Tras el escándalo de corrupción que sacude a la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA), el suizo Joseph Blatter, se vio obligado a reconocer que su posición era insostenible y presentó su renuncia argumentando la necesidad de emprender “una profunda renovación frente a los desafíos que no se detienen”. Pero lo que parece no detenerse son las repercusiones de la investigación desarrollada en Estados Unidos que terminó con la detención en Suiza de dos vicepresidentes y otros cinco dirigentes que fueron arrestados por la policía por presuntos sobornos por el monto de 150 millones de dólares. Blatter sabía que esta vez no podría explicar satisfactoriamente el “descuido” de la institución frente a las reconocidas corrupciones cometidas por varios de sus más altos funcionarios y decidió abandonar la dirección del fútbol mundial.
Blatter ha presidido el organismo durante diecisiete años y los rumores sobre malos manejos han ido creciendo a lo largo de cada uno de ellos. Poco se sabe sobre su vida personal, pero algunos detalles revelan su sorpresiva aparición en la testera de la FIFA. Se conoce que se diplomó en negocios y economía en la Universidad de Lausana en 1959 y que posteriormente, gracias a contactos personales, consiguió formar parte de la liga suiza de Hockey. Este hecho le abriría las puertas para ingresar como directivo de deportes y de relaciones públicas en la prestigiosa relojería Longines. Posteriormente en 1974 conoció a la hija de uno de los directivos de la FIFA con la que después de un corto noviazgo, decide casarse para divorciarse un par de años después, justo cuando había logrado ingresar al máximo organismo del fútbol mundial del cual no se separaría hasta hace tan solo unos días.
Lo concreto es que en los últimos años el fútbol se ha convertido en un producto fundamental para la industria de la televisión y es tremendamente bien pagado. La publicidad y la competencia comercial producen enormes cantidades de dinero y eso abre el apetito de los dirigentes corruptos y sus “rémoras”. Por otra parte las apuestas deportivas ilegales se han masificado y son tan elevadas que generan constantes intentos por manejar los resultados mediante sobornos. La clase dirigencial que ha estado a cargo de la FIFA y sus aliados comerciales han convertido al fútbol en un turbio negocio en donde casi nunca gana el que mejor juega sino el que más billete pone sobre o bajo la mesa. Las investigaciones recientes confirman los rumores y activan una alarma que debe llevar a una profunda reestructuración del organismo. De paso deben caer con ella una tropa de dirigentes sucios que se han favorecido y enriquecido de manera vergonzosa.
Y es que hay tanto dinero en juego que nadie quiere quedarse sin asegurar su tajada. Las ganancias totales de la FIFA y sus gastos reales son desconocidos ya que el organismo no está obligado a rendir cuentas a nadie. Sin embargo, sabemos que es una de las empresas más rentables a nivel mundial y también con un nivel de gastos operativos altísimo. Según el informe oficial de la misma institución, solo entre 2011 y 2014 se recaudaron 5 mil 718 millones de dólares (de esa cantidad el 47 por ciento obedece a contratos por derechos de televisión) y a parte hay que sumar una “reserva de emergencia” por otros 1 mil 500 millones de dólares. Un negocio redondo literalmente. Otros datos que llaman la atención en el informe son que el dinero gastado en recompensas para los altos dirigentes supera al utilizado en todo su programa de desarrollo del fútbol (cerca de 37 millones de dólares solo en el 2014) y que hay gastos no detallados por más de 200 millones de la moneda estadounidense. Era de esperarse que el sueldo del presidente y sus gastos reservados no se incluyan dentro del reporte, pero oficialmente se dice que se encuentran dentro de los rangos normales de una empresa de elite. Lo cierto es que la misma auditoría es cuestionable y los datos oficiales parecen hechos a modo para cubrir al presidente y sus secuaces. Lo que arrojan las pruebas es que parte de esa plata que ingresaba cada año se iba en sobornos para asegurarse ser el dueño del fútbol por tanto tiempo. Según trascendidos sólo en 2011, cuando se decidía la reelección del suizo en el máximo cargo del fútbol, se repartieron cerca de 100 millones de dólares entre alrededor de 170 funcionarios para asegurar los votos necesarios. El poder, la notoriedad, la responsabilidad y la presión del puesto son enormes, sobre todo después de tantos años. Para mantenerse había que obtener dinero de cualquier parte. Hace un tiempo se difundió una foto de Blatter compartiendo en una fiesta con Alimsan Tochtachunow, un conocido mafioso perseguido por la Interpol. Al personaje se le busca, entre otras cosas por fraude, apuestas ilegales y corrupción en eventos deportivos. La fotografía fue tomada en un exclusivo Club moscovita y Blatter al ser cuestionado por la foto dijo, con cinismo, que no era culpa de él ser famoso y se le acercaran desconocidos a pedirle autógrafos. Y aunque hasta el momento nadie ha presentado cargos penales contra Blatter, resulta evidente que en él recae, cuando menos, una responsabilidad por omisión ante la turbia administración que ha existido dentro del organismo.
