Javier Barría: Bellos pecados de juventud

En tiempos en que todo pareciera tener una vigencia de solo minutos, Javier Barría nos recuerda que al mundo sí lo mueven algunas certezas, que por simples no pasan de moda. En el caso de él son el amor, el desamor y lo vital de lo que ocurre en medio.

En tiempos en que todo pareciera tener una vigencia de solo minutos, Javier Barría nos recuerda que al mundo sí lo mueven algunas certezas, que por simples no pasan de moda. En el caso de él son el amor, el desamor y lo vital de lo que ocurre en medio.

El martes 16 de junio, en el Teatro del Puente, Javier Barría dio un concierto en el que revisó con minucia su primera década de carrera, y cuyo listado de canciones se construyó en gran parte con ejercicios de memoria propuestos por el público. Se llamó “Javier Barría: Histórico” y fue promovido con estética setentera y prescindiendo del color. Una fina ironía en tiempos en que lo que tiene más de dos años nos suena a ecos de la edad de piedra.

Barría acumula ya nueve discos (el primero de ellos fechado en 2005) y dos EP, cientos de tocatas en vivo, ensayos y errores, y una especie de osario de todas las plataformas que ha dispuesto internet para la difusión de la música. La suya es una carrera siempre expuesta, prolífica y curiosamente consistente que, por no transar con las cambiantes imposiciones del medio, le valió el eterno mote de emergente.

Es quizá por eso que el cantautor opta por mirar su carrera de frente y revisitar letras y melodías con la actitud de quien sonríe ante sus pecados de juventud. Ellos tienen a MySpace, a los blogs y a otras plataformas ya obsoletas como testigo –“¿han cachado cuando se encuentran en Facebook con sus compañeros de colegio y piensan ‘¿de dónde salió ese pelo, esa ropa?’ Bueno, esto es lo mismo”—.

En tiempos en que todo pareciera tener una vigencia de solo minutos, Barría nos recuerda que al mundo sí lo mueven algunas certezas, que por simples no pasan de moda. En el caso de él son, claro, el amor, el desamor y —la que lo aleja de los clichés de turno— lo vital de lo que ocurre en medio.

Un pequeño salvavidas para una generación que no es la “x”, y tampoco quiere ser la “y”; con un pasado ambiguo que, aunque breve, es pasado al fin y al cabo. Barría lo describe en la forma de amores que quedaron a medias —“estudio ruinas que no son”—, fotos movidas y libros que se rompieron o no se leyeron. La pena y el desconcierto, que en otros artistas de su generación suenan como adormilamiento causado por un exceso de Diazepam, en la voz de Barría se transmiten como sentimientos verdaderos.

Javier Barría es probablemente el cantautor de los dos miles que más conecta con un auditorio que en esa época probablemente cursaba sus primeros años de universidad, cuando todo parecía posible y al mismo tiempo se empezaba a poner muy difícil —“esto se va pareciendo a una vida”—. Y nos propone una lectura del pasado que es a la vez íntima y colectiva, obligándonos a mirar la tristeza también de frente. Una que más de una vez a lo largo de la mencionada década intentamos disfrazar con letras vacías y beats de discoteca.

*“Javier Barría Histórico” se presentará nuevamente en el Teatro del Puente el 20 de agosto a las 21 horas.
Foto: Eliana Saavedra.




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