Los manifestantes, armados con machetes y barras de hierro, se encontraban agrupados fuera de la mina de la empresa Lonmin, para reclamar un aumento de los salarios.
Ante la negativa de los mineros a dispersarse, la policía les arrojó gases lacrimógenos y les disparó balas de goma, antes de abrir fuego usando basas reales, bajo circunstancias que no quedan aún claras.
Tras los tiroteos, las imágenes de los violentos enfrentamientos, que muestran a la policía abriendo fuego contra un grupo de manifestantes que caen abatidos en medio de una humareda de polvo, fueron difundidas por los canales de televisión local.
Durante la jornada, la dirección de la mina los intimó a reanudar el trabajo el viernes, amenazando con despedir a los que se negaran a hacerlo.
El ministro de Policía sudafricano, Nathi Mthethwa, deploró la explosión de violencia, y recordó que la policía había negociado durante tres días con los grupos huelguistas. “Esto no debería ocurrir. Habíamos insistido en que hay leyes en el país, que permiten que las personas hagan huelga, reunirse o manifestarse, pero pensamos que nadie debe ignorar los pilares de nuestro sistema”, dijo el ministro, para añadir que se trataba de “una situación terrible para todos”.
Todo comenzó el 10 de agosto, cuando cientos de manifestantes comenzaron una huelga alentados por los sindicatos, reclamando salarios 12.500 rands por mes (unos 1.500 dólares), es decir el triple de su salario actual.
Los enfrentamientos estallaron entonces entre partidarios del poderoso sindicato minero NUM y los de la rama gremial disidente ACMU.
“Nos explotan, ni el gobierno ni los sindicatos han acudido a ayudarnos”, había declarado el miércoles pasado uno de ellos, Thuso Masakeng. “Las mineras hacen plata gracias a nuestro trabajo y no nos pagan casi nada. No podemos tener una vida decente. Vivimos como animales con salarios miserables”.
Los mineros viven en condiciones miserables en viviendas precarias adyacentes a la mina, sin agua corriente.