Al amanecer, miles de personas procedentes de varias ciudades del país se unieron a los habitantes de Sidi Buzid, una zona pobre del centro-oeste de Túnez, donde el joven Mohamed Buazizi se quemó a lo bonzo ante la prefectura hace un año para protestar porque la policía le confiscó los productos agrícolas que vendía sin permiso para mantener a su familia.
Su gesto desesperado suscitó manifestaciones en Sidi Buzid que se extendieron a todo el país, creando un movimiento que el 14 de enero obligó al presidente Zine El Abidine Ben Alí a abandonar Túnez tras 23 años en el poder.
La revolución tunecina inspiró a otros pueblos de la región como Egipto o Libia, donde cayeron sus longevos líderes.
“Gracias a esta tierra, marginada durante siglos, por haber devuelto la dignidad a todo el pueblo tunecino”, dijo el nuevo presidente, Moncef Marzuki, al unirse a la congregación en el centro de la ciudad.
El centro de Sidi Buzid estaba decorado con banderas tunecinas, retratos de víctimas de la revolución y una foto gigante de Buazizi. Militantes de los derechos humanos tunecinos y de otros países árabes y miembros de la Asamblea Constituyente se sucedieron al micrófono para rendir homenaje a todos los “mártires” de la revolución.
“Miro a mi alrededor y veo en la muchedumbre a muchos jóvenes que desafiaron las balas de la policía de Ben Alí el año pasado para defender los valores de la libertad y la dignidad”, dijo a la AFP Sabrine Ammari, una activista pro derechos humanos.