"El relato de 'El Mocito' es el episodio más crudo registrado en nuestra historia"

Javier Rebolledo, autor de "La Danza de los Cuervos", profundizó en los episodios relatados por Jorgelino Vergara. El financiamiento de Ricardo Claro a la DINA, el fraude de la CNI en el plebiscito del '80 y la política de exterminio contra el PC son algunas de las revelaciones.

Javier Rebolledo, autor de "La Danza de los Cuervos", profundizó en los episodios relatados por Jorgelino Vergara. El financiamiento de Ricardo Claro a la DINA, el fraude de la CNI en el plebiscito del '80 y la política de exterminio contra el PC son algunas de las revelaciones.

Jorgelino Vergara, más conocido como “El Mocito” de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINA), mantuvo silencio durante 30 años hasta que la Brigada de Derechos Humanos de la Policía de Investigaciones (PDI) dio con su paradero, en la búsqueda del asesino material del secretario general del Partido Comunista, Víctor Díaz.

En el afán por defender su inocencia, “El Mocito” rompió el pacto de silencio y terminó relatando los macabros episodios de los que fue testigo y también protagonista, desde que a los 16 años llegó a la casa de Manuel Contreras para realizar labores domésticas y luego pasó al cuartel Simón Bolívar, único centro de exterminio de la dictadura conocido hasta ahora gracias a sus declaraciones.

Las confesiones de Jorgelino Vergara al juez Víctor Montiglio facilitaron el procesamiento de 120 agentes de la DINA en 2007, el avance de varios casos de violaciones a los derechos humanos y ahora causan revuelo: primero como parte del documental de Marcela Said y Jean de Certeau, “El Mocito”, y luego como relato conductor del libro “La danza de los cuervos. El Destino final de los detenidos desaparecidos” (Ceibo Ediciones), del periodista Javier Rebolledo.

En entrevista con Radio Universidad de Chile, Rebolledo se refirió a varios de los capítulos de su investigación que han causado impacto en el país, tanto por la crudeza de sus narraciones como por la denuncia de varios hechos hasta ahora desconocidos.

Javier, ¿te sorprendió la entrevista que dio Jorgelino en la televisión? ¿Lo conversaron? ¿Qué te pareció?
No lo hemos comentado. Yo terminé mi trabajo periodístico con el libro y ahí quedé, pero parece que fue una buena entrevista, porque le preguntaron las cosas fundamentales que quedan abiertas dentro del libro, que podría haber sido un agente y podría haber participado en crímenes de personas. Ese  fue el momento más alto de la entrevista, cuando se lo preguntan tres veces y él responde tres veces lo mismo que había contestado en el libro: “Podría haber sucedido”. Tuvo momentos muy altos, cuando él también dice que no se arrepiente de nada. Fue también duro, duro escucharlo y generó mucha resistencia en el mundo de derechos humanos, quizás con algo de razón. Yo creo que para la gente fue trascendental, porque es un personaje que, en el libro se cuenta, además de haber entregado muchos datos, es muy complejo, despierta por un lado odios y, por otro lado, algo de aceptación debido a su colaboración con las causas de derechos humanos.

“Cuando comenzaron a atrasarse los sueldos, él y otros civiles pidieron explicaciones al encargado de la plana mayor del cuartel. En ese momento era el Viejo Sagardia. Tomó el teléfono delante de ellos y habló con la secretaria de Boxer y Asper. Le decía a ella que por favor le pidiera los sueldos a Don Ricardo Claro (…) El comentario generalizado era ese: Claro los salvaba con dinero, aportes, todo el tiempo” (Capítulo  VIII Cuervos, halcones y águilas)

