La Vicerrectoría de Extensión de la Universidad de Chile organizó la conferencia “Políticas de la Diferencia”, donde la destaca intelectual franco-búlgara, Julia Kristeva recibió la medalla rectoral de nuestra casa de estudios de manos del rector Víctor Pérez Vera.
Más de 260 mil personas asistieron a la Feria del Libro 2011. La cifra alcanzada durante el evento que se extendió entre el 28 de octubre y el 13 de noviembre, tuvo como participante destacada a la Universidad de Chile, que con su lema “La Chile se toma la feria” tuvo una gran convocatoria en cada una de sus actividades.
De hecho, el hito de este año fue la conferencia “Políticas de la Diferencia” de Julia Kristeva, figura fundamental de las Ciencias Sociales de los últimos 40 años, con aportes a la filosofía, sociología y psicoanálisis entre otras disciplinas. La ceremonia en la que Kristeva recibió la medalla rectoral de la Universidad de Chile convocó a 800 personas.
Kristeva pronunció un discurso al recibir la condecoración de manos del rector Víctor Pérez Vera, el que se reproducimos a continuación:
Discurso de Julia Kristeva en la Ceremonia de entrega de la Medalla Rectoral de la Universidad de Chile, en el marco del Aniversario 169 y los Diálogos del Conocimiento de Primavera.
Feria Internacional del Libro de Santiago: “La Chile se toma la Feria”
“En este día solemne quiero agradecer en primer lugar a la Universidad de Chile por el honor que me es recibir la medalla rectoral de esta universidad. Veo en ello un signo de reconocimiento, más allá de mi propio pensamiento, de la interdisciplinariedad (sobre todo en las ciencias sociales) y, por supuesto, la promesa de profundizar los lazos que ya existen entre la Universidad de París y la Universidad de Chile.
En este momento en que me premiáis con este título honorífico, me pregunto acerca de mi investigación, sobre mi experiencia intelectual, sobre mi escritura. Y esto me obliga a confrontar tres preguntas: el lenguaje, la nación y las mujeres.
El lenguaje
Sí, estamos desbordados por la comunidad- nación por un lado y por la internacionalización de los intercambios por otra. Bajo el impacto de una serie de crisis financieras, el estado nacional democrático se debilita, y la noción de individuo o de sujeto es degradada, remarcan los sociólogos. Pero los movimientos sociales emergen, y se cristalizan en torno a lo que parece ser el conflicto central de nuestra sociedad, que es el conflicto que porta un sujeto o un individuo en pugna – contra el triunfo del mercado y de lo técnico, pero también contra los poderes comunitarios autoritarios y fundamentalistas. «Un sujeto en pugna», es precisamente en este contexto, de una cierta concepción de la sociedad y de la historia que trato de inscribir mi trabajo como semióloga, psicoanalista y escritora.
Es en la experiencia literaria que he buscado la práctica de esta subjetividad revuelta que, simultáneamente, permite vivir al individuo en la frontera del placer y de la muerte, y a la sociedad de trascender sus límites necesarios. Más que el esoterismo, es el anarquismo de Mallarmé y Lautréamont que me sedujeron a eso que he nominado «revolución del lenguaje poético», y que continúo interrogándolo hablando del «sentido y sinsentido de la revuelta», o de una «revuelta íntima» de Proust, Céline, Artaud y, más recientemente, de Sartre, Barthes y Aragon, que en mis cursos en la Universidad de Paris 7 Denis Diderot, así como también en las tres obras del “genio Femenino”, que son Hannah Arendt, Melanie Klein y Colette, a las cuales consagré, entre 1999 y 2002, una trilogía.
Extrañeza/Nación
Este cuestionamiento del sentido y del sujeto, asimismo que mi propia vida, mi conducta, ya he pronunciado la palabra, lleva una interrogación de la extrañeza. Si la vida del lenguaje, como revuelta permanente, amalgama el sujeto que escribe al estilo, y el sujeto en el psicoanálisis tiene la prueba de la verdad, el resultado es una extraña concepción de la identidad. Nuestras identidades no están vivas sino en confrontación con otras, extrañas, extranjeras a ellas mismas.
Europa como una federación de extrañezas encontradas: ese es mi sueño.