Nosotros también debemos preocuparnos por esclarecer algunos asuntos locales ya que entre las investigaciones ha surgido una vertiente que indica montos turbios comprometidos en la realización de la Copa América en Chile, así como la participación consciente de algunos dirigentes sudamericanos. Este detalle ciertamente no compromete la certidumbre de la disputa y de los futuros ganadores dentro de la cancha, pero hace obligatorio aclarar e investigar los orígenes y los destinos de los dineros revelados. Resultaría una vergüenza que quienes izaron las banderas de la transparencia para elegirse en sus cargos se vieran envueltos ahora en la corrupción más baja. Pensándolo bien y según marchan las cosas en nuestro país, tal vez sea de lo más normal. No por ello debe dejar de conocerse la verdad y asignar las responsabilidades correspondientes. Ojalá la comisión determinada por el consejo extraordinario de presidentes del fútbol profesional esclarezca totalmente los detalles y ofrezca certidumbre en la credibilidad fundamental que deben cumplir quienes dirigen los destinos de la actividad.
Hay convicción en la urgente necesidad de renovar la estructura organizativa del fútbol mundial, pero antes se reconoce lo primordial de avanzar en las investigaciones pertinentes que permitan limpiar el fútbol, sus competencias y sus finanzas. Que se castigue a los corruptos y que se establezca un marco legal que norme la actividad y la adapte a los tiempos que corren. También se necesitará total voluntad para esclarecer el tamaño y los alcances de la corrupción que, según los antecedentes, ha exhibido sólo la punta del iceberg y donde podrían aparecer implicados otros altos funcionarios y ex funcionarios gubernamentales de varios países, de empresas colaboradoras y de la misma institución. La salida de Blatter es un paso coadyuvante para sanear el organismo, pero no será suficiente para transparentarlo ni rescatarlo de la descomposición.
Ahora, luego que el argentino Alejandro Burzaco, CEO de Torneos y Competencias, decidiera entregarse y colaborar con la investigación a cambio de reducir sus penas, muchos nombres podrían salir a la palestra y ampliar esta indagatoria.
Por todo esto, la FIFA tiene la responsabilidad de convertirse en una asociación comprometida con el desarrollo del fútbol en todos los niveles y a lo largo de todo el planeta. Si realmente creemos que el deporte y el fútbol son una alternativa para ofrecer una oportunidad diferente a niños y jóvenes, entonces se debe invertir lo necesario para lograrlo. El fútbol profesional debe elevar su nivel y ofrecer un mejor espectáculo que atraiga al público a los estadios y a la práctica misma del deporte. Movilizar a la gente a jugar fútbol no solo a verlo por televisión. Es hora de elevar la competitividad haciendo más justas las condiciones de trabajo y entrenamiento de todos. Que se gaste menos en altos salarios para funcionarios y a cambio se construyan canchas y estadios en todos los rincones del planeta. Se debe consensuar una exigencia formativa para los dirigentes y representantes de jugadores que promueva las buenas prácticas y que respete los valores intrínsecos a la disputa deportiva. Hay que acabar con la corrupción interna y transparentar todos los ingresos y gastos. El fútbol no es de una persona o de un grupo de ellas, es de toda la gente y por ello es un bien público que debe ser respetado y cuidado. Paralelamente se debe avanzar en la construcción de una ética deportiva que respete la salud de los futbolistas e impida las infiltraciones y los tratamientos express, que castigue el robo, el abuso y las influencias, la simulación, el engaño y la deslealtad. Por otra parte, se deben asumir compromisos comerciales responsables con los valores que quieren transmitirse y poner el deporte, la justa competencia y la honestidad por sobre toda la plata generada. Por el bien del futbol esperamos que estas transformaciones se concreten.