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Cría Sebastianes…

Columna de opinión por Hugo Mery
Domingo 1 de marzo 2015 13:33 hrs.


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Una de dos: O Sebastián Dávalos tiene problemas de comunicabilidad y sentido político, o bien actuó con malicia ante su madre, la Presidenta de la República, mientras veraneaban en Caburga. Si  hay que creer que ella se entero por los medios de la especulación inmobiliaria emprendida en Machalí  por su hijo y su nuera, quiere decir que ambos se lo ocultaron.

Porque no cabe duda  que en la operación hubo tráfico de influencias y negociación incompatible. El uso de información privilegiada esta por probarse por la Fiscalía. Por mucho que se tratase de una de negociación entre privados ya que Dávalos y su cónyuge  Natalia Compagnon  no ocupaban   puesto público alguno, cuando ambos se reunieron con Andrónico Luksic, dueño del Banco de Chile, la ex Presidenta era favorita para ganar su segunda elección y, por lo demás, cuando se cerró el trato Bachelet era la nueva presidenta electa.

Al ser nombrado jefe del área Sociocultural de La Moneda,  Dávalos ya había trabajado en el servicio de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería, donde protagonizó un pequeño escándalo por adquirir dos autos de lujo, en circunstancias que su sueldo no se lo permitía como tampoco el de su señora.

A ésta la conoció cuando cursaban la misma carrera y, al parecer, a ambos le gusta más el dinero y los negocios que el desarrollo político y social. Si bien su último puesto en el Gobierno lo ejercía ad honorem, éste le permitía ejercer poder mediante una serie de organismos no sujetos a control fiscalizador.

En este caso no es que la  Jefa de Estado  haya preferido nombrar a un pariente, como lo hizo Piñera con un primo hermano y una hija durante su mandato, si no que se atuvo a una costumbre a estas alturas anacrónica y obsoleta, de nombrar al cónyuge en el puesto que antes ejercía, como primera dama, la señora del Presidente.

Todos estos factores explican y no explican la grave conducta del primogénito Sebastián: No medir el daño que le infligiría a quien ha hecho de la equidad y justicia su bandera de lucha.

Reunirse con Luksic no es posible para cualquiera, a menos que se pueda ejercer  influencia, acompañando a quien solicitaba el multimillonario préstamo, su mujer. El silencio de casi una semana descolocó a La Moneda, al insistir dos Ministros que era un asunto entre privados y no sujeto a acción judicial.

Pero aquí lo ético, político y comunicacional superaron la falta de responsabilidades ante la justicia. Por eso, para suplir el no haber actuado rápidamente, Bachellet debió proponer un proyecto reforzado que regule las relaciones entre lo público y los negocios privados.

No se trata que el caso Caval neutralizó un poco o empató el asunto Penta. Mientras este último significo robo al Fisco y, por lo tanto, a los contribuyentes el primero, arrojó una tremenda utilidad a sus gestores, sin trabajar, sólo especulando con un terreno que aumentaría su plusvalía.

Si no se usó para ello información privilegiada, ¿Por qué se trató de callar  al empleado Sergio Velasco, quien destapó la olla en la revista Qué  Pasa?.

El caso ha seguido calando hondo a la par con los de Penta y Soquimich quitándoles espacio en los chistes del Festival de Viña. Lo grave es que a los políticos les gritan “ladrón” en la calle, como en Argentina y que todo puede redundar en el desprestigio de la democracia.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.