Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 19 de abril de 2024


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Recoleta y los marinos


Domingo 10 de febrero 2013 18:25 hrs.


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Por razones de trabajo camino por las calles de Recoleta, pero por el lado pegado a los cementerios y es interesante, no es la Recoleta turístico-compradorica del sector Patronato, ni menos la turístico-bebedórica de Bellavista, es simplemente Recoleta, un barrio con casas, casitas, casotas, cités, empresas, fábricas, quioscos de todas las especies  y chilenos y peruanos con peruanas  y morenos dominicanos y dominicanas, colombianos y colombianas, al mismo tiempo que los gallardos marinos trotan por las calles de Viña del Mar cantando mataré peruanos, degollaré bolivianos mientras acá en Recoleta andan mezclándose las razas  y se matan chilenos y peruanas o dominicanas o peruanos y dominicanos con chilenas, pero se matan de pasión y sexo y en Recoleta no escuchan a los cantores  y la vida sigue su ritmo, que no es el de los trotones de Viña, ciudad internacional, con festival y alcaldesa farandulera, pero Viña es ciudad bonita, por ahí no pueden caminar los peruanos ni menos los bolivianos porque los gallardos marinos los van a degollar y los argentinos se pasean como Pedro por su casa, aunque también les cantan que los van a matar, claro que los argonautas modernos lo único que quieren es caerle encima a una argentina para hacerle el amor y no la guerra y se les hacen los lindos vestidos con su uniforme ” very englisch style”, aunque a los argentinos se los quieren pitear, a pesar que  Viña vive todo enero de la plata de los trasandinos, mientras los gallardos siguen cantando la marcial canción mortal.

Yo, por mi parte,  no canto por cantar ni por tener buena voz, sólo canto por darme compañía mientras camino y me acuerdo de los lugares vecinos a Recoleta, la calle Independencia, o la vieja Chimba, adonde llegaron mis abuelos junto a tantos y tantos árabes más, porque, al igual que los actuales inmigrantes, se establecieron en las partes más baratas de la ciudad y donde la discriminación de esos años les llegara lo menos posible, mientras los marinos siguen trotando y cantado su cántico de muerte absurda por las calles de Viña, claro que sí, porque en esos años, finales del 1800, principios del 1900, los árabes o cómo ignorantemente se les llamaba, los turquitos, no eran bien vistos por las clases altas chilenas, mal que mal hablaban raro, eran narigones y les gustaba el comercio, pero lo peor, horror de horrores, les gustaba trabajar, lo que era un pecado mortal, habrase visto señor que lleguen estos paganos, escindidos de la Iglesia de Roma – ortodoxos se hacen llamar los infieles – que hablan las lenguas de Belcebú y nos vienen a afear el paisaje con sus costumbres extrañas, por favor, por favor, clamaban las gentes lindas del Chile de antaño, que el gobierno haga algo con estos turcos que se han apoderado de los barrios de Independencia y el gobierno los escuchaba haciendo leyes contra el comercio ambulante, que era lo que más practicaban estos paisanos llegados del desierto, vendiéndole a quien los escuchara que le traían “bantalones de tocuyo, duble ancho sanforizado, que no le ancoje”, aunque a la primera lluvia los pantalones quedaran cinco números más chicos, mientras los marinos siguen trotando y cantando que van a degollar y los turquitos mal vistos y discriminados de entonces, se las lograron arreglar perfectamente y hoy, algunos de ellos,  son dueños de bancos, de farmacias y de grandes empresas, otros están en el parlamento o en las alcaldías, pero aún resuena, de cuando en vez,  el despectivo turco, dicho con rabia, y los marinos siguen trotando y cantando por Viña, mientras los turquitos actuales, que no son más que los peruanos, bolivianos, dominicanos, colombianos, siguen viviendo su vida y aguantando el chaparrón de los eternos tontitos de este país, que convenientemente olvidan que sus antepasados, historia mediante, fueron sacados de la cárcel por la poco católica Isabel para que acompañaran al genovés en su aventura de llegar más rápido a la India y que, para mala suerte de los pueblos originarios, llegaron a este rincón del mundo, trayendo a sus curitas y soldados que exterminaban a los indios por ignorantes y blasfemos y son ellos los que  siguen despreciando al inmigrante que no es europeo, producto de sus angustias supersticiosas y patrioteras, mientras los marinos prometen degollina en cánticos por las calles de Viña y las grandes fortunas de este país siguen abriendo monstruosos negocios y tiendas en Perú y Argentina, pero los cantores quieren matar a los consumidores de esos países que hacen más ricos a los ricos de este país, tratando de reventar el negocio, pero los gallardos navegantes no entienden de negocios ni de diplomacia, ellos cantan lo que sus superiores les dicen que canten, mientras los peruanos nos enriquecen los gustos gastronómicos y el resto, bolivianos, argentinos, colombianos, dominicanos nos enriquecen con sus costumbres, con sus bailes , sus cadencias y sus diversos colores de piel, para que Chile comience a ser un país multicultural como tantos otros de la vecindad, mientras los gallardos marinos siguen trotando y cantándole a la muerte por las calles de la ciudad de Viña del Mar.