“No hay más patria: veo de un polo al otro sólo tiranos y esclavos”, escribía Denis Diderot. Nosotros no estamos exactamente en este punto, ya que en nuestras democracias soft, los tiranos y los esclavos, a pesar de no haber desaparecido totalmente, se convirtieron en “virtuales”. Cuando en las “patrias”, el radicalismo de Neveu de Rameau, tal vez no sea del todo correcto decir que ya no existen. La implosión de los Estados comunistas transforma a gran parte del continente europeo en un campo de ruina moral y económica; mientras que la otra parte de Europa, y en su seno países tan ricos y orgullosos de ellos mismos como Francia o Alemania, no se salvaron de lo que llamo depresión nacional. Una depresión nacional que también escucho en el diván, que todos podemos constatar, en todas partes, en la actualidad política.
Ya escribí en Extranjeros a nosotros mismos y me permito repetirlo: “En ninguna parte somos más extranjeros que en Francia, en ninguna parte somos menos extranjeros que en Francia”. Ya que, más allá de la ambigüedad del universalismo, la tradición del cuestionamiento, el lugar de los intelectuales y la importancia del fórum político – de las cuales las Luces son un ejemplo paroxístico y que caracteriza a la cultura francesa- permiten cada vez relanzar el debate intelectual y político más dramáticamente, y más lúcido que antes. Esto es lo que constituye el verdadero antídoto a la depresión nacional, también para su versión maniática que es el nacionalismo.
Y hoy día le rindo homenaje a la cultura francesa que me adoptó, y que jamás es más francesa que cuando se pone en cuestión ella misma, hasta reír – ¡pero qué vitalidad en esa risa!- y a relacionarse con los otros.
Mujeres
Cuando una mujer llega a esta lógica polivalente del sujeto o del pacto social, cuando ella intenta escribir sobre la muerte y la violencia, ella se expone, a diferencia de sus homólogos hombres, al honor, pero también a su contraparte que es el sufrimiento.
A éste propósito, y para terminar, evocaré el sentimiento de la primera intelectual francesa que fue Sra. de Staël, la primera y ya cosmopolita, y que escribió lo siguiente en De la Literatura, “Las mujeres que cultivan las letras”: “Ellas / la mujer de letras/ pasea su singularidad existencia, como las marginadas de la India, entre todas las clases a las que no puede pertenecer, todas las clases que la consideran que debe existir por ella misma: objeto de curiosidad, tal vez de envidia, y mereciendo en efecto sólo lástima…(…) los guerreros ven el casco, el penacho espumoso, ellos atacan con violencia, y desde el primer golpe alcanzan el corazón” (cap. IV)
Y ahora, para terminar, si nos quedan algunos minutos, me gustaría dirigirme a las y los estudiantes aquí presentes, y particularmente a aquellos y aquellas que destinarán sus estudios a las artes, las letras y las ciencias sociales.
Entendámonos bien. Yo no le dedico a la literatura ese culto que tuvo su apogeo en la genialidad romántica y que una cierta tradición francesa por amor a las bellas letras se dedican hoy en día a escribir contra la “sociedad del espectáculo”. La literatura no es la versión moderna de la verdad absoluta; tampoco ese decoro inescencial que nos propone el mercado del libro poblado de efímeros best-sellers. Se trata de un movimiento de investigación imaginaria del corazón mismo de lo que constituye a los hombres, a saber el lenguaje y el sentido: una búsqueda que se compone de verdad, placer y belleza. Además, éste movimiento imaginario de la lengua, esta forma de pensamiento, que es posiblemente el pensamiento en su sentido más potente, y que se encuentra precisamente amenazado por el mundo contemporáneo, es por eso mismo una verdadera revuelta. En el sentido etimológico que tiene la palabra “revuelta”: retorno, inversión y renovación.
Es en este camino en el que espero encontrarlos, en el dominio que son los nuestros, en los años que vienen. Es un camino difícil. Será una suerte de revuelta contra la robotización de los espíritus. En todo caso, pueden contar conmigo, si tengo la suerte de estar con vida.
Hoy día no dejaré un “mensaje”: ya que el humor chileno y francés nos vuelve desconfiados de los “mensajes”. Como revancha, sólo mencionaré dos frases de dos escritores franceses, que hoy día me vienen a la mente, si pienso en mi itinerario, y que no tengo intención de hacer mías. Una es de Montesquieu: “el estudio fue para mí el remedio soberano contra el disgusto de la vida”. La otra es de Gide: “Hay que contar la historia por alguien que tenga rabia”.
No olviden la rabia de su juventud cuando cuenten la historia de las letras: tendrán un remedio soberano contra las pruebas de la vida.
Gracias a todos y todas por el honor que me hacen al entregarme la Medalla Rectoral de la Universidad de Chile.