La bomba de Escuela Militar arrojó cientos de titulares, de ellos un número considerable hacía alusión al vínculo de los grupos anarquistas con el ataque del pasado 8 de septiembre: Anarquistas: ¿detrás de los ataques con bomba en Chile?; Fiscalía apunta a anarquistas como autores de bomba en Chile; Atentados en Chile: apuntan a grupos anarquistas o de derecha; Chile: el atentado terrorista sería obra de anarquistas; perfil de terrorista chileno (…)
Los días pasaron y este dieciocho de Septiembre se informó que tres sujetos eran detenidos por su participación en los hechos: “Dos de los detenidos presentarían vínculos con grupos anarquistas”, se informaba de forma casi inmediata a través de diferentes escenarios.
Posiciones contrapuestas se encontraron nuevamente. De un lado, quienes sostienen las responsabilidades de los inculpados y aseguran que no habrá impunidad con ellos; de otro, quienes plantean sus dudas respecto del relato policial para la detención y cuestionan las ya repetidas veces donde se ha procesado a personas que son, posteriormente, dejadas en libertad sin poder establecer responsabilidad alguna.
Más allá del proceso policial que se lleva a cabo (que deberá determinar la culpabilidad o inocencia de los sospechosos), lo cierto es que el vínculo entre anarquismo y violencia no es nuevo, tampoco casual, y sus raíces se fundan en las primeras décadas del siglo pasado.
El anarquismo, el histórico, ese nacido en Europa del siglo XIX y arribado a Chile en 1890 por Manuel Chinchilla, es puesto en el ojo de la crítica, de la duda, del temor, de lo desconocido. Prensa y política unidas, una vez más, para levantar banderas y validar discursos. Encuentro que pone en el centro del cuestionamiento a todo quien represente, vista, se asemeje, a esa caricatura construida simbólicamente del aquel joven que busca la emancipación de todo tipo de organización jerárquica que limite coercitivamente con la libertad del ser humano.
Algunos expertos traen el miedo a colación. Ese que siempre ha servido como forma de hacer Estado, ya lo decía Thomas Hobbs. Emoción que ha vestido diversas formas de expresión a través de la historia.
Para Iván Pincheira, sociólogo académico de la Universidad de Chile, el miedo propio de la postdictadura es la delincuencia. En éste se han circunscrito diversas expresiones como la protesta social.
Saltar desde ahí al vínculo con el anarquismo no es un ejercicio muy difícil de pensar. En sus obras, Sergio Grez, historiador experto en el tema, lo sitúa como el más viejo fantasma del poder en Chile. A nivel de datos, fue en 1894 (solo cuatro años después del arribo de la corriente al país) que el entonces ministro del Interior, Enrique Mac-Iver pidió investigación para los anarquistas franceses de Valparaíso y Santiago.
Para el historiador, los mitos y el desprecio hacia la corriente ácrata se pueden encontrar desde los libros del historiador comunista Ramírez Necochea, quien en vez de investigarlos seriamente, habría dedicado sus páginas a descalificarlos.
Esto, probablemente basado en que en algunos momentos de la historia el anarquismo fue un duro competidor de las corrientes marxistas por la hegemonía del movimiento obrero en el país.
Iván Pincheira reafirma esta historia, para él, la corriente ácrata siempre ha sido reducida al ámbito de la violencia. Este no sería un fenómeno nuevo, sino un dato ligado desde su emergencia.
Hoy, más de cien años después del arribo de este “enemigo público”, mitos y descalificaciones siguen siendo parte de declaraciones públicas y privadas. Situación que se confirma al ver cómo han sido vinculados a diversos ataques, como algunos bombazos de los últimos años.
El miedo vuelve a aparecer en la conversación. Para el sociólogo Pincheira, el terrorismo siempre ha aparecido de manera esporádica en la construcción de agendas de la postdictadura. Posición que hoy, luego de bombazos y explosiones, cobra valor y se vincula a estos sujetos portadores del temor: los anarquistas.
Situación que se vendría dando desde 2008, cuando se trata de ligar a grupos anarquistas y casas okupa con ataques terroristas. Investigación que llevó a la detención de 14 jóvenes por presunta vinculación terrorista, los que finalmente fueron sobreseídos por falta de pruebas.
En el momento del juicio (2012), el historiador Gabriel Salazar señaló que: “cualquier guerrillero con un mínimo de instrucción no va a organizar un acto violento en una casa okupa, lo va a hacer en otro lugar”. “En la casa puede encontrarse compañeros que no son violentistas y otros que son violentistas, (…) entonces no se puede decir que por el hecho de que los jóvenes se juntan allí, que hay varios que son anarquistas y se juntan en la casa okupa, ésta forma parte de una red, una infraestructura, una asociación conspirativa de carácter terrorista. Eso es una ilusión de la figura acusatoria terrorista, casi un montaje”, afirmó el experto.
Efectos
“Esta situación repercute sobre las organizaciones sociales en general y sobre los anarquistas en particular”, señala Pincheira, haciendo alusión al constante planteamiento de comunión entre la protesta social y la delincuencia. Fenómeno que para el investigador se avala en el modelo neoliberal y en la construcción de los discursos de seguridad pública.
“Caer en el juego de la reducción a la violencia de los movimientos sociales en general y el anarquista en particular, es una perspectiva que no se adecúa a los hechos de la realidad. Tarde o temprano esas perspectivas no tienen asidero”. “No se puede vincular anarquismo con violencia, menos desde miradas de Gobierno, porque es una mirada reduccionista que no se condice con los hechos de la realidad. Es un hecho preocupante que desde una instancia gubernamental se tenga una visión tan reduccionista”, enfatizó el experto.
En esa lógica destacó los aportes que el movimiento social, en general, y anarquista en particular quieren hacer a la sociedad, al mundo estudiantil, laboral, de salud.
Aportes y debilidades del anarquismo
Grez sitúa algunas de las debilidades del movimiento en su lucha por legislación social. “Los anarquistas se colocaron fuera de la lucha popular por la legislación social ya que interpretaban estas leyes (y todas las leyes, en general) como elementos de dominación de la burguesía, de engaño y de explotación popular. Por eso no reivindicaron ni se movilizaron por la legislación social, y cuando ésta fue promulgada la denunciaron, planteando como estrategia alternativa la acción directa y la lucha frontal de obreros contra patrones”, postuló en entrevista con El Ciudadano.
Sin embargo, en la instalación de ideas feministas tuvieron mucha participación. Ellos ampliaron el discurso a cuestiones culturales y prácticas en las relaciones entre hombres y mujeres de su época.
El antimilitarismo también es descrito como otro logro de la corriente. Ejemplo de ello es que en 1900 se instaló el Servicio Militar Obligatorio, situación rechazada desde siempre por los ácratas. En pleno conflicto con Argentina, se trató de demostrar como el Estado y los militares respondían a las cúpulas de poder.
Con el paso de las décadas el movimiento se fue debilitando. Sin embargo, Grez los localiza hasta la Unidad Popular. En la actualidad, el historiador habla de una rearticulación de la ideología, las que responden a características muy diversas a las de su origen: Hoy, es un movimiento plural, no ligado al movimiento obrero como en sus orígenes, sino a expresiones como el movimiento Okupa o el de anti-globalización, puntualizó a la prensa.