¿Qué libros deben tener las bibliotecas públicas?

La renuncia de un destacado editor y también la de un escritor chileno a ser parte de la comitiva chilena que viaja la próxima semana a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, dejan en entredicho los 116 títulos que serán repartidos entre las bibliotecas públicas del país. La controversia surge debido a la relevancia y contenido de estos ejemplares.

La renuncia de un destacado editor y también la de un escritor chileno a ser parte de la comitiva chilena que viaja la próxima semana a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, dejan en entredicho los 116 títulos que serán repartidos entre las bibliotecas públicas del país. La controversia surge debido a la relevancia y contenido de estos ejemplares.

El pasado 12 de septiembre se dieron a conocer los resultados del Programa de Adquisiciones de Libros de Autores Chilenos, que tiene por finalidad la evaluación y selección de un centenar de textos que alimentan a las bibliotecas y otras reparticiones públicas.

El director de Ediciones Diego Portales, Matías Rivas, fue el primero en bajarse de la comitiva a México debido a esta selección. En el programa Vuelan las Plumas de Radio Universidad de Chile, explicó que “no se están comprando los libros ni de los clásicos chilenos, ni filosofía o ensayos que se producen en el país. Se está dando preferencia a textos que son más livianos, que quizás son los que la gente pide, pero que no son los que nos sirven para educar a nuestros hijos”.

Esta compra no es una cuestión banal, puesto que los títulos escogidos se transforman en cerca del 25 por ciento del aporte que entrega cada año el Consejo del Libro a los diversos establecimientos que tienen convenio con la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam).

La polémica selección contempla once libros de Arte y Patrimonio, 14 de Ciencias, 17 de Generalidades (autoayuda, costumbres, diccionarios), 20 de Ciencias Sociales y Humanidades, 37 sobre temas infantiles y juveniles y 17 textos literarios. Es este último ítem el que ha generado las ácidas reacciones del mundo editorial y literario.

Y es que no deja de sorprender que “Poesía sin fin”, de Alejandro Jodorowsky, o las “Obras completas de Pedro Sienna”, de Cecilia Pinochet y otros, hayan quedado solo en la lista de espera de una selección que sí incluyó bastante de autoayuda, como “Hay onda entre nosotros” (Gomberoff) y “Cómo formar personalidades libres” (Fernández Montero), títulos sobre moda (“Estilo: manual de imagen personal”, Kareen Linna) y textos de medicina alternativa (“Hipoterapia”, de Renate Bender).

“Siempre se respetaba un porcentaje de cultura que este año, a mí me parecer, se pasó a llevar. Y es que los que tomaron la decisión de escoger estos libros fueron bibliotecarias, que si bien son muy responsables y hacen un trabajo fundamental, están dedicadas a administrar bibliotecas. Además, no son necesariamente los únicos jueces a la hora de elegir los libros”, acusó Rivas tras referirse a la escasez de visiones complementarias de otras disciplinas que aportaran en esta importante tarea.

“La selección de material debe ser realizada por un equipo multidisciplinario, no pueden ser solo los vendedores de libros, escritores o profesores, por ejemplo”,  argumenta la bibliotecaria de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, Victoria Muñoz. “Aquí el papel no es de la persona encargada del Consejo de la Cultura, sino de quienes lo componen como tal, porque ellos son los que eligen al jurado”, remató al aire el editor un tanto molesto.

Para la editora y librera de Liberalia Ediciones, Berta Concha, debe existir una proporción, ya que “uno tiene que innovar, pero también tiene que ayudar a la gente y llevarle información necesaria. En las compras del Estado es difícil llegar a este equilibrio y yo creo que depende en buena parte de los comités de selección”.

Además, agregó otra urgencia a considerar: “Hay que  aumentar sustancialmente los presupuestos para compra, de tal forma que queden cubiertos todos los ámbitos de servicio de una biblioteca hacia su comunidad. Así no excluirías libros que son importantes”.

Un equilibrio entre información, estética y literatura

La directora de la Biblioteca de Santiago, el centro lector más importante del país, Marcela Valdés, dice que antes de cuestionarse si los textos escogidos aportan o no a las verdaderas necesidades de las personas, “habría que comenzar por discutir qué es cultura”, conceptualización que podría terminar en una discusión bizantina.

“Los bibliotecarios eligieron lo que más compra la gente y ese criterio no es válido desde el punto de vista cultural”, argumentó Matías Rivas.  Sin embargo, Berta Concha asume que “probablemente haya una mayor inclinación por satisfacer necesidades que han expresado los bibliotecarios de provincias o los potenciales lectores. Muchas veces en los pueblos necesitan libros de la cría del caracol o sobre el Alzheimer, porque no hay mucho donde consultar, no hay librerías. Es un equilibrio que tiene que ser muy dosificado, muy armonioso, y que tiene que considerar la necesidad de información que el libro satisface, así como también la necesidad de estética y de literatura”.

Para la bibliotecaria Victoria Muñoz, “tiene que haber una preocupación por el contenido y por aquello que la gente quiere, porque todo dependerá del público al que esté llegando la biblioteca. Si quieres que lean dueñas de casa a las que solo les gustan los súper ventas, es importante que tengas de todo lo que te piden y que, además, vayas guiándoles el gusto, de modo que también puedan llegar a otras lecturas. Por lo demás, tener puros de esos libros es menospreciar al usuario, porque si les das cosas buenas, también las leen. Lo mismo ocurre en la televisión con los realities, porque piensan que la gente sólo quiere ver ese tipo de programas por sus altas audiencias. Acá también pasa eso”, argumenta desde la Facultad de Filosofía y Humanidades.

En el mismo sentido, la directora de la Biblioteca de Santiago dice que “en las bibliotecas públicas deben estar los materiales que dan cuentan de la cultura del país y del mundo, pero también aquellos que satisfagan sus necesidades y contribuyan el enriquecimiento del capital social y cultural de una sociedad, cosa de la que se ha preocupado la DIBAM”, finaliza.

Es así como el Programa de Adquisiciones de Libros de Autores Chilenos está en cuestión, por lo que habrá que esperar hasta el próximo proceso de selección para saber si las autoridades escucharon la opinión de otros expertos.

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