Las corrientes marinas en los océanos, impulsadas por la energía solar, son de altas velocidades y tienen la capacidad de transportar, desde un rincón del planeta a otro, todos los residuos que el ser humano deposita en el mar. Esta basura eventualmente puede entrar en la cadena alimentaria y llegar hasta nuestra mesa.
Es sólo una parte del problema que quedó al descubierto con la búsqueda del avión de Malasia, operación que no ha encontrado la aeronave, pero ha mostrado, incluso desde imágenes satelitales, la gran presencia de contaminación en los océanos.
Juan Carlos Cárdenas, director del Centro Ecocéanos, explicó que el problema radica en que históricamente se ha visto el mar como una fuente inagotable de recursos pesqueros y además como un vertedero capaz de recibir y acumular los desechos humanos. Entre las causas de la contaminación está el hecho de que “una parte importante de todos los fertilizantes y aguas residuales sin tratar, van a parar a las áreas costeras y a los mares, con ello se genera una disminución del oxígeno disuelto y el incremento de algas tóxicas. Una situación que podemos ver en Chile en la zona norte y en la décima región. Además, en este momento y a nivel global, hay más de 400 zonas muertas en los océanos donde ya no hay oxígeno, porque fue consumido por los altos niveles de contaminación por desechos urbanos e industriales”, señaló.
Elizabeth Soto, consejera política de la campaña Océanos de Greenpeace en Chile, coincidió con el diagnóstico y explicó que actualmente existe un verdadero continente de basura en el océano pacífico norte. Al respecto, consideró que “el problema es muy grave, ya que tenemos contaminación marina llegando desde todas las costas del planeta, porque todos los países están tirando basura a sus ríos y desde ahí llega al mar. A eso se suman todos los residuos arrojados por los barcos que transitan continuamente en los océanos, la basura se junta donde están las corrientes oceánicas. Elizabeth se refirió al problema que esto causa en la fauna marina, porque “las aves, los mamíferos y los peces están confundiendo esa basura con alimento y se están llenando los estómagos de plástico y finalmente mueren. Entonces ocurre que van muriendo distintas capas del ecosistema y se crea una problemática en cadena que nos termina afectando a nosotros, porque gran parte de nuestra alimentación sale desde el mar”, señaló.
Por su parte, Bernardo Reyes, biólogo marino de la Universidad de Toronto, explicó que hasta ahora los esfuerzos de Naciones Unidas y la Conferencia de los Mares han sido insuficientes para abordar el problema. Y apuntó a que los países que tienen mayor responsabilidad en la deuda ecológica con el planeta no quieren ser sancionados y externalizan sus costos al resto de la humanidad.
Entre los problemas que afectan al país en esta materia se encuentra, por ejemplo, que la instalación de plantas termoeléctricas a carbón en los bordes costeros desencadena la diseminación de mercurio, metal que contamina los peces que luego se consumen. Frente a esto, Chile no cuenta con una normativa que controle las emisiones de mercurio al mar, “ya que cuando se discutió la norma de termoeléctricas los parlamentarios sacaron este tema de la agenda”, explicó el académico.
Reyes se refirió además a la precaria legislación chilena para resguardar el borde costero y velar por la calidad de la alimentación extraída del mar: “Chile ha firmado documentos y no los cumple. Los bordes costeros del país son verdaderos vertederos, tenemos que preguntarnos qué es lo que llevan los emisarios al mar, en Iquique, frente a Valparaíso diez kilómetros mar a dentro tenemos vertederos donde va todo lo que entra a los desagües y nadie frena ni fiscaliza eso. No hay una comprensión de lo que implica proteger los bienes comunes y la salud de las personas a través de la alimentación que es la que consumen todos los días y la Armada tiene una responsabilidad clave ahí”, señaló.
En ese sentido, criticó que la mayor inversión del Estado sea mantener una estructura que, a su juicio, no es funcional a la soberanía de Chile, “ya que la protección no sólo debe ser de los límites, sino de la calidad de los mares”, indicó.