Menos mediático que el de Literatura, pero quizás igual de disputado. Así será el Premio Nacional de Artes Musicales que se entregará a fines de agosto, al que aspiran más de una decena de postulantes.
Esta vez, el jurado que lo definirá tendrá sólo cuatro integrantes: el ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre; el rector de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi; el rector de la Universidad de La Serena, Nibaldo Avilés, en representación del Consejo de Rectores; y la pianista Elisa Alsina, por la Academia Chilena de Bellas Artes.
El quinto integrante debía ser el director de orquesta Juan Pablo Izquierdo, ganador de la versión 2012, pero declinó participar por encontrarse fuera del país.
De esta manera, de una lista que abarca un amplio espectro de la creación musical, el jurado deberá seleccionar a un ganador que se adjudicará 19 millones de pesos y una pensión vitalicia de casi 850 mil pesos.
Una vez más destaca el compositor Vicente Bianchi, cuyo nombre fue presentado por la municipalidad de La Reina y la Fundación Neruda. El autor de la Misa a la chilena (1964) es un caso emblemático: es la decimosexta oportunidad en que su nombre es propuesto y, al parecer, ya no guarda demasiadas esperanzas.
“A esta altura de mi vida, ya no espero nada. Tengo 94 años y medio, me queda poco tiempo y bueno, si no me lo dan, no me lo dan, ¿qué voy a hacer? No puedo pedir mucho. Para mí significaba una cosa bien especial, porque económicamente me serviría para muchas cosas que tengo preparadas. En este momento, tengo una lista de 14 obras chilenas que no puedo hacer, porque no hay plata para grabarlas y difundirlas”, dice.
Entre los postulantes que tienen vínculos con la academia se encuentran Sylvia Soublette, León Schidlowsky, Hernán Ramírez, Gabriel Brncic, David Serendero, Elma Miranda y el musicólogo Luis Merino.
Otros han circulado entre la llamada música “docta” y la “popular”: el pianista Roberto Bravo; el integrante de Congreso, Hugo Pirovich; el director de Inti Illimani Histórico, Horacio Salinas; y Patricio Manns, quien es protagonista de una situación singular: la Universidad de Playa Ancha lo postula también al Premio Nacional de Literatura.
Ante la disyuntiva, el autor de “Arriba en la cordillera” es claro: “Los dos son absolutamente iguales, tanto materialmente como en prestigio. Me da lo mismo que sea cualquiera, pero me gustaría que fueran los dos, para sentar un precedente. Sería una coronación a mi trabajo, porque ya estoy en un punto de la vida en que éste comienza a redondearse”, afirma.
“Se juntan los dos porque es la forma en que me gano la vida culturalmente hablando. Mi trabajo es la música y la literatura. No es muy frecuente, pero se dio el caso”, añade.
Sin embargo, el Premio Nacional de Artes Musicales habitualmente se entrega a quienes tienen más lazos con la tradición escrita: solo en 1994 se rompió esa tendencia con Margot Loyola, quien de todos modos pasó por el Conservatorio Nacional, como la mayoría de los galardonados.
Aunque la Ley 19.169, que regula el reconocimiento, no hace precisiones al respecto, la pianista Elisa Alsina considera que se debería crear un premio especial para la música popular: “Habría que buscar otra instancia, otro premio o un mismo Premio Nacional de Música enfocado hacia la música popular, donde hay gente muy valiosa. Desgraciadamente, este premio fue establecido de esta manera y siempre se ha dado a los compositores e intérpretes de la música docta. Creo que no es más que eso, no hay una segregación”, asegura.