Doctora comprueba alta probabilidad de daño neurológico en hijos de madres alcohólicas

Académicos del Departamento de Pediatría Centro de nuestro plantel siguieron, durante más de ocho años, a un centenar de mujeres que admitieron consumir más de cuatro tragos diarios durante su embarazo, así como a sus hijos hasta su octavo cumpleaños.

Académicos del Departamento de Pediatría Centro de nuestro plantel siguieron, durante más de ocho años, a un centenar de mujeres que admitieron consumir más de cuatro tragos diarios durante su embarazo, así como a sus hijos hasta su octavo cumpleaños.

Académicos del Departamento de Pediatría Centro de nuestro plantel siguieron, durante más de ocho años, a un centenar de mujeres que admitieron consumir más de cuatro tragos diarios durante su embarazo, así como a sus hijos hasta su octavo cumpleaños. El 44% de esos niños presentó algún grado de daño neurológico, desde retraso del lenguaje hasta déficit motor y de coeficiente intelectual.

El proyecto partió en 1995, fecha en que el equipo de investigadores liderado por la pediatra Sofía Aros inició lo que serían 9.600 entrevistas a embarazadas que se atendían en dos consultorios de la comuna de Maipú, para reclutar un grupo final de 100 mujeres que declararon beber más de cuatro tragos al día -parámetro definido como de alto riesgo por la literatura científica internacional- y otro centenar de madres que no ingerían alcohol, quienes conformaron el grupo control. Su objetivo fue determinar los efectos en el corto, mediano y largo plazo del Síndrome de Alcohol Fetal, definido como el conjunto de patologías o características que se producen en el niño como consecuencia del consumo de esta droga durante la gestación.

Este estudio, el de mayor envergadura del país y una de las cohortes más completas en el mundo por el número de embarazadas alcohólicas incluidas y el largo seguimiento a sus hijos, concluyó que el 44% de los niños presentó algún grado de daño neurológico, desde sus formas más leves -como el retraso del lenguaje- hasta las de mayor severidad, como menor coeficiente intelectual, “según el cual se afecta el aprendizaje de los conceptos más abstractos, la capacidad de deducir resultados a partir de situaciones sin relación directa, por ello es que se les dificultaría el estudio o la inserción laboral”.

Alta frecuencia de alteraciones funcionales neurológicas

Para llegar a estas conclusiones, se hicieron una serie de evaluaciones a los niños. El seguimiento neurosicológico incluyó exámenes neurológicos a los seis meses de vida, luego al año, dos, cuatro, seis y siete años, y sicológicos al año de vida -de desarrollo sicomotor- para continuar a los dos, cuatro y siete años.

En materia genética también se hicieron evaluaciones al nacer, al cumplir 12 meses y otras más a lo largo de su crecimiento, con el fin de determinar si tenían las características físicas que evidencian el síndrome de alcohol fetal: fisuras palpebrales pequeñas (es decir, la apertura del ojo de menor tamaño que la esperada); filtrum largo y plano (zona de la piel entre la nariz y el labio superior, normalmente plegada) y labio superior más fino; “complementariamente, se veía si había más signos de evidencia, como la caída de los párpados, la distancia entre las pupilas y otros”, añade la doctora Aros. Para el análisis de las tres principales alteraciones faciales descritas, usaron un software creado en Estados Unidos que las encuentra y estudia a partir de fotografías, “pero nosotros no pudimos utilizar este análisis en nuestro diagnóstico, porque está hecho en base a parámetros raciales diferentes de los nuestros, por lo que se privilegió el diagnóstico clínico de los especialistas en genética del equipo, que tienen mucha experiencia”, explicó. Así, concluyeron que sólo 17% de los niños presentaron las características faciales propias del síndrome, además de daño neurológico, “por lo que determinamos que estos signos se correlacionan con la gravedad de los problemas neurológicos, pero no son su única evidencia. Y lo más notable es que en la gran mayoría de los casos, la alteración neurológica principalmente funcional, no se acompañaba de otras evidencias físicas”. Por el mismo motivo, el déficit en el desarrollo de peso y talla fue poco frecuente.

Las conclusiones finales de esta investigación -realizada por el equipo integrado por los doctores nacionales Sofía Aros, Fernando Cassorla, Nancy Unanue, Cecilia Henríquez, Karin Kleinsteuber, María de los Ángeles Avaria, Bárbara Conca y Alejandra Ávila, así como los especialistas del NIH James Mills, Devon Kuehn, Mary Conley, Tonia Carter y James Troendle- fueron aceptadas para publicación por la revista Alcoholism: Clinical and Experimental Research, por lo que aparecerá en octubre de 2012.

Para conocer más acerca de esta investigación, revise el siguiente artículo





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