Uno de los episodios de tu libro que ha causado más revuelo es la colaboración del fallecido empresario Ricardo Claro con la policía secreta de Pinochet ¿qué relación establece Jorgelino con Claro como financista de la DINA?
Él lo reconoce, primero, como una persona que se juntaba con Manuel Contreras, que era su patrón. Que era un hombre multimillonario, que alguna vez vio en la Casa de Piedra, pero como una persona cercana a la familia y como financista de la DINA siempre. Y después, cuando ya él trabaja dentro de la Brigada Lautaro, como buen asistente de mozo, él sabe quién le paga el sueldo, independiente de que no lo vea. Uno sabe quién le da de comer, sobre todo, una persona que ha tenido tantas dificultades para alimentarse y para vivir en toda su vida. Él no tiene ninguna duda de que es Ricardo Claro la persona que le paga el sueldo. En el libro se explica un poco después que hay otro agente que también dice que Claro era financista de la DINA, como dato complementario a lo que Jorgelino señala. Además, Jorgelino, dice que todos los agentes del cuartel sabían que el empresario era el financista, porque llamaban por teléfono a la secretaria para decirle que le pidiera las platas a Ricardo Claro, no era un secreto para ninguno de los que trabajan ahí.

“En el casino les dieron la orden: desde muy temprano debían acudir a las municipalidades de Santiago y votar SÍ (…) Todos fueron en esa ocasión con su documentación verdadera, nada de chapas. Al llegar al primer lugar ingresaron inmediatamente, nadie les pidió que se pusieran en la fila, nada. Los vocales debían haber estado al tanto porque nadie, pero nadie se les interpuso en ese momento. Todos votaron y volvieron a partir. En la siguiente comuna repitieron lo mismo… “(Capítulo XXVIII La Desmemoria)

Mucho se ha comentado también sobre el fraude de la CNI en el plebiscito de 1980 que devela “La danza de los cuervos” ¿cómo te relata este episodio Jorgelino Vergara?
Jorgelino, junto con su brigada, que ya no era la Brigada Lautaro, porque cuando el Cuartel Simón Bolívar se cierra los Delfines se van a al Cuartel Borgoño y una gran parte de los Lautaro se van al Cuartel Loyola y ahí ya pasan a ser CNI. A ellos, en el año 1980, les dan la orden, el jefe del cuartel, entiendo que es Ernesto Ureta Perlas, de acudir a votar en masa a todas las comunas de Santiago. Votan dos veces, hacen todo el recorrido una vez antes de almuerzo, después almuerzan y se repiten el recorrido de todas las comunas de Santiago votando. En este trabajo no solo estaba esta brigada donde estaba Jorgelino, él se encontró con muchos otros agentes realizando la misma labor. Coincidían en los espacios, se cruzaban con gente de otros cuarteles. Eso es lo que uno califica como fraude, por eso Jorgelino dice que para el plebiscito hizo trampa, hicieron trampa.

“Ella estaba sobre la parrilla con los ojos cubiertos por una venda. Giraba la “gigí”, dale que dale; Barriga y Lawrence observando, haciendo preguntas, golpeándola con todo lo que tenían a mano. Por favor, que la mataran, gritaba ella. Estaba hecha pedazos. Así no podría tener a su hijo, no iba a poder nacer con el daño que ella tenía en todo su cuerpo. Estaba segura. Así que, “por favor, mátenme” (…) Y Barriga y Lawrence comenzaron a reír fuerte. “Estaba pidiendo huevadas”. Lawrence fue hasta una cocinita al lado de la oficina. Y volvió con una sartén grande. Comenzó a golpearla en la cabeza, con violencia, una y otra vez. La estaban haciendo papilla” (Capítulo XXV Pidiendo huevadas)

Cuando presentaste el libro, comentaste que una de las reflexiones que te habían surgido luego de escribir sobre el Cuartel Simón Bolívar fue que nadie puede soportar la tortura y, en ese sentido, tampoco hay héroes ni traidores. Cuéntame un poco de eso…
El ser humano no está hecho para soportar la tortura. La tortura está pensada, establecida para quebrar al ser humano y, desde ese punto de vista, el ingenio humano ha sido eficiente, han sabido crear métodos de tortura que otros seres humanos no son capaces de soportar. En algunos casos se hacían transfusiones de sangre para que el detenido no se muriera, no estamos hablando de actos heroicos, donde el detenido puede decir: “¿Saben qué? A mí mátenme, yo me voy a poner una cinta en los ojos, me voy a fumar un cigarro, y ustedes me fusilan”. No es eso, estamos hablando de gente que te tortura durante mucho tiempo hasta llegar al punto de encontrar tu límite. Ese límite, tengo la impresión que si no fue en todos los casos, fue en el 99 por ciento de ellos. El ser humano no está hecho para soportar la tortura y tampoco es dable de ningún partido político ni de nadie en el mundo pedirle a sus militantes y a seres humanos que soporten algo que es inhumano.

