De entrada en el Museo de Arte Contemporáneo se observa uno de los cuadros más conocidos de la historia occidental: La Última Cena. No obstante, al acercarse la pintura cambia a una situación más parecida al XXI por los materiales desechables y los restos de comida que el artista recogió en los barrios cercanos del recinto cultural.
Se trata de la obra que el franco- peruano, Jota Castro (Perú, 1965), inaugura este jueves a las 19:30 horas en el MAC. La muestra lleva por nombre De vida no se puede vivir, y critica, a través del arte, las desigualdades sociales, políticas y ambientales.
El también curador señaló en entrevista en El Semáforo de nuestra emisora, que se inspiró en el primer artículo de la Declaración de Derechos Humanos y del Ciudadano que dice que “las distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común”. Por medio de aquella frase entrega información a los jóvenes que están con dudas sobre su futuro.
“Hay una enorme angustia existencial de los jóvenes sobre lo que se pueden hacer con el futuro. Trabajé mucho en la idea de crecimiento y después pensé que no solamente se debía validar lo que uno quiere hacer para vivir, sino que también uno tiene que aprender que vivir no es tan fácil y que, probablemente, ahora será mucho más sacrificado que antes”, contó el autor respecto al título de la muestra.
Historia y arte
Sin duda el pasado profesional de abogado y cientista político en organismos como Naciones Unidas, hacen que Jota Castro relacione el arte y las ciencias sociales como un mecanismo para enfrentar la realidad.
Sobre todo cuando a ello se suma sus vivencias en la localidad amazónica de Yurimaguas. Una región pobre y abandonada de Perú que a pesar de su situación “conserva un espíritu mágico”, afirma el artista, quien destaca que sus trabajos como diplomático le sirvieron para conocer de los problemas del mundo, como la esclavitud infantil.
Es el caso de las pelotas del mundial que están hechas por niños en países asiáticos y que exhibe en la instalación Confieso que no he vivido, donde balones envueltas por alambres de púa dan cuenta de los sacrificios que los países hacen por el Mundial de Fútbol.
“Son las pelotas del mundial que es, abiertamente, el símbolo del momento con el que nos olvidamos de todo durante un mes”, dijo. Y aseguró “las cosas andarían mejor cuando más cercanos estemos a terminar con las fronteras que se protegen con púas y que son, también, fronteras mentales y monetarias”.
En De vida no se puede vivir también se presenta la obra Amazonas, en la queCastro levanta torres de papel higiénico de hasta dos metros de altura, para hablar sobre la explotación de la mayor selva tropical del mundo, y también, Slow future, una analogía sobre el conflicto entre Ucrania y Rusia.
La muestra se extenderá hasta el 7 de septiembre.