Señor director:
El actual gabinete del Presidente Piñera está compuesto de 21 ministros, a los cuales habría que agregar, por lo menos, otros tantos subsecretarios de Estado, sin olvidar que a veces hay varias subsecretarías en una misma cartera ministerial. El equipo de gobierno aparece así en nuestro país bastante numeroso y es muy posible que la comparación con otros Estados resulte desventajosa y más onerosa para nosotros.
En todo caso , sería necesario recordar que en nuestra historia republicana durante mucho tiempo, es decir todo el siglo XIX y comienzos del XX, los gobiernos estaban compuestos de un número bastante limitado de ministerios pues éstos no eran más que tres o cuatro y se referían a los dominios esenciales. En resumen, nuestros antepasados afrontaron la compleja etapa de construcción de nuestro Estado con equipos gubernamentales reducidos y sin comparación con los gabinetes supernumerarios de hoy en día.
Se me objetara que nuestras sociedades son más complejas y que es necesario dividirse el trabajo para ser más eficientes. Sin embargo, esta objeción no aparece justificada pues hoy en día la administración del Estado está mejor dotada en personal y recursos y, muy a menudo, ella puede funcionar sin que exista un ministro a su cabeza. En algunos casos incluso la presencia de un Ministro que, como muchos, quiere imponer su marca cueste lo que cueste o construir su imagen marketing, resulta contraproductiva o perjudicial para el funcionamiento de los servicios que están bajo sus órdenes.
En los hechos, la manía de multiplicar los ministerios responde más bien a la necesidad de satisfacer las exigencias de los partidarios del gobierno de turno o a la necesidad de construir la carrera política de tal o cual. En nuestro caso, por ejemplo, el Ministerio de la Defensa, que no decide nada, pues las FF AA son autónomas , se ha convertido después de la dictadura en el trampolín de candidatos a la Presidencia ( Bachelet, Allamand,..) o en una forma de pagar favores políticos (Ravinet,..).
En resumen, desde hace un tiempo los chilenos asistimos en espectadores pasivos a una desnaturalización de nuestras instituciones en que ciertos grupos se apoderan de puestos de mando y de emolumentos considerables que no tienen ninguna justificación. Se ha perdido asì por completo la noción de servidor público que debiera imponerse para los cargos ministeriales o parlamentarios. Asumir estas responsabilidades es para muchos de ellos una licencia para gozar de remuneraciones y de viajes al extranjero, y las preocupaciones por los gobernados pasa a segundo término.
Por fin , debiéramos comenzar quizás por determinar un nivel de remuneraciones para los responsables del Estado que sea acorde con nuestra realidad de tal manera que, por ejemplo, un ministro o un parlamentario reciban el salario de un obrero calificado , que no es menos importante para nuestra sociedad que el más empingorotado de nuestros responsables .
José Cañas C.
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