y que si bien en los últimos tiempos eligieron presidentes de derecha están dispuestos a combatirlos en las calles, cuando de plantear sus reivindicaciones sociales se trata.

El comienzo y el contenido de las protestas tienen un sentido muy francés: apenas comenzada la “rentrée”, es decir la vuelta al trabajo después de las vacaciones de verano, hubo seis jornadas de huelga nacional, tres de las cuales tuvieron lugar esta semana. Y el objetivo declarado es obtener el retiro del proyecto legislativo del gobierno que aumenta de 60 a 62 años la edad para jubilar y de 65 a 67 años la edad para obtener la pensión completa por quienes no cotizaron durante todo el tiempo de su vida laboral.

El pueblo trabaja todo el año con vistas a las sagradas vacaciones y vive a lo largo de los años preparándose para un retiro de recreación durante su vida otoñal. ¿Qué golpe más duro para este espíritu que un proyecto que busca rescatar del desfinanciamiento el sistema de pensiones? Para combatirlo, los trabajadores sacaron toda su fuerza de organización y convocatoria y su capacidad de movilización, bloqueando las arterias de distribución de combustible.

Y obtuvieron algo que es esencial, la adhesión estudiantil. Con ésta lograron agitar dos fantasmas que asustan a la derecha: el movimiento de 2006, que terminó echando abajo un proyecto de contratación laboral que los jóvenes estimaban lesivo para sus intereses, y aquellas míticas protestas de mayo de 1968, que aunque no tumbaron al presidente De Gaulle constituyeron la antesala para su renuncia el año siguiente, por un motivo que se consideró mero pretexto.

Esta vez, cualquiera sea el desenlace de la actual ola –con nuevas marejadas anunciadas para el próximo jueves y el 6 de noviembre-, Francia volvió a colocarse a la cabeza de las convocatorias de masas en Europa. Y cualquiera sea el real alcance político del actual malestar, no cabe duda de algo: el profundo sentido social de las protestas va de la mano del sentimiento de que el liberalismo no debe confundirse con el neoliberalismo, en la medida que éste sólo postula la libertad de mercado, dejando al individuo a merced de fuerzas contra las que el ciudadano convertido en consumidor no puede enfrentarse solo.

En un plano más coyuntural, las revueltas desbordan el blanco de la ley sobre la edad de jubilación, y se enfocan en la figura del presidente Nicolas Sarkozy. No sólo el 71 % de los franceses apoya las huelgas, sino que un porcentaje similar lo estima un mal presidente. Socialistas, verdes y centristas dilatan el debate legislativo en espera –se les acusa- de que el movimiento en las calles “engorde”  y el gobierno sale al paso de las más de 200 indicaciones opositoras tratando de imponer una votación única de su iniciativa.

Son escarceos que políticamente miran más allá del fracaso del proyecto, porque aunque Sarkozy logre imponerlo, de todos modos su reelección en 2012 se encuentra –en estos momentos- muy comprometida.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.