El 7 octubre de 1973, quince campesinos de entre 17 y 51 años fueron detenidos por carabineros en Isla de Maipo. A todos los llevaron desde sus hogares hasta la tenencia de la localidad al sur de Santiago. En ese lugar fue la última vez que se los vio con vida.
En noviembre de 1978, un campesino denunció que en unos hornos de una mina de Lonquén había encontrado restos humanos. Tras una investigación impulsada por la Vicaría de la Solidaridad, se estableció que los cuerpos pertenecían a los trabajadores rurales que habían desaparecido hace 5 años. Entre ellos se encontraban Sergio Maureira Lillo y sus cuatro hijos: Rodolfo Antonio, Miguel, Segundo Armando y José Manuel.
“Me enteré que la familia Maureira iba todos los días a dejarles flores. Esta mina se convierte en una gran animita, gigante. Yo fui a filmarlas. Me parecía tan expresivo el acto de caminar a ponerle flores a este lugar en las condiciones que vivía Chile en plena dictadura. Chile estaba frenéticamente en el consumismo”, relata Ignacio Agüero, documentalista y académico del Instituto de la Comunicación de la Universidad de Chile.
Las grabaciones de las romerías a los Hornos de Lonquén tuvieron como resultado, en 1982, el documental No Olvidar, del grupo la Memoria, compuesto por Agüero, Marco de Aguirre y Sebastián Lorca. “Cuando filmaba esto no tenía idea que esto sería memoria, solo quería hacerlo. Pero a los pocos días dinamitan los hornos. Me pareció algo tan cruel. Es la pérdida sobre la pérdida. Es impresionante cómo sufrió esa familia. Luego se encuentran en la calle con los carabineros que matan a sus hombres, pues fueron liberados. Después los cuerpos fueron lanzados a la fosa común. En ese contexto hago la película”, relata.
“Fue una redada criminal hecha en Lonquén y en Isla de Maipo hecha por los dueños de fundo. Es odio y ganas de venganza que la clase patronal expresó muchas veces en Chile en matanzas campesinas lideradas por los patrones, y carabineros los apoyaba”, añade el documentalista en el programa “Entrevistas con la memoria” de nuestra emisora, quien grabó con “plata de mi bolsillo” y con cámaras que sacaba del lugar donde trabajaba. “No me atrevía a decirle al jefe”, añade.
Agüero, no obstante, asegura que no quiso especializarse como cineasta de Derechos Humanos. Y en ese contexto decide grabar a los cineastas del momento y preguntarles para qué y por qué lo hacían. En 1985 estrena la cinta “Como se me da la gana”.
Tres años más tarde graba “Cien niños esperando el tren”, que se gesta de la relación con su profesora Alicia Vega en la Escuela de Cine de la Universidad Católica. La docente lo invitaba a los cine-foro escolar que se realizaban en el actual cine Normadie, donde los estudiantes veían y comentaban películas.
“Hace experimentar a niños pobres sobre el cine, pero sobre todo el respeto hacia ellos. Vistos y tratados como personas, como seres humanos dignos del mundo. Eso es lo más lindo del taller y Alicia Vega lo hace con rigor y elegancia”, relata.
“A mí me encantó hacer esa película. Esto se realizaba en la población Huamachuco, en Renca. Ellos (los niños) siempre nos vieron. Llegábamos antes que partiera el taller y nos íbamos después, entonces pasábamos desapercibidos. Esto permitió que nos sintiera como parte del lugar y pudimos hablar muy francamente con ellos. Había confianza y eso se nota. Además ellos estaban muy concentrados en los juegos que les proponía Alicia”, relata.
Una experiencia diametralmente opuesta vivió al seguir y grabar a un grupo de estudiantes de la Universidad de Chile que pretendían desentrañar, entre otras cosas, cómo el diario El Mercurio se convirtió en un agente político que estuvo detrás del derrocamiento de Salvador Allende y el acenso de la dictadura militar.
“El diario de Agustín” fue una película muy dura de hacer. No tuve ningún placer en hacerla. La hice a contracorriente, porque hablar y enfrentarse a la gente no fue agradable. Ahí yo no tenía espacio de hacer exploraciones y ser preciso con lidiar con los muertos de la dictadura. Entonces la película se dedica a desmontar el montaje de prensa que hizo el Mercurio para ocultar la información y distorsionar la verdad de lo que estaba ocurriendo”, señala.
Agüero añade que “El diario de Agustín” se ha convertido en una de las películas más perseguidas del cine chile. “TVN la compró para no mostrarla. ArtTv también, pero el mismo día que estaba anunciada la cinta, se saca, por lo que la productora del canal renuncia. No se realiza el foro en el Museo de la Memoria, etc. Cuarenta años después de la dictadura esto me deja muy claro el nivel de enfermedad de este país. Está mucho peor de lo que se ve por fuera. Esto se acepta. Es una cinta que dice cosas. Me tiene chato la censura a “El Diario de Agustín”. A los que menos nos conviene es a Agustín Edwards, porque se habla mucho de él, y a mí, porque no puedo hablar de mi última creación, “El otro día”, concluye.