iEs un debate que aún no se ha dado en nuestro país, pero que está presente en a lo largo el mundo, toda vez que los Estados Unidos ha decidido impulsar el fracking, como una forma de alcanzar la independencia energética.
La fracturación hidráulica, técnica para extraer el petróleo, emerge como una revolución en el mercado de los hidrocarburos. Sin embargo, su impacto a nivel medioambiental preocupa a los ecologistas.
Entre estos detractores se encuentra el argentino Giulio Ohaluer, integrante de la Asamblea Permanente del Comahue por el Agua. A juicio del experto, que viene a presentar su libro “Fracking, No es No”, este procedimiento busca explotar los llamados hidrocarburos no convencionales, lo que generaría un exponencial riesgo para los recursos hídricos.
“En la mayoría de las veces se usa agua para hacer la fractura hidráulica, que sería la traducción del fracking o aero-fracking en inglés. Esa fractura hidráulica, conlleva gran cantidad de agua, cada pozo puede consumir hasta 30 millones a un litro de por fractura y, a eso se le agrega una sopa de químicos contaminantes que pueden llegar a ser uno o dos por ciento de esos 30 millones de litros”.
Además, del gasto de agua, la contaminación amenaza a las zonas dónde se implemente el fracking, según sostiene Ohaluer. Esto, porque el proceso no solo contamina las aguas hasta las napas, sino también el agua de flujo que se utiliza para la fracturación y extracción, cuyo tratamiento tiene un costo altísimo. Entre los tóxicos hay algunos que tienen impactos muy altos en la salud humana, como el benceno.
Además, se ha mostrado que la metodología puede generar movimientos telúricos, lo que produce otras complicaciones.
Por todos estos factores, comunidades argentinas han mostrado su resistencia a este tipo de proyectos, principalmente porque la nación trasandina es uno de los países con más altas reservas de gas de fracking. Inmediatamente después se ubica Chile, el que ocupa el tercer puesto a nivel continental.
Para Lucio Cuenca, Director del Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (OLCA), el sólo hecho de apostar por esta tecnología ya tiene graves consecuencias.
“Se renuncia a buscar alternativas más limpias. Mientras sigamos en el camino de ir más allá de las fronteras, los riesgos para la humanidad y la naturaleza, estamos dejando de ver opciones como las Energías Renovables No Convencionales”.
A juicio del ambientalista, los gases que se generan en esta quema, aceleran el efecto invernadero y el cambio climático.
Desarrollo local
Si bien el tema aún no se conoce a nivel masivo en Chile, la principal apuesta del gobierno de Michelle Bachelet incorpora al gas como una forma de resolver los problemas de generación de energía eléctrica.
Un ejemplo de esto es el proyecto “El Campesino”, una termoeléctrica ubicada en Bulnes que funcionaría con gas de fracking importado desde los Estados Unidos.
Además, se estaría evaluando la posibilidad de abastecerse con yacimientos propios, toda vez que la exploración de pozos de gas de fracking fue incorporada en los contratos especiales de explotación de hidrocarburos, creados durante el primer gobierno de la Mandataria.
Otro dato que da cuenta de los avances de la técnica a nivel local es que la Empresa Nacional del Petróleo (ENAP), junto a otras petroleras, ha comenzado a implementar la técnica, por lo que se piensa que la estrategia puede ser mucho más agresiva en el tiempo.
El problema que ven los críticos del fracking es que todo este cambio se ha realizado sin un proceso de información a la ciudadanía, donde se expongan los riesgos relacionados con esta técnica.