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Leonid Grin, el nuevo cerebro de la Sinfónica

El flamante director titular de la principal orquesta chilena habla en detalle con Radio Universidad de Chile: de la primera temporada a su cargo, de la necesidad de una nueva sala de conciertos, de sus gustos más allá de la música clásica y de su dolor por la crisis en Ucrania.

Rodrigo Alarcón L.

  Martes 18 de marzo 2014 0:08 hrs. 
Leonid-Grin-CEAC-c

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Sus dos primeros conciertos como director titular de la Orquesta Sinfónica ofreció el pasado fin de semana Leonid Grin. Fueron los primeros de muchos en que estará a cargo de la agrupación, a la que condujo por primera vez en 1992 y que volvió a encabezar el año pasado, en conciertos que obtuvieron positiva respuesta en el público y en la crítica.

Nacido en Kiev, Leonid Grin se declara aficionado al jazz de Oscar Peterson, a la bossa nova de Tom Jobim y a la lectura: “No hay noche en que no tome un libro antes de dormir. Mis escritores favoritos son Thomas Mann, Herman Hesse, Tolstói, Dostoievski, Pushkin. También he leído a Cortázar y a García Márquez. Leyendo puedes aprender sobre diferentes culturas y eso es lo bueno de vivir en este tiempo, en que todo está disponible”, dice sentado en el pequeño vestuario que ocupa, a pocos metros del escenario del Teatro Universidad de Chile.

Aun cuando será el director titular de la Sinfónica hasta 2016, no fijará su residencia en Santiago: “No es necesario que esté acá todo el tiempo, aunque tengo que admitir que la ciudad me gusta cada día más. Me gusta mucho el clima, porque llegué desde Filadelfia, donde hay 20 grados bajo cero y mucha nieve. También me gusta la gente, porque sonríe, es más alegre y es muy cómodo estar acá”, afirma. “Además, Santiago ha cambiado muchísimo, después de 20 años es una ciudad completamente diferente y fantástica”, añade.

Concierto-gratuito-de-la-Orquesta-Sinfónica-de-Chile-en-el-Día-del-Patrimonio

Leonid Grin abandonó la ex Unión Soviética hace 33 años, pero su talante se ensombrece cuando habla de las noticias que llegan desde Ucrania, las que recibe también “con mucho dolor” a través de familiares con los que conversa casi a diario: “Están muy atemorizados por lo que pueda ocurrir. No me gusta nada lo que está pasando, son países hermanos, todos somos eslavos”, dice.

Mucho más entusiasmo manifiesta al explicar cómo diseñó la temporada 2014 de la Sinfónica, en la que intentó un equilibrio entre los clásicos, algunos compositores menos conocidos en el país y un espacio para los autores nacionales.

¿Cómo diseñó la temporada de este año?

Hacer una temporada es muy difícil, porque hay que considerar muchos factores. Tienes que pensar en la audiencia, en la ciudad y en el país en que el que estás, porque cada ciudad tiene tradiciones distintas y debes familiarizarte con lo que se hizo antes. Cuando empecé, tomé los archivos y vi todo lo que la orquesta había tocado en los últimos cinco años, para tratar de entender lo que ésta y el público necesitan. La música clásica no es para una elite, no necesitas una educación especial para disfrutarla. No importa la época en que fue escrita, siempre fue escrita para la gente y cuando escribes para la gente, cuando te comunicas con ella, no hay distinciones de clases y educación. El arte llega por sí mismo. Entonces aprendí sobre las temporadas anteriores, sobre lo que se había hecho bastante y qué música no se había hecho tanto. También consideré que en la misma ciudad hay gente con diferentes gustos y deseos acerca de la música, así que intenté un balance. Tienes que tener Bach y música del Barroco; algo clásico, como Haydn y Mozart; a los románticos, como Schumann, Brahms y Tchaikovsky; música del siglo XX, como Shostakóvich, Prokófiev, Alfred Schnittke; y algo de música contemporánea, como lo que vamos a tocar esta semana, Panufnik, que probablemente nunca se ha tocado en Chile.