“Pero a él no le consta que eso sea verdad. Nunca lo vio colaborando con los agentes de la DINA, siempre estaba en su habitación, como un preso más. Incluso puede decir que lo trataban mal. Y torturas, en más de una ocasión (…)  Los dos hombres de confianza del capitán Morales, Daza y el Negro Escalona, estaban sentados al lado del cadáver del Chino. Aún tenía la bolsa plástica sobre la cabeza. Estaba muerto, totalmente muerto. Lo estaban empaquetando ahí, adentro de su pieza. Los bolsos paperos, el alambre y el riel de tren” (Capítulo XXIV La presa mayor)

Desde ese punto de vista, el secretario general del PC, Víctor Díaz, de quien señalas en tu investigación fue el personaje que mantuvieron más tiempo con vida en Simón Bolívar -6 meses-, ¿colaboró con la DINA?
Seguramente, sí. Pero yo lo contextualizo desde el punto de vista que era la presa mayor, el hombre más importante del Partido Comunista. No sé si lo habrán dejado por eso, como un símbolo, porque colaboró o quizás la combinación de todas las cosas. Pero la forma en que a él lo torturan, la forma en que a él lo matan es aberrante. La gente debería quedarse con eso, con que él es una víctima, da lo mismo si colaboró o no colaboró. Esos argumentos son de los agentes de la DINA que les dicen a muchas de las familias “Tú confesaste en tortura” o les dicen “Tú no confesaste, eres héroe”. No hay que caer en esos dichos. Las víctimas son las víctimas y los victimarios son los victimarios.

¿Qué te parece que el vocero de la Corte Suprema, Hugo Dolmetsch, se haya referido a las revelaciones de El Mocito y haya asegurado que las causas están abiertas y se le podría citar a declarar?
Me parece una excelente señal, porque todos sabemos que en un momento se dijo que se estableció, y Dolmetsch lo tocó, que en estos procesos se iba a apurar el cierre de las causas. Él dijo “aquí no se va a parar nada, las causas no se van a cerrar y se va a seguir investigando”. Para mí ese es un dato fundamental, me llamó la atención lo impresionado que estaba Dolmestch con el testimonio de El Mocito, con las revelaciones que está haciendo este hombre, se nota que le tocó.

¿Dónde crees que radica el éxito que ha tenido “La danza de los cuervos”? ¿el tema de los derechos humanos es una herida que aún no se cierra en nuestra sociedad o las revelaciones de la investigación son muy impactantes?
Es una combinación de todas las cosas. Es el episodio más crudo que tenemos registrado en nuestra historia, por lo menos escrito y contado en imágenes de alguna forma. Es  el único centro de exterminio que se conoce hasta ahora en Chile, el mini Auschwitz chileno. Por otro lado, se tiene la historia de este otro personaje -Jorgelino-, que es complejo, ambivalente. Tienes el tema de los fanatismos, por un fanatismo matar y llegar a eso, caer en lo más bajo. El fanatismo de la izquierda o de algún partido de establecer como héroes a personas que pueden resistir torturas, que también causa mucho dolor. Un cóctel de cosas que se suma a una sociedad que está queriendo escuchar, que está queriendo manifestarse, que está perdiendo el miedo a las cosas, está realmente mucho más abierta. Se da toda esta situación que, de todas maneras, no deja de impresionarme, no tengo una explicación lógica para decirte porque este libro tuvo el éxito que tuvo,  creo que me daré cuenta con el tiempo.





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