En abril de 2013, en el marco de una ofensiva política boliviana, el gobierno de ese país presentó ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJH) una demanda, para obligar a Chile a negociar en firme y de buena fe sobre su centenaria reivindicación de acceso soberano al Pacífico.
Dicha pretensión se concretó en un entorno donde Perú ya había presentado su propio alegato, para resolver lo que Lima consideraba límites marítimos no establecidos en la frontera con su vecino del sur. En enero de 2014 la CIJH dictaminó una nueva demarcación entre Chile y Perú, reconociendo el Hito 1 como frontera entre ambos países. En base a este punto, se mantuvo el actual límite hasta las 80 millas y luego de ello se estableció una línea equidistante hasta el final de la frontera. Para los políticos, parlamentarios y un mundo jurídico chileno refractario a la posibilidad de establecer y normalizar las relaciones con nuestros vecinos, la decisión de La Haya fue un duro golpe.
Chile al banquillo
Así como la presentación de Perú ante la CIJH obligó a Chile a entrar a un terreno que parecía vedado bajo el argumento de la bilateralidad, así también esa creencia exclusiva y excluyente explotó por los vientos con Bolivia, obligando a la política exterior chilena a salir de su tradicional visión respecto a enfrentar los contenciosos vecinales. El proceso jurídico llevado a cabo por Chile y Perú fue el mejor aliciente para que Bolivia avanzara en su decisión de demandar a Chile ante la misma Corte, en la perspectiva de obligarlo a que las autoridades australes tengan una mirada y una conducta muy distinta a la que se ha tenido hasta ahora. El encontrarnos nuevamente en la CIJH muestra que no avanzamos por buen camino, pues llevar a lo jurídico, a la contienda legal lo que debe ser en esencia un tema político muestra nuestras debilidades como gobiernos.
Tal como lo ha señalado el ex presidente boliviano Carlos Mesa, mandatado por Evo Morales para divulgar la “verdad sobre la injusticia” que rodea en enclaustramiento boliviano, en una gira internacional de amplia repercusión “No está en nuestra pretensión convencer a la comunidad internacional de nuestra causa en los argumentos, que creemos que son justos, sino sobre todo explicarle en qué consiste el juicio de Bolivia. No se trata de un caso convencional de límites fronterizos. El objetivo de la demanda ante la CIJ es hacer que Chile acepte un diálogo para dar a Bolivia una salida soberana al Pacífico. No ponemos en cuestión el tratado de 1904 que fijó las fronteras tras la Guerra del Pacífico en 1879 ni buscamos una modificación unilateral de fronteras”. Palabras que han tenido enorme repercusión en los países donde se ha hecho presente la misión boliviana y ha merecido opiniones críticas como la del ex presidente chileno Eduardo Frei, respecto a la debilidad de nuestra defensa frente a los avances bolivianos.
A fines de 2014 el panorama que presentan las relaciones políticas chileno-bolivianas muestra un ambiente enrarecido, crispado, que consigna el abandono de aquella agenda sin exclusiones que tuvieron los presidentes Ricardo Lagos y Carlos Mesa, complementado naturalmente con la Agenda de los Trece Puntos entre Michelle Bachelet y Evo Morales y retroceder bajo la errada política de las cuerdas separadas del ex presidente Sebastián Piñera. Hoy la verborrea, las acusaciones de lado a lado han alejado a nuestros gobiernos, creando un ambiente crispado, peligroso, inamistoso, que obliga a dar pasos claros de acercamiento, sean estos formales o utilizando canales más informales pero no por ello menos fundamentales.
Con Bolivia existe un conflicto actual, complejo y necesario de resolver. No se puede tapar el sol con un dedo y pretender que nuestras relaciones avancen por carriles o cuerdas separadas. Con Bolivia hay un gran tema: el acceso soberano al Pacífico. Más de cien años de enclaustramiento, aunque se justifique con que se haya triunfado en una guerra, que los tratados se respetan, que las fronteras son inamovibles, que la sangre chilena derramada en el norte no puede ser en vano, cualquiera sea el argumento esgrimido, lo que se requiere hoy, entrando al tercer lustro del siglo XXI es discutir seriamente con Bolivia respecto a sus aspiraciones y deseos. Sobre todo porque esta reivindicación está en el ADN del pueblo boliviano y transversalmente en todas las autoridades que han pasado y están en Palacio Quemado. Se ha sostenido a los cuatro vientos que Bolivia “jamás abandonará su aspiración de retorno soberano al Pacífico” y tal manifiesto representa una voluntad que no se transa, permanente. Sea cual sea el veredicto de los 15 jueces de La Haya nada hará desaparecer dicha aspiración a no ser un retorno soberano a las aguas del Pacífico.