Por supuesto, todo director musical también persigue objetivos pedagógicos. Quieres que la orquesta mejore y hacer algo así como un viaje, desde un punto hacia otro, entonces escoges un repertorio para lograr ciertos objetivos con la orquesta. Y además, tienes que asegurarte de que la gente compre las entradas -dice entre carcajadas.

Eso es importante, porque no hay ningún gobierno que dé suficiente dinero para una orquesta. Es un error habitual decir que una orquesta es una organización sin fines de lucro. Pienso que es el más grande sin sentido, porque el beneficio no es material, sino artístico, que es mucho más valioso, ya que ayuda al desarrollo espiritual de los individuos. Para mí, entonces, es una organización que trae mayores ganancias, porque lleva a la gente a un mejor nivel de existencia.

También escogió obras de compositores chilenos, como Pedro Humberto Allende, Acario Cotapos y Alfonso Leng, ¿los conocía desde antes?

No, fueron recomendados por la orquesta y yo creo en el gusto de mis colegas.

Como otras orquestas, la Sinfónica acostumbra a interpretar una gran cantidad de música que fue compuesta hace mucho tiempo y que atrae a la mayor cantidad de público. Sin embargo, la música de nuestro tiempo no se interpreta tanto ni atrae tanto público. ¿Cómo enfrentó esta situación?

No tienes que olvidar que ahora todos amamos la música de Mozart y Beethoven, pero en su tiempo, ellos también tuvieron muchas dificultades para ser interpretados. Les costó encontrar orquestas, ensambles, públicos y lugares en que se tocaran sus obras, entonces ser un compositor contemporáneo siempre es un desafío. Siempre lo ha sido y siempre lo será.

Nuestro deber es encontrar música que sea atractiva. Hay música que puede parecer muy avanzada para el público que va a los conciertos, pero tenemos que encontrar un equilibro para tener una conexión con éste. Lo que hago habitualmente es combinar piezas modernas, poco usuales, con otras que son familiares para el público, que son bien conocidas y apreciadas. Así, la gente puede venir a escuchar la música que ama y también tiene la oportunidad de sorprenderse y decir “¡Wow! No conocía esta música, pero está realmente buena y la disfruto”. De este modo, la próxima vez esa persona va a venir más abierta e interesada.

Hablemos sobre el teatro que ocupa la orquesta…

Esa no es una buena pregunta… -bromea.

El Teatro Universidad de Chile fue un cine y no tiene las condiciones mínimas (N. de la R.: a mediados de febrero, la Universidad dio a conocer un proyecto para una nueva sala).

No es porque haya sido un cine, es simplemente un mal lugar para el arte. Debería ser muy diferente, basta que mires este camarín o el hall. No tiene asientos cómodos, tiene mala acústica y no es un lugar en que los artistas puedan disfrutar haciendo su arte. Hablé de eso desde mi primer día acá y dije que necesitamos –repite cuatro veces la palabra- una sala nueva. Es una prioridad para la ciudad, que tiene una orquesta fantástica que toca en un ambiente no profesional. La orquesta necesita un lugar nuevo y de calidad.

Imagino que no es algo frecuente en otros países. 

La mayoría de los lugares en que dirijo, alrededor del mundo, tienen muchas comodidades. Es muy inusual que todavía ahora, en el siglo XXI, la principal orquesta de Chile toque en un lugar tan desagradable, para decirlo de forma suave. Particularmente ahora, cuando la economía parece estar muy bien en el país. Cuando hablas de Providencia o Las Condes, todo parece indicar que la economía está bien. Es cosa de mirar el rascacielo nuevo que construyeron, es algo que ves en Nueva York, es increíble. Entonces el dinero existe, pero debería haber interés y orgullo por el arte. La ciudad tiene una orquesta muy buena que debería ser respetada, apreciada y tener un lugar profesional para trabajar.

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