Chile y sus ciudades tienen una muy pequeña producción cultural. Nuestras urbes no han producido, ni la gran novela, ni la gran obra musical, tal como lo hicieron Sábato y Marechal con respecto a Buenos Aires, o como lo hizo John dos Passos con Nueva York, o como lo hizo James Joyce con Dublín, etc. En todas esas ciudades hay música, pintura, arquitectura y formas de vida, propias e identificables.
Quizás sea Valparaíso nuestra ciudad más famosa, normalmente mencionada en películas, novelas y poemas. Su belleza física, su conformación geográfica, su multiplicidad social, su desarrollo cultural, sus redes sociales la hicieron merecedora a ser nominada como Patrimonio de la Humanidad.
Pero Valparaíso ha transitado del deterioro al deterioro. A su histórico deterioro, producto de la pobreza, se le suma hoy su actual deterioro, producto del explosivo crecimiento y acción casi exclusiva del mercado.
Es así que hoy es posible percibir preocupantes acciones que tienden a profundizar la decadencia de nuestra ciudad símbolo. Acciones que incluso hacen peligrar la continuidad del nombramiento de Valparaíso como Patrimonio de la Humanidad.
En este contexto, se ven una serie de hechos que atentan contra la naturaleza del puerto principal. Edificios invasores que han interrumpido la vista y el skyline de la ciudad; demolición de casas valiosas; construcción de un supermercado en la plaza de La Matriz (lugar de fundación de la ciudad); la construcción del monstruoso edificio del Congreso (dictador mediante); la cuasi imposición por parte de autoridades del gobierno anterior de un edificio donado por el arquitecto Oscar Niemeyer que, pese a sus méritos arquitectónicos, no tenía nada que ver con el lugar en que se iba a emplazar, rompiendo de paso el actual y maravilloso Centro Cultural Ex Cárcel; y, cómo no, la propuesta para la construcción de un mall en el borde costero.
Producto también de este deterioro debido al crecimiento económico es el proceso de “gentrificación”, que es un proceso de transformación urbana en que la población original de un sector o barrio deteriorado y con pauperismo es progresivamente desplazada por otra de un mayor nivel adquisitivo, a la vez que se renueva físicamente el barrio. Así vemos que hay expulsión de pobres a la periferia (aun más arriba de los cerros) y destrucción de las redes sociales existentes.
Los cerros Alegre y Concepción están sufriendo un violento e incontrolado cambio de uso. Hay una desaparición paulatina de viviendas y una desaparición de la mezcla social.
Todo lo anterior, tal como lo mencionamos más arriba, es porque el único criterio que prima en el desarrollo de la ciudad es el mercado. Las autoridades no saben de patrimonio, no tienen las herramientas y son complacientes con las empresas. Ni siquiera por ser Patrimonio de la Humanidad se ha hecho el intento de una mejor planificación. Se observa una gran avidez de parte de las inmobiliarias y de las autoridades por recibir más recursos mediante la destrucción del real patrimonio de la ciudad.
¿Estará comenzando Valparaíso a desaparecer como lugar patrimonial y cultural? Al parecer, sí. Lo único que nos da esperanza es el hecho que, como en ninguna ciudad chilena, hay una población organizada, participativa, manifestante y que tiene una noción de ciudad.