Veinte años después de su muerte, el fantasma de Pablo Escobar todavía acecha a los colombianos.
Una frase de César Cuartas, residente de la Comuna 1, según la cual el desaparecido capo “es el muerto más vivo de Colombia porque sigue vivo en las pandillas” resume el ambiente que se respira en el aniversario de la muerte del temerario capo, abatido a tiros en un tejado de Medellín, el 2 de diciembre de 1993, hace exactamente 20 años.
Devoto del Niño Jesús, supersticioso y contradictorio, predicaba en los barrios pobres en contra de la drogadicción e incluso denostaba a sus subalternos que consumían.
En 1982 fue elegido parlamentario, una situación insostenible que terminó con la denuncia de sus ilícitos por parte del ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, más tarde asesinado por sicarios.
Veinte años después de su muerte, la ostentosa vida de Escobar se puede ver aún. A cuatro horas de Medellín está Nápoles, la finca de recreo de Escobar, donde guardaba una colección de autos de lujo y hasta un zoológico de animales exóticos.