El inicio de los cuartos de final de la Copa América 2015 enfrentaba a las selecciones de Chile y Uruguay en el Estadio Nacional de Santiago. Con marco lleno y con grandes expectativas, los locales supieron imponer sus términos y en un cerrado partido se quedaron con el pase a semifinales. Un juego duro y difícil del cual la Selección y su cuerpo técnico salieron victoriosos. Sobre todo porque mostraron gran madurez y paciencia para encontrar el triunfo aún cuando este parecía esquivo.
El partido se desarrolló según lo previsto. Uruguay presentó lo mejor que tenía a mano y los dispuso también como se esperaba. Las dos líneas defensivas fueron obstáculos permanentes y su rendimiento en esa faceta fue elevado. Además, como era previsible por el nivel de sus jugadores, siempre que se animaron ofensivamente generaron peligro en el área rival y durante largos pasajes del partido tuvimos la impresión de que sería imposible romper el cerco. Sin embargo, el abuso del juego brusco terminó siendo contraproducente para ellos y acabaron el partido con dos hombres menos y sin capacidad de respuesta frente al resultado desfavorable. Esta vez destruir y defenderse no fue suficiente y terminaron derrotados con justicia.
Por su parte Chile tuvo un rendimiento colectivo equilibrado y la coordinación grupal fue destacada. En defensa se hizo un partido correcto pues se pudo contrarrestar los escasos contragolpes en velocidad y sobre todo frenar el juego aéreo uruguayo. En ese sentido el trabajo de Mauricio Isla, cortando casi todos los centros en el primer palo, y de Claudio Bravo, arriesgando más de lo normal en las salidas altas, fueron fundamentales para neutralizar los intentos rivales por medio de esa faceta del juego. Los enfrentamientos individuales en defensa se ganaron mayoritariamente y la salida del balón fue siempre limpia y asociada, incluso en los momentos de mayor presión uruguaya. Los laterales pudieron subir libremente y llegaron a campo contrario durante todo el partido. Esto permitió sumar mas gente en ataque y equilibrar la cantidad de jugadores dispuestos por el rival para defenderse.
En ataque Alexis Sánchez y Eduardo Vargas pelearon y corrieron pero terminaron aplacados por la fortaleza y decisión del rival. No fue una noche brillante para los atacantes pero frente a las características y calidad del contrincante eso parece normal. Quizá se extrañó mayor rebeldía y convicción para buscar opciones dentro del área pero había que cruzar un mar de piernas celestes antes de poder ingresar a ella. Ambos atacantes se vieron agotados e incómodos con la propuesta charrúa y mirando al futuro hay que trabajar una respuesta a ese dilema.
La gran diferencia estuvo en el medio campo. Ahí Chile hizo el mayor esfuerzo y los méritos para ganar. Puso buen fútbol, velocidad y toque de balón contra la fuerza e intensidad del rival. El trabajo de Marcelo Díaz, Charles Aránguiz, Arturo Vidal y Jorge Valdivia ha sido tremendamente destacado. La técnica individual, sumada a la entrega y dinámica mostrada fue admirable y con ello se logró una posesión altísima y un dominio abrumador en esa zona del campo. Y aunque hubo varias jugadas asociadas y brillantes donde creíamos que venia el desahogo, tuvimos que esperar hasta el minuto 81 para que Jorge Valdivia engañara a todos y habilitara a Mauricio Isla que con un remate violento, rompió la resistencia uruguaya e hizo gritar de alegría a todo el Nacional y a todo el país.
Después no hubo tiempo para más, pues el gol quebró la paridad y sepultó con ello la única estrategia elegida por el rival. La impotencia y el descontrol reflejado en las expulsiones fueron el punto final. Solo era cuestión de esperar a que se completarán los minutos para desatar una alegría tímida que comienza a mirar la semifinal con optimismo.
De antemano sabíamos que sería complicado y que los uruguayos jugarían con experticia su partido. No fue diferente ni lo será durante lo que queda de competencia. Al final, pese al dominio y la superioridad, se decidió con un sólo remate furibundo y por un único gol. No sobró nada, fue la dosis justa para vencer y para seguir soñando que la Copa puede quedarse en casa.