Si como esa constatación es clara como las aguas del Silala, así también resulta transparente que la solución a este centenario problema debe ser fruto del diálogo entre nuestros pueblos, un diálogo político que va más allá de lo bilateral, pues las influencias de las dificultades que aquejan a nuestros pueblos tienen efectos en todo nuestro entorno y salir de visiones anquilosadas es también muestra de desarrollo. Las presiones al interior del bloque gobernante en Chile y las que vienen del exterior, han obligado a utilizar canales alternativos, de tal forma de hacer llegar la opinión chilena al núcleo de hierro del presidente Evo Morales, apelando para ello al sentimiento latinoamericanista de algunos personeros involucrados en esta diplomacia.
Vínculos que se han ido fortaleciendo ya sea en Chile a través de organizaciones como Fundación Chile XXI – que ha hecho un trabajo encomiable en materia de acercar posiciones y discutir abiertamente las opciones y aspiraciones de nuestros pueblos. Como también las opiniones y conversaciones de personajes como el ex candidato presidencial chileno Marco Enriquez Ominami y aquellos diálogos amplios, francos y directos que se han tenido con personeros bolivianos, entre ellos la actual Cónsul Boliviana, la historiadora y ex Ministra de Educación, Magdalena Cajías de la Vega o en viajes a la Paz para transmitir el deseo de llegar a acuerdos y superar esta guerrilla verbal que enrarece el ambiente político entre nuestros pueblos.
Los resultados de esa diplomacia al margen de la anquilosada política tradicional suelen tener buenos resultados y hay que aprovecharlo. Un ejemplo reciente lo constituye el histórico acercamiento entre Washington y La Habana, que resultó con la decisión de restablecer relaciones diplomáticas ¿por qué Chile y Bolivia no podrían hacerlo? Es una tarea difícil, de enorme aliento, pues los poderes políticos y económicos chilenos, el nacionalismo estrecho, los réditos políticos coyunturales suelen coartar cualquier inclinación a consensuar un acuerdo con nuestro vecino altiplánico.
Andrés Soliz Rada
En una interesante conversación tenida tiempo atrás con el periodista y político boliviano, Andrés Soliz Rada este intelectual anticipó que la denominada agenda de los trece puntos no tendría resultados positivos. Con visión señaló que “La agenda de los trece puntos, considerada un tremendo avance en materia de normalizar las relaciones entre nuestros pueblos nació muerta al sufrir el pecado original del bilateralismo. Su abultado contenido: integración fronteriza, aduanas, libre tránsito, integración física, infraestructura, complementación económica, lucha contra la pobreza, educación, cultura y otros, tenía que detenerse ante la no solución del problema fundamental. Esta es otra enseñanza no tomada en cuenta por la historia de nuestras relaciones diplomáticas, cuyo único destino es la acumulación de frustraciones, mientras el enclaustramiento siga vigente”.
Cuatro años después de estas palabras que demostraron su veracidad, este amigo de una Latinoamérica unida respondió amablemente a una batería de interrogantes relacionadas con el contencioso que enfrenta a nuestros países.
“Si la Corte Internacional de Justicia de Justicia no sirve para resolver la demanda boliviana, ¿qué sentido tiene su existencia?”
Chile está en una encrucijada política de envergadura, pues Bolivia ha realizado un trabajo político, diplomático y comunicacional que ha colocado la pretensión boliviana como justa, necesaria y fundamental. En este plano conversar con Andrés Soliz Rada, un hombre que conoce del tema, un profesional “sin pelos en la lengua” resulta no sólo un placer sino que un deber.
Soliz Rada se interrogaba en un interesante artículo titulado “Chile y Bolivia: ¿Amistad Imposible? Ante ello le preguntamos si es posible pensar en una amistad entre nuestros pueblos visto el contencioso llevado a la CIJH. Su respuesta no deja lugar a dudas
“Esa amistad entre Chile y Bolivia depende de que Chile diga sí a la demanda marítima boliviana. Entre tanto ello ocurra, esa deseada amistad permanecerá congelada”.
Así de claro, para Soliz Rada, así como para personajes como el catedrático chileno Leonardo Jeffs Castro o Pedro Godoy, la posibilidad de avanzar en esta amistad es concretar puentes de conocimiento “si nuestros pueblos se conocen mejor, la reivindicación marítima de Bolivia estará más cercana”
El ex presidente chileno Sebastián Piñera sostenía la política de las cuerdas separadas con respecto a Perú y Bolivia, dando a entender con ello que no había que mezclar lo económico con lo político. ¿Es posible pensar en caminos paralelos cuando gran parte del norte chileno realiza su comercio con Bolivia, pero al mismo tiempo nos negamos a conversar para dirimir este contencioso más que va ya a los 140 años?
