La desigualdad social se ha instalado como uno de los grandes temas de la agenda mundial. El problema ya no se reduce a descontentos de naciones en vías de desarrollo, sino que se replica en continentes como Europa, donde con fuerza y como crítica a un modelo económico que sigue produciendo y reproduciendo brechas, millones de ciudadanos han levantado sus banderas para ser oídos.
Históricamente, la demanda de igualdad ha pertenecido a las izquierdas políticas, sector que hoy se ven superado por una sociedad que fuera de los márgenes políticos y muchas veces en contraposición a ellos reclama sociedades más justas, donde las ganancias de sus países beneficien a todos quienes los habitan o, en caso contrario, donde las crisis más brutales sean asumidas de igual manera por todos sus sectores sociales.
Francia y sus promesas son un claro ejemplo de cómo no se ha dado respuesta a las esperanzas ciudadanas, frustraciones que con mayor o menor presión se evidencian en lugares como Grecia, Brasil y tantos otros que ven cómo lo político ha sido incapaz de dar respuesta a las demandas.
En un panorama general de aquellos sitios donde ha explotado la demanda por la igualdad, la socióloga Lucía Dammert asegura que en su mayoría son aquellos que han tenido buenas cifras económicas.
“La mayoría de los países que están en la discusión de la desigualdad son los que en los últimos diez o quince años han tenido políticas económicas medianamente exitosas. En lugares como Brasil e India se empiezan a instalar preocupaciones que hasta hace unos años no estaban, porque la preocupación era por temas como la pobreza e indigencia. En ese marco, lo que uno puede asegurar es que este tema ha llegado para quedarse”, sostiene la socióloga.
En ese escenario, las soluciones planteadas desde los Estados tampoco han sido las óptimas: la no existencia de un modelo alternativo al vigente, que sea capaz de cambiar el fondo del sistema, basado en la propiedad privada sobre los medios de producción y en la libertad sin contrapeso al desarrollo empresarial, es una de las grandes encrucijadas que analiza Víctor Hugo de la Fuente, director de Le Monde Diplomatique Chile.
“Por ahora no aparece con claridad una alternativa completamente reformadora del modelo. Las críticas al neoliberalismo son fuertes, pero las propuestas son más débiles. Lo que se ha logrado en países más de izquierda, como Venezuela, Bolivia, Ecuador, donde se manejan en un sistema des-neoliberal, al cual le ponen el máximo de regulaciones, impulsan con más fuerza el rol del Estado, pero en el fondo no se ha cambiado el modelo. No ha surgido esa idea del socialismo del siglo XXI, económico, social, pero al mismo tiempo democrático”, explicó.
Asimismo agregó que los partidos políticos “tienen una visión muy de ellos con respecto a la sociedad. Buscan votos, dan votos, buscan ser reconocidos como políticos más que trabajar en temas de fondo, entonces es la ciudadanía la que ha tomado estos temas”. En ese sentido, y percibiendo esta incapacidad, los movimientos sociales cobran fuerza a nivel mundial, generando tensión entre lo político y lo ciudadano.
Ante esta incapacidad política, son otros actores los que han entrado al debate. Un ejemplo de ello es el sumo pontífice de la Iglesia Católica, el Papa Francisco. Incansablemente el argentino – y como uno de los sellos de su pontificado- ha tratado de poner como tema prioritario el de la desigualdad. De “nueva tiranía invisible” acusó al capitalismo en su Carta Apostólica, recordando cómo el modelo económico vigente ha mermado las libertades de las personas.
Son esas libertades las exigidas por personas que en diversos puntos levantan movilizaciones, nacidas de temas individuales, los que confluyen en el gran marco de una fuerte crítica a políticas que acrecientan desigualdades al sistema neoliberal. Así lo explica Lucía Dammert.
“En general lo que uno va a tener, si bien son movilizaciones específicas, por temas específicos, como empezó en Brasil por el boleto de micro, o acá por la educación, muy probablemente lo que uno va a ver son movimientos sociales, con preocupaciones especificas, que siempre terminan llegando a un problema de la desigualdad en la entrega de los bienes públicos”, señaló.
La mantención de la autonomía de los movimientos políticos, es fundamental para De la Fuente, quien ve en ellos el gran actor de los cambios.
“Los movimientos sociales tienen que mantener la autonomía de los movimientos políticos. Los movimientos políticos, de una u otra manera, están en el sistema y se acomodan y tienen que jugar en esas reglas del juego, mientras que los movimientos sociales, si tienen autonomía, siguen luchando por los intereses que representan, saliendo del corporativismo y tomando reivindicaciones comunes ,y yo creo que eso va a marcar pauta tanto en Chile como en el mundo”, destacó de la Fuente.
Pero no sólo surgen voces desde aquellos que exigen la reivindicación de los derechos. Las crisis, como cíclicamente lo narra la historia, fomenta la polaridad, dando cabida a los populismos de extrema derecha que buscan frenar desde toda lógica, y desde todo ángulo, la explosión de demanda social.
Chile
Habitual desde hace años es la discusión en el país. Mucho se ha hablado sobre la extrema diferencia que existe en Chile en lo que a igualdad respecta. En ese sentido, para el economista de Cenda, Hugo Fazio, es vital repensar la distribución en la participación del ingreso.
“El modelo económico que tenemos en Chile es la continuidad del modelo económico impuesto por la dictadura, el neoliberalismo. Ahora, ese es un modelo dirigido a privilegiar a los sectores más altos de la población, pero es un modelo muy reducido, que mirándolo desde otro punto de vista, eso lo hace fácil de cambiar, porque a los sectores que hay que afectar –que no significa despojarlos de sus bienes- sino disminuirles la participación en la distribución del ingreso, eso permite un entendimiento realmente alto, porque es la mayoría de la población la afectada”, pronunció el economista.
“Lo que hoy queda claro es que hay un parlamento elegido, que va a haber un nuevo gobierno, y que los movimientos sociales van a tener que exigir que se cumplan las cosas prometidas en campaña, y otras no planteadas pero demandadas, como la Asamblea Constituyente o la nacionalización del cobre. En eso va a haber una conjunción entre algunos diputados que han sido electos y la ciudadanía, como Gabriel Boric, que es el único independiente absoluto tanto del Gobierno como de la oposición y el más ligado a los movimientos sociales. Asimismo, espero que otros nombres se sumen a estar con la ciudadanía desde dentro del parlamento. Hoy Chile cambió y la clase política no puede seguir actuando como antes, pero en cómo y dónde van a estar los límites de este cambio, será la ciudadanía determinante”, agregó el director de Le Monde Diplomatique.
En lo local e internacional, uno de los desafíos próximos estaría en manos de las izquierdas. Aquellos sectores políticos que tradicionalmente se vinculan a la temática, son quienes deberían plantear alguna solución de cambio al modelo, agregó De la Fuente.
Superar la tensión creciente entre una sociedad que exige cambios y una clase política que los resiste, pero que tiene en sus manos la llave de éstos, es otro de los debates que se verán durante los próximos años, comparten los expertos.