Por cerca de una hora se extendió la reunión de los líderes de la Unión Europea que se celebró este lunes en Bruselas. El encuentro “de emergencia” concluyó sin un acuerdo concreto.
El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, afirmó que se escucharon las nuevas medidas de Grecia y que “son las primeras propuestas reales en varias semanas”, pero llegaron “demasiado tarde”, por lo que se reunirán de nuevo a lo largo de esta semana con los informes del Grupo de Bruselas y de los técnicos del Grupo de Trabajo del Eurogrupo.
Esto cuando las negociaciones se han extendido muchísimo y ya se acaba el tiempo, como indicó Tusk. ¿La razón? La decisión del gobierno griego de conversar, pero sin seguir traspasando los costos de la crisis a los empobrecidos habitantes del país. Así lo indicó el analista internacional, el cientista político argentino, Juan Manuel Karg.
“El tema es que la Troika está acostumbrada a negociar con dirigentes que no tiene problemas en hacer concesiones importantes. Es decir, políticos más bien conservadores con una visión ortodoxa de la política y de la economía, que no tienen ningún problema en aumentar el IVA todos los alimentos, recortar pensiones”, postura que no comparte Tsipras.
El nuevo primer ministro, quien fue electo sobre la promesa de que pondría fin a las medidas de austeridad, se ha resistido a la demanda de recortar las pensiones. Sin perjuicio de ello, el paquete de reformas que Grecia habría ofrecido a sus acreedores internacionales contempla algunas concesiones para superar la parálisis en el diálogo, luego de años en que los sucesivos ajustes no han impedido que el país esté al borde de la bancarrota.
En el Plan Atenas se compromete a mantener un superávit fiscal de un uno por ciento y subirlo en un punto por año. También se aumentarían los impuestos a las grandes empresas y se comenzarían a eliminar prejubilaciones. Sí se tocaría el IVA, dejándolo en dos tramos de 13 y 23 por ciento, pero el más bajo sería para artículos como alimentación, medicamentos y bienes básicos. A esto se sumaría un recorte de 200 millones en Defensa, pero se lograría salvar la mayor parte de las pensiones, pese a que es la primera exigencia de sus acreedores.
Todo esto pese a los roces que se vieron la semana pasada, donde Tsipras dijo que “Europa debería dejar de verse a sí misma como el ombligo de la Tierra y entender que el centro del desarrollo económico se está desplazando a otras regiones” y apuntó a las responsabilidades de la canciller alemana, Ángela Merkel y de la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde.
En medio de esta confrontación, el analista Roberto Meza advirtió que a ninguno de las dos partes les conviene no llegar a puerto y una eventual salida de Grecia de la Unión Europea.
“Finalmente no le conviene ni a Grecia ni a la zona europea que se retire porque eso puede además, darle una señal a países como Italia, que no están bien, a Portugal, Irlanda, España, etc. Podría tentar a muchos países a empezar a desarmar el bloque y aquí hay mucho invertido para hacer una zona económica que le pueda competir en escala a las otras dos grandes económicas del mundo que son China y Estados Unidos”, afirmó.
De hecho, uno de los datos que apuntarían en esa línea es que, “se está construyendo un clima de optimismo”. Al cierre de la jornada europea del lunes, la bolsa de Atenas cerró con una subida del nueve por ciento y sus bancos se alzaron un 20 por ciento. Con esto, los mercados apuestan claramente al acuerdo.
Mientras, Tusk y Tsipras han reconocido que “el tiempo se está acabando”, ya que sólo queda una semana antes de que el actual programa de rescate griego llegue a su fin. De haber acuerdo, Grecia podría pagar los vencimientos de deuda próximos: casi mil 600 millones de dólares al FMI el 30 de junio y seis mil 700 millones entre julio y agosto al Banco Central Europeo.