Juan Pablo II fue proclamado santo en tiempo récord, sólo nueve años tardó el proceso luego de su muerte en 2005. Esto, gracias a una iniciativa de su sucesor, Benedicto XVI, quien retiró la norma que requería esperar cinco años antes de iniciar los trámites de canonización.
Pese a la rapidez del proceso, se siguieron todos los pasos establecidos por la Iglesia Católica, entre ellos los dos milagros necesarios. Requisito que pasó por alto el Papa Francisco, quien sorprendió en 2013 cuando anunció que, sin esperar la ratificación de un segundo milagro, proclamaría santo a Juan XXIII.
El llamado “Papa Bueno”, que falleció en 1963, es considerado el padre de la renovación de la Iglesia Católica por haber instalado en 1962 el Concilio Vaticano II, en donde se establecieron las matrices del devenir de la institución. Pero no sólo impulsó cambios en lo doctrinal, sino también en las formas: a partir de su pontificado los curas dejaron de hacer la misa de espaldas y en latín y comenzaron a oficiarse de cara a las personas.
Por otro lado, extendió el ecumenismo eclesiástico a través de la secretaría de promoción de la unidad de cristianos, donde primero ingresaron las iglesias ortodoxas, las protestantes, el Consejo Mundial de las Iglesias y más tarde los judíos. Esto, en el contexto de la guerra fría, cuando en América Latina ya estaban en ciernes las dictaduras que marcaron el devenir político e ideológico de la región.
El sacerdote jesuita José Aldunate destacó que a más de cincuenta años, el Concilio sigue gozando de actualidad y se refirió a la importancia de esta figura: “Como personaje ha marcado bastante y en cierta forma es un preludio de lo que es el Papa actual, por su sencillez, actualización moderna de un papado muy cercano con la gente. Además, Juan XXIII fue un Papa muy cercano a la pobreza y por eso tuvo una particular importancia para América Latina”, explicó.
En cambio, Juan Pablo II es considerado como un hombre conservador, que sin embargo propició la apertura de la iglesia a los medios de comunicación y al mundo, con los más de cien viajes que realizó durante los 26 años de su pontificado, el más largo del siglo XX. El Papa visitó 18 veces América Latina, ocasiones en las que vivió episodios claves en la historia de la región.
Karol Wojtyla tuvo además un rol importante en la desaparición de la Unión Soviética y la caída del Muro de Berlín, un proceso histórico al que se le adjudica una cercanía e influencia decisivas.
Cristián Parker, sociólogo de la religión e investigador del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago, explicó que se trata de dos proyectos de iglesias distintas y apuntó a la estrategia de Francisco al reunir ambas beatificaciones en una misma ceremonia: “El Papa Francisco busca resaltar estos dos contrastes en un solo proyecto. Es muy curioso el que todo el mundo decía que estaba muy avanzada la canonización de Juan Pablo II, pero nadie hablaba de Juan XXIII. Entonces resulta significativo que este Papa decida canonizarlos en una misma ceremonia, porque da cuenta de que el Papa Francisco busca actualizar lo que fue la gran reforma del Concilio Vaticano II”, analizó.
Marcial Sánchez, académico e historiador especialista en la Iglesia Católica, dijo que este hecho no escapa a las importantes reformas internas que propicia el Papa Francisco: “Lo del día domingo cumple un hecho político importante, porque es demostrarle al mundo católico que los Papas anteriores fueron tan buenos o mejores que él, también dentro del camino de la política. Son dos Papas que vivieron en tiempos políticos complejos, que lamentablemente los suelen insertar en el mundo actual, pero en el momento que a ellos les tocó vivir fueron indiscutiblemente pro hombres y líderes de una época”, señaló.
En este contexto, Sánchez plantea la posibilidad de un resurgimiento de la teología de la liberación, que se había visto marginada en los tiempos de Juan Pablo II y de Benedicto XVI. Esto, porque a su juicio la preocupación “del pueblo desde el pueblo y la organización de los pobres para acercarse a Dios, permanece”. Sin embargo, asegura que estamos “en el tiempo de una nueva Iglesia que tiene ribetes de esta teología, pero también y sobre todo del mundo contemporáneo”.