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Intelectual chileno Luis Oyarzún vuelve en libro y alma

“Luis Oyarzún. Un paseo con los dioses” es el nombre de la nueva publicación del escritor Óscar Contardo. El texto cuenta acerca de la vida de este poeta, naturalista y profesor de filosofía de la Universidad de Chile.

Damaris Torres

  Viernes 23 de mayo 2014 10:31 hrs. 
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Nació en 1920 en Santa Cruz, estudió en el Internado Nacional Barros Arana (INBA) y se graduó de abogado y de profesor de filosofía en la Universidad de Chile.

Hasta hace algunas semanas la vida de Luis Oyarzún era desconocida para parte de la población, sin embargo ahora se encuentra en el libro homónimo del periodista Óscar Contardo, quien investigó durante dos años acerca de este personaje del siglo XX chileno.

En 213 páginas el texto “Luis Oyarzún. Un paseo con los dioses” (Ediciones Universidad Diego Portales) relata la vida que el también poeta, crítico de arte y naturalista tuvo en Santiago. Pero sobre todo su contacto con lo más granado de la intelectualidad nacional, como es el caso de Nicanor Parra, Jorge Millas, Hernán Valdés y Gabriela Mistral, entre muchos otros.

portada-624x1024¿Cómo llegó a conocerlos? “Un joven Luchito viajó a la capital a uno de los colegios bastiones de la educación pública, INBA, que en esa época era administrado por el Instituto Nacional, y que servía para que buenos estudiantes del país de escasos recursos lograran entrar a la universidad”, cuenta Contardo. Ahí trabajaba como inspector el reconocido antipoeta el que, rápidamente, forjó amistad con el pequeño y perspicaz Oyarzún.

Desde aquel momento se formó una de las personalidades más comprometidas con su generación y con las venideras. De hecho el escritor lo describe como “una persona que encarnó la institucionalidad cultural y educacional de aquella época, además de ser un articulador e impulsor de muchos talentos”.

“La generación de Oyarzún es la que entra en la modernidad chilena a través de la educación pública. Para esos años la Universidad de Chile funcionaba como un ministerio de cultura de facto, entonces la institucionalidad pública era una vía posible para la clase media y abría un camino a los talentos nuevos que de otra manera no habrían tenido por donde surgir”, destaca el autor.

La amistad como vínculo primordial

A pesar de ser políticamente conservador y profundamente antimarxista, sus convicciones no mermaron la amistad que mantuvo con izquierdistas de la época, por el contrario, sus relaciones siempre fueron con total respeto y cariño hacia los suyos.

“La importancia que tuvo fueron sus relaciones y cómo las llevó a cabo, como supo pulir vidas ajenas, como le puso un sello a la Facultad de Artes cuando fue decano, ahí se presenta la gracia de su vida”, explica Contardo.

A pesar de todos sus contactos y estudios, Luis Oyarzún siempre se mantuvo en la segunda línea de los creadores nacionales, situación que el autor explica que fue “porque era tan talentoso que nunca se enfocó en algo en particular, él comenzó escribiendo poesía, pero también era crítico de artes visuales, profesor, ensayista, botánico en una época que eso era una excentricidad, entonces nunca mantuvo una sola materia”.

Una de las relaciones que más se destaca es la amistad epistolar que mantuvo con la Premio Nobel de Literatura Gabriela Mistral, a quien conoció en un viaje a Brasil y con la que “tenían muchas cosas en común, como la perspicacia política y una forma aristocrática de pensar las cosas”.

Olvido

“Todos estos personajes son parte de un patrimonio que es importante que no se olvide” destaca Oscar Contardo, quien considera que “la cultura chilena tiene tradiciones y estos textos sirven para entender cómo se formó nuestro siglo XX y en qué creían estos forjadores. Por ejemplo, Oyarzún “se reía diciendo que sería un horror que la educación cayera en manos de los economistas y varios años después eso fue lo que pasó”.

Por lo mismo, “la gente que lo conoció insiste que lo hubiera pasado muy mal con la dictadura, pues el golpe de Estado significó la muerte de alguno de sus alumnos, el exilio y la ruptura del mundo que él sentía como propio”. Quizás una manera de consolarse por su partida en 1972.

 

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