Carlos Mesa estuvo hace dos meses en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en México, presentando su novela Soliloquio del Conquistador. Un monólogo en el que Hernán Cortés va develando muchas de las características del proceso que compartimos los pueblos conquistados por España. En la oportunidad, aprovechamos de conversar con el portavoz de la causa marítima de Bolivia ante La Haya.
Los chilenos y bolivianos, a pesar de estar tan juntos, pareciéramos mirar hacia lados opuestos, sin buscar nuestras miradas como hermanos. Es una situación que despierta peplejidad. ¿Cómo es posible que hayamos podido aguantar tanto tiempo de esta manera?
Es que la construcción de nuestra relación es en base al prejuicio. Yo creo que la riqueza cultural de Bolivia y de Chile es desconocida porque ambos países están enterrados en prejuicios, enterrados en desconfianzas, estamos siempre pensando que el otro tiene algo que hacer en contra nuestra. Creo que eso es un desafío muy importante, complicado en un momento político como el que estamos viviendo, pero no hay que rendirse. Yo soy una persona que cree profundamente en los valores culturales de los chilenos. En este momento, yo aparezco como el duro frente a Chile en temas de política internacional, me ha tocado defender el tema de nuestra demanda en términos internacionales, pero tengo un profundo respeto por Chile, por su cultura, me parece una sociedad extraordinaria, tanto desde el punto de vista político como desde el punto de vista cultural. Hay un Chile en la literatura impresionante, hay un Chile en la plástica impresionante, hay en Chile en la tradición y hay un Chile que se está descubriendo su raíz indígena también. Es decir, cuando Chile mira Bolivia y dice: ese país mayoritariamente indígena, pero de pronto tu también tienes en la espalda a tu propia tradición indigenista. Más allá de lo que tú puedas decir, Chile es un país que se está redescubriendo en ese aspecto, que está progresando, está obligado a mirar y está obligado a entender, y esos son los puntos extraordinarios. Bolivia ha transitado un camino que Chile va a transitar y Chile, en términos políticos y democráticos, ha transitado un camino que Bolivia tiene que transitar y esos son los aspectos que deberían unirnos. Pero bueno, hay muchos elementos que deberíamos cambiar.
Su novela Soliloquio del Conquistador (Edaf-UDLAP) es un libro que nos lleva hacia nuestra propia historia, a una historia compartida. ¿Cómo hemos llegado a enfrentarnos en arenas internacionales? ¿Por qué en un tribunal europeo? ¿Cómo es eso de tener que hablar con tu vecino, con tu pueblo hermano, frente a otros, frente a una justicia foránea?
La razón tiene una explicación lógica: han pasado 110 años desde que firmamos el Tratado de 1904, y Bolivia ha hecho esfuerzos a lo largo de, aproximadamente, un siglo por conseguir una solución balanceada, bilateral. No se ha podido. La lógica de Bolivia es que Chile no ha tenido la voluntad política en última instancia de hacerlo. Pero hay otro elemento que no es poco importante, por una razón de principio que yo no comparto, Chile a diferencia de lo que con Ecuador y Perú, se ha negado a que cualquier medicación latinoamericana de algún grupo de países latinoamericanos, o de cualquier organización, llámese Comunidad Andina o lo que fuera. Chile no ha querido que nadie sea mediador de un tema que Chile ha dicho esto es estrictamente bilateral. Si después de muchos años Bolivia no ha podido lograr un resultado positivo, no tendría ninguna lógica fuera de lo común, que mediadores te ayuden a llegar a una solución. Cerrado ya el camino de la mediación por parte de Chile, no por parte de Bolivia, no nos queda otro camino después de 100 años que decir “vamos a una corte internacional” que, por cierto, es una corte internacional en la que ha estado Chile, Colombia, Perú y Nicaragua. Es una corte de paz, o sea la lógica de Bolivia es “vamos a resolver esto pacíficamente, pero que sea un tercero, ya que entre los dos no lo hemos podido resolver”. Ojalá que se pueda… es complicado, yo lo entiendo, para el pensamiento chileno decir: “por qué tenemos que ceder una soberanía que es nuestra”, es muy complicado para el ciudadano boliviano decir “ a ver, hemos perdido 120 km² y lo que queremos es un acceso soberano al mar cuya superficie es ridículamente pequeña”. No sé cómo, ni cuándo ni dónde. No es un tema de debate, es decir, no es un tema que esté planteando Bolivia. Entonces: ¿cómo le explicas al boliviano que eso no puede ser? ¿cómo le explicas a un chilena/o que va a perder un pedacito de su territorio? Entonces estamos atrapados en una cierta lógica surrealista, pero mi impresión es que – a pesar de todo- estamos de verdad más cerca que nunca de encontrar una solución, porque vamos a tener que sentarnos a negociar. ¿Qué es lo que ha logrado Chile? Que Bolivia tenga que explicar al mundo porqué hace lo que hace (bueno o malo o irregular): eso no le gusta a Chile, eso yo lo sé. Si hubiéramos estado encerrados en la bilateralidad no habría que haber dado explicaciones.
¿Y de qué manera su novela Soliloquio del Conquistador ayudó al negociador Carlos Mesa a buscar argumentos o fuerzas en ese tribunal internacional?
No, no tiene ninguna relación. Lo que sí está claro es que en el capítulo dedicado a Diego de Almagro, en el minuto en que Diego de Almagro pierde la cabeza, cuando se la Hernando Pizarro, ambos tienen un diálogo sobre la propiedad de Cuzco. Almagro le dice: “Tú no tienes idea lo que representó mi viaje a Chile, los dolores y las penurias”. Entonces ¿qué es esta historia? Es una historia común, es una historia que vincula a Perú, a Bolivia y a Chile en el mismo escenario del mundo indígena y el mundo hispánico europeo. ¿Cuál es la diferencia entre la Capitanía General de Chile y la Audiencia de Charcas? Son parte de un contexto geográfico, político y jurídico común durante 300 años, y entonces no lo pensé de esa manera, pero inevitablemente en el texto está.