“Chile trata de separar la demanda marítima de las cuestiones diplomáticas, políticas y comerciales, sin admitir que sin la solución a la demanda marítima los otros temas necesariamente se verán afectados y entrabados. A veces parecen existir avances, pero tarde o temprano se regresa al punto de partida”
Para Soliz Rada “El Presidente Morales admitió que en sus primeros cinco años de gobierno fue engañado por Chile, con la promesa de discutir seriamente el problema. Al sentirse defraudado, inició una frontal campaña que culminó con la demanda en la Corte de la Haya, lo que ha incrementado aún más la cohesión interna en nuestro país”. Constatación que muestra a un país transversalmente unido en la decisión jurídica llevada a cabo por su gobierno y que desechó los temores señalados por nuestro entrevistado al declarar que la demanda que Bolivia presentaría contra Chile por los años de enclaustramiento geográfico no prosperaría sin cohesión interna.
¿Esa cohesión se ha logrado tras la presentación ante La Haya o resulta una debilidad la multiculturalidad boliviana en este plano de la reivindicación de volver al Pacífico?
Bolivia, con Evo Morales, sostiene este periodista, ha logrado una enorme cohesión interna. Recordemos que en su primera presidencia (2006-2009), derrotó a las tendencias separatistas de la “Nación Camba” y que en los últimos años dejó de respaldar a las corrientes indigenistas que lograron introducir en la nueva Constitución Política el reconocimiento a 36 inexistentes naciones, con territorio, justicia y manejo de recursos naturales al margen del Estado central, lo que ha quedado, en la práctica, totalmente desechado. El abandono del bilateralismo en la negociación con Chile ha valido a Evo enorme apoyo dentro de Bolivia, pero también en el país vecino, donde suman cada día voces de políticos, religiosos, intelectuales y diplomáticos chilenos que exigen a su gobierno que cambie de actitud.
Con relación al factor peruano ¿Puede Chile y Bolivia llegar a un acuerdo sin considerar a Perú o es imprescindible contar con ellos en una conversación trilateral? Está el gobierno peruano dispuesto a ceder en materia de trabajar por una salida soberana del mar para Bolivia al norte de Arica?
“La solución pasa por convertir al puerto de Arica en zona tri nacional. Perú, en reiteradas oportunidades, ha manifestado su acuerdo con esta solución. Recordemos que parte de Arica ya es binacional, debido a que Perú tiene presencia en la indicada zona”
En la visión de este ex Ministro de Hidrocarburos, la correlación de fuerza – con respecto a Chile – se modificará si Bolivia reorienta su comercio exterior, al máximo posible, por puertos peruanos, a los que se debe privilegiar en todas las conexiones bioceánicas. En una entrevista anterior sostenía que “La decisión de recuperar el Litoral cautivo debería llevarnos a restringir el consumo de productos suntuarios que Chile nos vende a manos llenas y disminuir el turismo boliviano que engrosa sus arcas. Es importante impulsar la construcción del corredor fluvial Mutún–Atlántico, a fin de descongestionar, al máximo posible, el comercio exterior por puertos chilenos, donde los ciudadanos bolivianos sufren humillaciones y abusos cotidianos.
¿Esa opinión sigue vigente, Chile no ha hecho nada para aminorar esta conducta o se ha intensificado?
En la correlación de fuerzas, Chile ha perdido la batalla ética y está perdiendo la batalla diplomática. La fuerza de las armas es insuficiente para detener la fuerza de la razón. En los últimos tres meses, los ocho países del ALBA respaldaron a Bolivia. Anteriormente, lo hizo el Presidente José Mujica de Uruguay, además de la cancillería peruana. Hasta economistas neoliberales, como Jeffry Sachs, sugieren a Chile abandonar su soberbia y encarar con seriedad la solución del problema. Las medidas que sugerí anteriormente tienen plena validez y Bolivia debería radicalizarlas, de acuerdo a sus posibilidades.
¿Qué espera usted de la Corte Internacional de Justicia de La Haya respecto a la demanda contra Chile?
Si la Corte Internacional de Justicia de Justicia no sirve para resolver la demanda boliviana, ¿qué sentido tiene su existencia? Lo lógico es que obligue a las partes a encontrar una solución constructiva, pacífica y de contenido bolivariano.
Lo claro es, que en materia de relaciones con Bolivia no puede haber cuerdas separadas, lo político, lo cultural, lo económico, nuestra historia común señalan un conjunto de cuerdas unidas que deberían tocar una melodía similar.
Artículo del Autor cedido por Hispantv