907 páginas tenía la primera versión que la editorial Ercilla publicó en 1950 de Jemmy Button, una de las novelas más reconocidas de Benjamín Subercaseaux. Puede parecer bastante, pero quizás no lo sea luego de revisar los seis volúmenes de manuscritos que posee la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, que pronto se podrán revisar a través de una nueva plataforma digital: Artificios.
Ahí también habrá, por ejemplo, manuscritos de la novela El huaso, de Tomás Lago; partituras, grabaciones y archivos que dejó el compositor Roberto Falabella; apuntes de la musicóloga María Ester Grebe; y la película Aquí vivieron (1964), de Pedro Chaskel.
“Es mucho material que a veces ni siquiera está en colecciones formales, sino en cajones o estanterías. Es fascinante y queremos que la gente se fascine también, que abra puertas, que sean materiales de investigación, que no se quede encerrado”, dice Alejandra Araya, directora del Archivo Central Andrés Bello y académica de la Facultad de Filosofía y Humanidades.
Documentos como esos se difundirán a partir del próximo lunes 7 gracias al sitio, que ha sido elaborado desde el año pasado y es un proyecto Transversal de Patrimonio financiado por la Iniciativa Bicentenario Juan Gómez Millas.
“Es un lugar para difundir el patrimonio de la Universidad de Chile. Es un proyecto institucional para asumir la misión pública de hacer circular, de la manera más masiva posible, la complejidad patrimonial de la que disponemos. Es una colección de intangibles, piezas patrimoniales que provienen de distintos contextos –históricos y artísticos, por ejemplo- y son presentadas a través de las posibilidades que ofrece internet. Puedes ver desde objetos antropológicos a documentos históricos, pinturas o esculturas”, explica Arturo Cariceo, académico de la Facultad de Artes y encargado del diseño del sitio.
Algunos de los archivos serán descargables bajo licencia Creative Commons, pero la idea es que Artificios sea más que un catálogo en línea de archivos valiosos. Por eso, por ejemplo, incluirá una sección llamada “Bitácoras”, en que los encargados darán cuenta del proceso de investigación que requiere el sitio. “Va a ser como el making off del sitio”, grafica Alejandra Araya.
Asimismo, los documentos se ordenarán de acuerdo a curatorías que incluyen una visión crítica acerca de los archivos y qué es lo que se considera como patrimonio. Esto es, justamente, lo que está detrás de un nombre como Artificios: “Es una mezcla entre la reunión de ciertos artefactos culturales, una noción que podría abarcar a todos estos materiales, con la posibilidad creativa de generar algo, no en un sentido artificioso, sino de nuevos mecanismos y lenguajes. Por eso no le pusimos un nombre que remitiera a una plataforma de gestión del patrimonio, que se suele entender como un catálogo en línea. Es decir, la idea es que remita a las posibilidades creativas y experimentales de la pregunta por el patrimonio”, señala la académica.
Por ahora, la plataforma está concentrada en cinco unidades: el Centro de Documentación e Investigación Musical, el Museo de Arte Popular Americano Tomás Lago (MAPA), la Facultad de Filosofía y Humanidades, la Cineteca y el departamento de Antropología.
De esta manera, “abarcamos la escritura, la música, el objeto y la imagen en movimiento, que son como las cuatro cabezas de serie”, afirma Nury González, directora del MAPA. “En la Universidad hay muchas facultades que trabajan eso -y otras unidades dentro de las mismas facultades- y tienen patrimonio, pero decidimos trabajar con esas cinco porque es un proyecto en construcción. Tenemos claro dónde empieza, pero no sabemos dónde termina, porque siempre está abriéndose y multiplicándose”, añade.
De acuerdo a sus gestores, la plataforma Artificios también es una forma de constatar la destrucción y fragmentación que sufrió la universidad luego del golpe militar. “Son como esquirlas de grandes proyectos que llegaron hasta ahí”, dicen.
Fotos: Camila Torrealba.