La remoción del candidato presidencial de la UDI y el fracaso de las primarias parlamentarias de la oposición son un nuevo remezón a las pretensiones de ordenar por decreto el profundo malestar de una población que no quiere ser espectadora y descubre miles de formas para expresar sus aspiraciones y descontento. No son solo las marchas, ni las redes sociales (como simplificó Longueira para indicarles un blanco a sus partidarios), es un nuevo estado de ánimo que estimula a jóvenes y mayores, a escrutar en detalle una sociedad en la que se puede vivir peor de lo que se aspira e infinitamente más mal que la minoría que la controla.
En los últimos años se ha expresado un nuevo estado de conciencia. La igualdad ha sido desplazada en la conciencia de buena parte de la población por la indignación que despierta la desigualdad. La igualdad es una ilusión; la desigualdad es una urgencia. El reconocimiento de las desigualdades y sus efectos han generado en los chilenos una actitud más desafiante y rezongona para enfrentar la vida diaria. Ese cambio de ánimo ha permitido la generación de un juicio crítico y consistente ante la inequidad.
No fue suficiente el espacio democrático y el consumismo como expresión cotidiana del éxito económico para crear una estabilidad sin pensamiento crítico y sin expresión social del malestar político. Los paliativos no están dando resultado. El orden por el orden y el crecer por crecer son argumentos que no calan en las visiones predominantes de la población. La desigualdad indigna y ahora se la denuncia y desafía con frecuencia.
El poder por el poder ya no tiene el mismo efecto en una población cuyo estado de ánimo es más optimista sobre lo que desean lograr en su vida y en la convivencia social. Incluso, puede gustarles el capitalismo, o lo pueden soportar, aunque no se sabe bien porque, pues el sistema abusa y crea incertidumbre a vista y paciencia de todos.
El orden y el crecimiento al cual aspiran los más progresistas están vinculados al concepto de lo social sea lo que sea lo que eso puede significar hoy día. Lo cual, sin ser una gran definición, es una base para anclar la crítica sobre lo que ocurre hoy con el capitalismo global. Sin libertad no es fácil lograr más libertad y sin crítica es prácticamente imposible. La madurez política de un pueblo no se mide por la subordinación si no por su capacidad para mejorar su vida luchando por sus necesidades.