Hay una muy buena idea detrás de esta película. “Desastres Naturales” tiene el mérito de -inicialmente- lograr tensionar al espectador con una situación mínima, pero eficiente. Y dada la actualidad nacional, abre la puerta para muchísimas reflexiones relevantes. El problema es el tono indefinido del filme, la pérdida de ritmo y la poca profundidad de los personajes que regresa la acción a la simple anécdota.
La trama es sencilla. En un colegio subvencionado de provincia, una ex profesora mayor decide regresar a hacer clases al cuarto medio. Ante la negativa reacción de las autoridades del colegio, decide -junto al grupo de alumnos presentes- encerrarse en la sala de clases hasta que la reintegren a la institución. La directora del colegio intenta arreglar las cosas a su manera y rehúsa llamar a carabineros por temor a que le quiten la subvención, pero las cosas comienzan a complicarse cada vez más llevando a la escuela al caos.
Este es el tercer largometraje de Bernardo Quesney, director autogestionado que con sus anteriores proyectos ha utilizado internet como principal plataforma de distribución, esta vez se lanza con una película un poco más grande, en términos de producción, y que cuenta con un elenco de reconocidas actrices como Ana Reeves, Catalina Saavedra y Amparo Noguera.
En un país como el nuestro en donde la educación es tema central de la discusión política y de nuestra construcción como sociedad, hacer una película al interior de un colegio es una gran posibilidad. Hay tanto que decir respecto a la manera en que se organizan las relaciones de poder, los intereses y valores que actualmente rigen esas relaciones, y algo de eso se presenta muy toscamente en el filme. Como las explicaciones de la directora o las discusiones por las motivaciones entre los líderes estudiantiles. Pero se quedan ahí en la superficie.
Hay un intento más metafórico de hablar de la crisis de la educación con las tomas más contemplativas de las salas en ruinas y de las jaulas de los animales, espacios ambos que rodean el colegio en donde se sucede la acción, pero en ambos casos, esas imágenes no logran integrarse naturalmente al relato, y quedan como algo que se quiso decir, pero torpemente y en un tono que no resulta coherente con el resto de la película
A un espectador más activo, algunas de estas escenas pueden entregarle material para interesantes reflexiones. Como por ejemplo el caos que generan los alumnos en el colegio –impulsados, se supone, por hacer presión a la dirección en apoyo a la profesora- y que se termina una vez que se toca el timbre anunciando el fin del horario escolar, por lo que todos abandonan su “actitud revolucionaria” y el colegio. Este egoísmo de los estudiantes, la falta de compromiso con ideales y el entusiasmo por el caos por sí mismo, queda muy bien para los discursos más conservadores en torno a la educación. Pero luego convendría preguntarse, ¿De dónde sacaron los jóvenes esos valores, o anti valores en este caso? ¿Qué tipo de sociedad premia la superficialidad? ¿Cuál es el rol de los formadores, instituciones y personas en ese sentido? Todas preguntas necesarias pero que rebasan las posibilidades y el interés de esta película.
Los “Desastres Naturales” que nos presenta el realizador, no son tan naturales. Hay mucho más acá que los conflictos de los personajes, pero ni a esos logramos acercarnos realmente. El filme es un intento por acercarse a temas fundamentales hoy, y en ese sentido se agradece, pero más allá de los detonantes para buenas conversaciones, como película no logra ponerse a la altura de su tema.