El triunfo de François Hollande. El clivaje, ¿continuidad o cambio?

  • 11-05-2012

Identificar correctamente los clivajes, es decir, los quiebres en la sociedad política, es fundamental para entender un proceso determinado. Tanto en Europa como en Chile, el clivaje se presenta entre continuidad o cambio. En un año han cambiado de color político once gobiernos europeos – un índice de volatilidad electoral y de sistema de partidos que era sólo aplicable a la mayoría de los países de América Latina, salvo Uruguay, Costa Rica y Chile – en algunos casos, como Inglaterra, Portugal, España y, ahora,  Grecia, la derecha reemplaza a los socialdemócratas, víctimas de su entrega a la dictadura de la “troika” – FMI, Banco Europeo y Alemania-Francia -; en otros, como acaba de ocurrir en Francia, la socialdemocracia reemplaza a la derecha. El quiebre, como puede verse, no es entre socialdemocracia y conservadores, entre derecha e izquierda, sino  entre continuidad y cambio y, en todos los casos, los ciudadanos han elegido el cambio.

Estoy convencido de que en Chile, los clivajes autoritarismo Vs. democracia, izquierda Vs. derecha, están vencidos. El tema central de la próxima elección es continuidad o cambio, conservantismo Vs. progresismo, y quien mejor interprete el cambio y sepa develarlo a la ciudadanía, triunfará.

Las crisis económicas constituyen un verdadero test para juzgar la eficacia de los regímenes de gobierno para enfrentarlas. En el caso griego, en las recientes elecciones fue destruido el sistema duopólico – el bipolarismo socialdemocracia-conservador – que, ni siquiera, tienen capacidad para dar gobernabilidad bajo las reglas de un sistema parlamentario- no obstante, es preciso  recordar que la crisis de los años 30 colaboró con el derrumbe de la República Weimar y la II República española. La hipótesis que hay que probar, sin embargo, dice relación  con el planteamiento de Juan Linz  y Arturo Valenzuela, en el  sentido de que en los regímenes presidenciales la crisis es de todo el  sistema político y no sólo de un gobierno – como ocurre en el parlamentarismo-. La crisis griega es un test para probar la capacidad de un sistema parlamentario, en el sentido de poder superar la crisis.

Crisis tan radicales como la europea actual vienen a confirmar un elemento que se dio también  en la de los años 30: la radicalización del electorado a favor de sectores extremos – otrora, comunistas, fascistas y nazis y, en la actualidad, comunistas, extrema izquierda, neonazis (Grecia) y extrema derecha nacionalista fascista, de Marine Le Pen, en Francia, que obtuvo más del 30% si sumamos los votos de ambos sectores – ideológica y sociológicamente, ambos polos de un sistema multipartidista polarizado – usando el término de G. Sartori – aplicable para Grecia, pero no para Francia, pues la segunda vuelta presidencial y parlamentaria, hasta ahora, ha evitado la fragmentación.

Respecto al próximo gobierno de François Hollande, es muy difícil que logre cumplir su programa a cabalidad, pues la Europa de la “democracia bancaria” tiene aún la flexibilidad y el poder suficiente para incorporar la idea del crecimiento, transformándola en el “gatopardismo”  en el sentido de que “todo cambie, para que todo siga igual”. La socialdemocracia “rosada” puede despertar la esperanza de la gente, pero al final puede a su vez terminar por desilusionar a sus electores. Los chilenos hemos conocido esta actitud, durante los 22 años del duopolio.

Es difícil prever la  salida de la crisis europea, considerando la probabilidad cercana de que Grecia abandone el Euro y sincere el défault y, por otro el creciente rechazo, por parte de los electores respecto a la unidad europea, y la vuelta a un nacionalismo chauvinista y anti inmigrante, una de  las peores plagas políticas de la historia humana. En nombre del nacionalismo se ha asesinado más gente que en el de la religión.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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